ME DISPARARON el boleto para ver a los Queens of the Stone Age el viernes 14, pero tenía que viajar de Satélite al Autódromo en menos de una hora para ver a Liz en la famosa Entrada 15, así que me teletransporté como el Señor Spock para estar ahí a las 5… y llegué antes. Esto fue posible gracias a la música de Joshua Homme y su grupo de la Edad de Piedra, el combustible del rock macizo y alucinado desde 1996. Se trata de uno de los progenitores del rock del desierto, el Capitán Kirk del stoner, surgido en las fiestas de generador que organizaban en el descampado californiano, conciertos clandestinos al aire libre a un volumen demencial. La diversión se transformó en la movida de Palm Desert y las Desert Sessions: doom metal, psicodelia, blues y punk, un estilo encabezado en 1987 por Kyuss, la aplanadora de Homme que implosionó en QOTSA. Además, el compositor, guitarrista y cantante, también cofundó The Eagles of Death Metal, Them Crooked Vultures y Masters of Reality, antes de volver a detonar la carrera de Iggy Pop con Post Pop Depression. Con esos antecedentes aparecieron a las 9 de la noche y esculpieron con rotomartillos quince monolitos que coronaron la noche.
LA INTRODUCCIÓN DE THE KITCHEN / The Orgy de Basil Poledorius, la música de Conan the Barbarian, fue una advertencia de lo que se venía: la eliminación violenta de energía sonora hecha música de altísimo wattaje, ritmos, estruendo y polvo de aquellos músicos trabajando. Nos cayeron a todo volumen con “Little Sister”, “In My Head” y “Burn the Witch”. La danza eléctrica de los riffs cortantes y los licks melódicos, rock robótico en perfecta armonía con el ente de cuerpos, miles de seguidores apretujados meciéndose en zig-zag. En cuestión de recursos humanos, este QOTSA es el más sólido desde 2013, sobre todo el estupendo bajista Michael Shuman y el guitarrista Dean Fertita, su estilo se distingue a varias leguas de distancia. Arriba y abajo nos entregamos a “Misfit Love”, “Negative Space”, “No One Knows” y “The Lost Art of Keeping a Secret”.
Homme conoce muy bien el peso musical de los silencios, varias de sus canciones se fragmentan con uno o dos, haciéndolas impredecibles y explosivas. Nos cayeron esos monolitos calientes: “Carnavoyeur”, “My God Is the Sun”, “I Sat by the Ocean” y “Emotion Sickness”. Pero el momento musical más alto fue “I Appear Missing”, por la magia entre Fertita y Homme cuando engarzaron sus requintos, me parecía un pasaje de música barrocka: la dupla de guitarristas era como dos violinistas con Shuman fondeando en el contrabajo y Troy Van Leeuwen en el clavecín, inmersos en Il labirinto armonico de Pietro Antonio Locatelli. Música clásica a golpe de instrumentos eléctricos.
Tocaron el tema cachondo “Make It Wit Chu”, humo de cigarro con beso de lengua estoniana. El coletazo final armó varios círculos de baile salvaje, cinco o seis moshpits se abrieron entre la multitud cuando nos lapidaron con “Go With the Flow” y un cierre brutal: “A Song for the Dead”. Viaje redondo a Stonhenge a la velocidad del sonido.