Baja la ventanilla, observa lo que hay

La crónica, género a través del cual se revela cierto ángulo de la realidad en primera persona,
está viva y coletea. El reciente libro de Vicente Alfonso, tanto escritor como periodista cabal,
lo corrobora: A la orilla de la carretera comprende un conjunto de relatos sobre la vida
en Chilpancingo, Guerrero, entidad que ha padecido décadas de violencia, abuso, sangre y lamentos.
Su lectura, subraya el narrador César Silva Márquez, resulta indispensable para entender nuestra actualidad.

A la orilla de la carretera
A la orilla de la carreteraFoto: Especial
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Mi amigo, Francisco G. Haghenbeck (1965-2021), me pidió y a la vez me recomendó un par de semanas antes de morir —en abril pasado— que leyera A la orilla de la carretera, de Vicente Alfonso (1977), porque lo había sorprendido y en una mañana, de ésas donde tenía que estar conectado a la máquina de hemodiálisis, lo leyó de pe a pa. Ávido devorador de libros, no se equivocaba. Editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), en 2018 este trabajo obtuvo el Premio Bellas Artes de Crónica Literaria Carlos Montemayor.

EN LA CASETA INICIA EL VIAJE

En estos tiempos, cuando por la pandemia viajar todavía es complicado, Vicente Alfonso nos invita a dar una vuelta por Guerrero a través de la violencia contra las mujeres y la pobreza y el crimen organizado y otros temas que trata como si durante el viaje señalara los baches que aparecen de pronto en el asfalto. Como buen cronista y narrador (recordemos su novela Huesos de San Lorenzo, editada por Tusquets en 2013), nos lanza datos y estadísticas iguales a señalamientos de tránsito sobre la autopista de lo sucedido cuando él vivió en tierras guerrerenses. No puedo dejar de pensar en cómo el escritor y periodista Carlos Monsiváis, a principios de la década de los ochenta, definió la crónica como una reconstrucción literaria de sucesos, donde el empeño formal domina la urgencia informativa.

Prepare su cuota, nos dice Vicente Alfonso al abrir su libro, y agrega que Chilpancingo es un gris laberinto al lado de la carretera y que ha sido considerada, por dos años seguidos, la peor ciudad para vivir en México. Yo, oriundo de Ciudad Juárez, sé muy bien a lo que se refiere. Digamos, entonces, que su prólogo sí es una caseta donde comienza el viaje.

EL AUTOR, AL VOLANTE

La crónica más veraz de nuestros tiempos la podemos encontrar en revistas y periódicos digitales, por nombrar sólo un par de medios. Por tal motivo aprecio en especial un libro como éste, lejos de las distracciones de anuncios o notificaciones de mensajes, donde encuentro la intimidad que provoca el estar simplemente sumergido en sus páginas al lado del autor, para escuchar lo que él va viviendo como si fuera detrás del volante y nos contara las historias, de pronto tan novelescas que uno podría pensar que se trata de ficción. Y yo quisiera, en verdad, creer que eso no pasa en la vida real. Pero los hechos no mienten: trescientas toneladas de basura que produce Chilpancingo a diario, cien-tos de cadáveres que nadie reclama, en algunos casos ni siquiera completos sino apenas brazos, cabezas, tórax encontrados en hieleras o bolsas negras de basura que van apareciendo en el camino, no mienten. ¿Acaso es un viaje de miedo? Creo que es otra cosa, quizá un espejo retrovisor donde de pronto nos miramos mirar. Ahí estoy yo, ahí estamos todos. Síntomas que nos reflejan, curvas, topes y camiones incendiados recortados por el atardecer.

Creo, como lo hace la socióloga, historiadora y narradora Sara Sefchovich, que uno de los problemas de la crónica es que, a pesar de llegar al siglo XXI con creciente auge, no termina por definírsele por completo, tomando en cuenta la etimología misma de la palabra (libros que siguen el orden del tiempo). Por eso A la orilla de la carretera provoca una sensación inquietante, onírica, con cada kilómetro que se avanza en el libro.

SABER CONTAR

Algo huele mal en Chilpancingo, nos advierte Vicente Alfonso. No es extraño ver afuera del edificio color durazno del Servicio Médico Forense, muchas personas que esperan sentadas en la banqueta noticias sobre algún ser querido. Un miércoles, mientras el autor espera a que su hija salga del kínder, se desata una balacera causada por tres muchachos en motos, donde murió un tal Ismael. No me faltan las ganas de pedirle que se detenga un poco, que le invito una cerveza para que siga contando, porque si algo sabe hacer es contar, y que me describa con detalle el momento en que reventó una silla del comedor y rompió en llanto, pensando en lo que pudo haber sucedido si una bala perdida... y ya se pueden imaginar el resto. A través de Luiza (con zeta, por error del Registro Civil), nos enteramos de que siguen desapareciendo alumnos de la universidad pese a las medidas que supuestamente se implementan.

En Xalapa, donde ahora vivo, también los alumnos desaparecen. Unos días antes de que me sentara a escribir esto, una niña de 13 años, una alumna de Letras de 26 y otra de 19, no llegaron a casa por la tarde. Luego, dos días después, la más chica fue reconocida por un conductor de auto a la orilla de la carretera rumbo a la salida de Xalapa, con la vista perdida. ¿Y tú, lector, te podrás identificar con Vicente Alfonso? Como si fuera una novela de terror, agrega que los grupos delictivos lanzan por Whatsapp y Messenger “listas de muerte”, con el fin de sembrar pánico; varios muchachos anotados en ellas han desaparecido y días después resultaron asesinados.

QUE NOS DIGA “SUBE”

Entre otros asuntos, falta hablar de la fuerza del escritor Carlos Montemayor, un referente importante en este libro, pero quizá por ahora será mejor pedirle a Vicente Alfonso que nos invite a dar un paseo por Chilpancingo, que es Guerrero, que es el sur, que es México, y nos complete la historia. Que nos diga “Sube” y ajuste el cinturón de seguridad, porque las curvas comienzan.

CÉSAR SILVA MÁRQUEZ (Ciudad Juárez, 1974), autor de las novelas Sombras nada más (2021) y La balada de los arcos dorados (2014), y el libro de poesía Jardín de invierno (2018), entre otros. Ganador de los premios INBA José Rubén Romero y Amparo Dávila, entre otros.