Chuco's power

El corrido del eterno retorno

Los Lobos
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Existen Grammy que se le otorgan a un artista revelación y son buenos. Hay otros que se le otorgan a un disco del año y son mejores. Pero existen Grammy para bandas con más de cincuenta años activas (aunque en este caso, oficialmente, sean 49 al momento), y ésos son los imprescindibles. Y uno de esos se acaban de levantar Los Lobos este año. Native Sons ganó en la categoría de mejor álbum de Americana.

La acepción más simple de este subgénero en la web dice lo siguiente: estilo basado en la música tradicional de Estados Unidos, y fusionado con elementos o puntos de vista más actuales y/o “alternativos”. Toma prestados elementos del folk, rock, country blues, bluegrass, country alternativo o rockabilly. Resulta lacónico que en pleno 2022 (y con una división como es el Grammy Latino) no exista una categoría en la que los gringos puedan ubicar a Los Lobos. Nada más alejado de la americana que el compositor Lalo Guerrero, nacido en Tucson en 1916, hijo de padres sonorenses, a quienes Los Lobos rinden tributo en Native Sons al coverear “Los Chucos Suaves”, un danzón-descarga sin el que el swing de Tin Tan no existiría.

Como los arqueólogos del sabor que siempre han sido, Los Lobos hicieron esta regresión hasta los años cuarenta del siglo pasado, según dijo Steve Berlin en la ceremonia de los Grammy (uno de la banda cuyos antepasados no son mexicanos sino rusos), como una carta de amor a sus orígenes. A ese cúmulo de influencias que siempre ha sido Los Ángeles, donde convergen todos los estilos agrupados bajo la denominación de la americana y muchos más. Los de los músicos mexicanos y latinoamericanos que Los Lobos ha reverenciado en su discografía, desde “Volver”, pasando por La pistola y el corazón hasta el corrido con “Anselma”.

Los Lobos están pasando por su mejor momento... son incapaces de hacer un mal disco .

Pachuco Boogie es el nombre del disco de Lalo Guerrero que marcó un antes y un después en la música chicana, como lo harían El Flaco Jiménez y tantos otros precursores del tex-mex, cuyas raíces estaban en Tamaulipas y Nuevo León. En 2006, en Good Morning Aztlán, Los Lobos ya habían reverenciado el concepto del chuco, primero aplicado al extinto pachuco, y luego utilizado para referirse al territorio gringo en general, en “Chuco’s cumbia”. Con “Los Chucos Suaves” vuelven a poner el dedo en el renglón de su procedencia. La fusión que más les interesa es aquella que entrecruza la guitarra eléctrica con el acordeón, con el son y con el guapango. Y no importa qué tan bien dominen algún género, son una banda limítrofe.

Se podría decir que Los Lobos están pasando por su mejor momento. Pero eso podría decirse siempre: son incapaces de hacer un mal disco. Por el Grammy (aunque el prestigio del premio cada día sea más dudoso), pero sobre todo por el sonido de Native Sons, Los Lobos se encuentran en una cima que pocas bandas son siquiera capaces de acariciar. Que una banda sea longeva es un milagro del tamaño del mundo, pero que permanezca unida tanto tiempo y haga discos de la calidad de Native Sons es contra toda norma. Ningún equipo de futbol podría estar en la cumbre tanto tiempo, ni los Toros de Chicago en el básquet, ni Federer en el tenis.

Todo Native Sons es un ajuste de cuentas con sus influencias. A lo largo de los años han demostrado que son unos maestros a la hora de versionar a otros. El cóver que tienen de “Tomorrow Never Knows” no ha sido superado por nadie. Y si exageramos su versión puede que sea mejor hasta que la de los Beatles. Sí, de ese tamaño es el talento de este quinteto angelino. O esa estupenda versión tumbadona que hicieron de “Jockey Full of Bourbon” de Tom Waits, incluida en el EP Ride This. Pero más que ponerse a las patadas con Sansón, Native Sons es la carta de amor que todo músico le quiso mandar a Buffalo Springsteen con “Far What It’s Worth”. Esta rola es la prueba de la pertinencia que ha tenido Neil Young en el radar de Los Lobos. Aquí también hacen un cóver que ya hiciera Neil en Ragged Glory: “Farmer John”. Parecen los mismos Lobos de siempre y a la vez una banda rejuvenecida. Con mucha música todavía por dentro, muchos discos que sacar y mucha carretera que recorrer.

Algo deja claro Native Sons: que Los Lobos no han perdido el hambre. Y por el contrario, suenan tan poderosos como en sus mejores momentos, como en 1990 cuando brillaron con “I Can’t Understand” en The Neighborhood.