Allan Villavicencio, la nueva pintura mexicana

Allan Villavicencio, la nueva pintura mexicana
Por:
  • alicia_quinones

Forma parte de la nueva generación de artistas visuales que están destacando en la escena mexicana. Allan Villavicencio nació en Querétaro, en 1987. Su propuesta pictórica, que se inserta en lo contemporáneo y experimental, plantea diversos cuestionamientos, los cuales analizan desde las imágenes mediatizadas hasta el concepto de otredad. Su trabajo ha sido expuesto en diversos países, entre ellos México, Colombia, Perú, España y Francia, en más de una treintena de exposiciones. Además de ser cofundador del proyecto Fuego, un sitio para la creación y promoción de la pintura contemporánea en la Ciudad de México, Villavicencio participará con su obra en la Material Art Fair. Se trata de la principal feria de arte independiente en América Latina, que se llevará a cabo del 7 al 10 de febrero en la Ciudad de México. Además, prepara una exposición individual para la Maëlle Gallery en París, bajo la curaduría de Anaïs Lepage. Villavicencio habla en esta entrevista sobre las nuevas tendencias en el arte y los caminos para los jóvenes creadores que se dan a conocer en nuestro país.

¿Cómo decidiste tomar esta línea creativa que llamas arte inacabado y fragmentado?

Ha sido un proceso de constante autoconocimiento para descubrir cuáles son las obsesiones y las maneras de entender, principalmente, mi visión sobre la pintura. Algo que marcó mi experiencia visual y mi vínculo personal con el arte fue el aspecto ruinoso que tenía la casa donde crecí. Las calles de la colonia San Felipe me mostraron un poco sobre la dinámica y la relación de las personas con la necesidad de generar una expresión a través del grafiti. La escuela donde estudié, por ejemplo, estaba tapizada con pintas de aerosol, todas creadas con bastante habilidad. Además, era interesante ser testigo del pleito entre las autoridades escolares, que por la mañana pintaban las paredes de color gris, y los grafiteros, que por las noches encontraban un muro listo para expresarse. Me llamaba la atención el ruido visual y la manera en la que se marcaba un territorio, evidenciando fragmentos y colores de distintas capas de pintura. Al paso de algunos años pude reflexionar sobre el significado que tenían este tipo de gestos e incorporarlos a mi caja de herramientas de trabajo. Por otra parte, algunas veces me he referido a lo inacabado y lo fragmentado como elementos de construcción formal en mis pinturas. En ellas también me refiero simbólicamente a la posibilidad de pensar caminos para construir un espacio a partir de la reflexión sobre las imágenes digitales.

¿Cómo te consolidaste en este lenguaje? ¿Por qué te parece relevante en el mundo del arte?

Lo considero un punto de vista y una manera de ver el mundo. Para mí la pintura se relaciona con que a través de la materialidad de la imagen se pueden crear otras posibilidades para generar un espacio/tiempo paralelo a la realidad. Además, tú como artista puedes tener algunas herramientas para lograrlo. Por varios años he pensado que el arte es una necesidad de autoconocimiento.

"Ha sido un proceso de constante autoconocimiento para descubrir cuáles son las obsesiones y las maneras de entender mi visión sobre la pintura”.

¿Cuál es tu apuesta?

Siempre me ha interesado generar una reflexión personal y un cuestionamiento hacia la manera en la que veo, en cómo circulan las imágenes.

¿Es el arte un medio de vida en nuestro país?

Para mí lo ha sido. Y no sólo como un medio, sino como un fin de vida. Considero que el quehacer artístico se ejerce desde diferentes y divergentes posturas, lo cual es muy sano para la construcción del ecosistema artístico.

¿Cuál es el reto que enfrentan los artistas jóvenes, como tú, en el mercado actual? ¿Hay un verdadero mercado para el arte?

El gran reto siempre ha sido plantearme nuevos desafíos y nuevas preguntas en mi trabajo, sin que el mercado influya. Considero que es importante que mi obra no sólo tenga visibilidad en ese tipo de circuitos. Me interesa también generar diálogo con otras instituciones y proponer proyectos a otras escalas. Estoy pensando cuáles son las posibilidades en que estos pueden convivir. Es muy complejo, porque pienso que no hay solamente un mercado para el arte, sino que existen diferentes circuitos de compra-venta y cada uno tiene sus propias inercias y gravedades. No implica los mismos riesgos comprar una pieza artística que generar una colección o una fundación. Por ejemplo, al inicio de mi colaboración con galerías, lo que sucedía en el arte mexicano era totalmente distinto al contexto actual. Ese es otro factor a considerar. Creo que sí hay un verdadero mercado del arte, un mercado elitista, en donde coleccionistas y fundaciones están interesados en comprar y mostrar, sobre todo, para generar un tipo de lectura más enfocada en intereses colectivos o personales.

¿En qué consiste el proyecto Fuego?

Fuego CDMX es un taller que nació de la necesidad de tener un espacio de trabajo y de exhibición donde se pensara, reflexionara y difundiera el trabajo de artistas interesados en la pintura. Lo cofundé con Andrew Birk y Matías Solar. Se pensó desde un principio como un lugar para producir pocas exhibiciones, tres o cuatro por año, para tener una dinámica más íntima con la/el artista invitado y entonces generar distintos formatos en cada proyecto. Por ejemplo, la muestra de la joven artista plástica Ana Segovia terminó con una charla en la que participaron los también jóvenes críticos de arte Sandra Sánchez y Eric Valencia. Fueron ejercicios que activaron las exposiciones en diversas ocasiones.

¿Qué artistas marcan la diferencia en Fuego CDMX?

Hemos tenido colaboraciones con artistas nacionales e internacionales como Ana Segovia, Korakrit Arunanondchai, Sol Calero y Dafna Maimon, y en los siguientes meses presentaremos obra de Israel Urmeer. Actualmente comparto con Jerónimo Ruëdi el taller y la organización de las exposiciones.