EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Quizá todo lo que necesito es una inyección en el brazo

Jason Pierce de Spiritualized. Foto: Fuente > Michelle Martinez Ayala

Vivir al límite es mi cardio.

Eran las cuatro de la tarde cuando una güeva cósmica comenzó a apoderarse de mi humanidad. Como si me estuviera agripando. Mi cuerpo imploraba cama. Así que esto es la vejez, me dije. Por fin ha empezado a morder. Me encantaría atender a su llamado. Descansar del turbulento fin de semana. Pero no podemos, reconvine con mi sistema. Esta noche toca Primal Scream en el Metropolitan.

Mi intención era aventarme el show sentadito. Fue inútil. En cuanto salió Bobby Gillespie me paré a sacudirme como atiriciado. Qué error hubiera cometido si le hubiera hecho caso a mi organismo. Me habría perdido de las estupendas coristas que acompañaban a la banda. Y yo sin ganas de un trago de cerveza. Lo único que se me antojaba era desconectar. Aunque no pudiera dejar de brincar, me sentía cansado. Como el juego de las sillas, cada vez que pensaba sentarme unos minutos, escuchaba los acordes de una rola, saltaba del asiento. No, me decía en la otra. Y así toda la noche.

Cuando comenzó a sonar “Suspicious Mind”, canté victoria. Todavía no existe aplatane que se interponga entre Primal Scream y yo. Aquella noche caí en cama dispuesto a resucitar al día siguiente y dedicarme una jornada a tomar té y meditar. Pero la vida estaba dispuesta a ponerme unas nalgadas. El martes por la mañana desperté con diarrea. No cualquiera, una persistente que me duró 24 horas exactamente. Acompañada de ardor de garganta. No cualquiera tampoco. Como si hubiera comido vidrio. El maldito chorrillo se me quitó en el aeropuerto de Zacatecas. Al que para llegar me tuve que parar a las 3:50 de la mañana y volar desde Ciudad de México.

PAVEMENT EN SOBRIEDEATH y la final de la maldita serie mundial. Lo recuerdo todo. Absolutamente todo. Es el regalo que me hizo la sobriedad al ver a Pavement. Como apenas me había medio recuperado de la deshidratación unas horas antes, no me apetecía emborracharme como lo exigían las circunstancias. Aunque después de Pavement sí me bajé un whiskey doble mientras escribía en mi iPhone una reseña del concierto para “La Razón de México”.

El Hipnosis me simplificó la existencia. Yo había planeado lanzarme a verlos al Levitation en Austin. Pero mis finanzas no lo aguantarían. Si no vendí el carro para ir a Birmingham, ahora es cuando, me dije. Pero entonces anunciaron que tocarían en México y me salvé. Cronista sin suerte no es cronista. Nunca me habría perdonado perderme a Pavement. Ahora sí ya me puedo suicidar tranquilo.

Aunque andaba en modo festivalero, no le perdí pisada a la Serie Mundial. La seguí en el teléfono. No ganaron los Blue Jays, pero al menos esa derrota fue menos amarga porque esa noche vi a Pavement.

SÓLO ASÍ ESTÁ UNO EN PAZ. Para la segunda noche del Hipnosis decidí repetir. Me fui más seco que ciruela pasa de arcón navideño. Aunque al final sí me tomé un par de whiskys al cuadrado.

Qué ganotas de estar bajo los efectos de alguito, me dije cuando Jason Pierce & Cia. salió al escenario. Tenía un acidito en la bolsa, pero al día siguiente me habían programado una fregada junta por zoom con autoridades del municipio de Zapotlanejo y necesitaba amanecer lo más fresco posible. No te arrugues, me dije. Mañana te vas a acordar de todo.

Y ultimadamente, como dice el chingado meme: A LO QUE YO VINE: FUE A ESTO.

Después de la segunda o tercer rola, hubo una pequeña falla de audio. La arreglaron en tres minutos y a partir de ahí todo se deslizó como el Silver Surfer por los cielos de nuestras mentes. Quién lo diría. Del disco que más rolas se reventó Spiritualized fue del Pure Phase. Y tocaron nada menos que “These Blues”. Uta, cómo me aluciné con el duelo de armónicas. Jason Pierce, siempre viendo hacia un costado del escenario, a la Bob Dylan, nunca hacia el público. Si me preguntan qué me gustó más, además de la psicodelia acostumbrada, las coristas. Esos coros gospeleros hacían sentir que estaba uno dentro de una catedral de sonido.

“Hola, mi nombre es Jason Pierce y casi no voy a tocar rolas conocidas”. No hay pedo, cabrón toca lo que quieras. Al cabo que todo me gusta.

Para cuando salió Dinosaur Jr. me pegué mi primer facho de whisky. Qué perra bendición volver a ver a J (ojo: así, sin punto) Mascis, Murph y Lou Barlow en vivo. No los guachaba desde el 2018. No sonaron como uno hubiera querido, pero ya estás ahí. Te tienes que pegar el viaje. Hay ocasiones en que puedes abortar la misión, pero no con Dinosaur Jr. enfrente. Hubo momentos muy prendidos, como cuando tocaron “Feel The Pain” y enseguida “Freak Scene”. Esto sí es cine, joder. Pero ya tenía la venganza proyectada. Al día siguiente tocarían en el Indie Rocks! Ahí terminaría de destrozarme los oídos. Sólo así estoy en pinches paz.

SEÑORES, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS. No había comido nada, lo que no impidió que me bajara media botella de tinto. Después me tomé otras dos o tres copas y medio chiles me fui al Indie Rocks!

Soy un genio, pensé cuando me aposté sin boleto en la entrada. A quién se le ocurre. El evento estaba sold out. Pero repito, todavía no existe poder diabólico que se interponga en mi escritura. A uno de la fila le sobraba un boleto y por un quiñón me colé. Y fue pese a los tres shows de Brian Jonestown Massacre, diarreas, Primal, Hipnosis, vuelos de madrugada. Ni pedo. Así es la vida del diarista.

Tampoco sonó como uno hubiera deseado, pero en relación con el Hipnosis sí mejoró exponencialmente. Sin embargo, la diferencia radicó en el público. Todos estábamos allí para adorar al Dinosaurio. La pared de Marshall detrás de Mascis nos estaba haciendo garras los oídos. De repente un chiflido alentando a Lou Barlow o el coro general que repetía Murph Murph Murph, le imprimían a la atmósfera un carácter de comunión. A diferencia de la set list del Hipnosis, aquí tocaron menos hits. Se reventaron tres rolas de su disco debut y del segundo. Puro material para chavorruco autorizado. Aunque la verdad me habría encantado escuchar “I Walk for Miles”, de sus rolas más efectivas de los últimos años.

Salí ebrio del Indie Rocks! y me fui a las caguamas de Álvaro Obregón. Todo el tiempo, mientras me bajaba la promo de dos megas por 200, me pregunté qué es lo que necesito para calmar esta ansia de conciertos a diario. ¿Será acaso un pinchazo en la vena?