Sin compromiso

Ojos de perra azul

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Sin compromisoCortesía de la autora
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La primera vez que me casé tenía 16 años. Fue una ceremonia sencilla, en la tarde, tal vez viernes. No me puse ningún vestido blanco, llevaba el uniforme azul marino del colegio. Olía a escuela, a lápiz, a adolescencia. Mascaba chicle, hacía bombas para calmar la emoción y asegurar un aliento a frutas al momento del beso. Una cláusula decía: permanecerán juntos hasta que la muerte los separe (yo entendí suerte), en las alegrías y las penas, en la salud y la enfermedad. Se amarán por siempre. No entendía ese concepto, para mí, el futuro era ese instante, acaso se extendía hasta el próximo año escolar.

Aunque éramos menores de edad, no hubo impedimentos. Ninguno de los dos tenía bienes propios, el único valor material mancomunado era el par de anillos plateados que había comprado en el puesto de unos hippies en Coyoacán.

Grabé con marcador la fecha y nuestras iniciales. Escribí mi nombre en la esquina inferior del contrato nupcial. Mi amiga, que fungió como juez y testigo, me pinchó el dedo con un alfiler. Firmé el documento con sangre.

Hubo un pequeño inconveniente, el novio no se enteró ni asistió a la boda. No es casualidad que el ausente, lo juro, se llamara Ausencio. No diré el apellido.

Uno comete el error de casarse varias veces. Por desgracia, en mi tercera y cuarta boda los novios sí estuvieron presentes, me costó mucho trabajo deshacerme luego de ellos. En la sexta, la policía me detuvo cuando iba en camino al registro civil. La octava pareció un funeral, ahí mismo enterré a mi fatídico cónyuge. Mi décimo intento también fracasó, me escapé en la luna de miel para no cargar con equipaje ajeno.

El matrimonio aburre muy pronto, la misma cara y conversación, el mismo sexo, las rutinas  

EL MATRIMONIO ABURRE MUY PRONTO, la misma cara y conversación, el mismo sexo, las rutinas. Se pasa el tiempo mirando rostros que ya no dicen nada, sólo emiten quejas por la mala comida y las fallas domésticas. Se aguantan los celos mientras una se quiere ir con otro. Yo no quiero obligaciones, discusiones y reconciliaciones inútiles. Prefiero una relación donde prevalezca el deseo, los besos en la boca, las risas, la alegría de estar con el mismo, diferente cada vez.

Cásate conmigo, lector, y vivamos juntos pero separados. Acompañémonos de una forma diferente. No prometo cuidarte si te enfermas de Covid-19, tampoco serte fiel. Caeré en tentaciones, pero juro ante el mundo que sólo voy a escribirte a ti. ¿Aceptas?

*** Hazme entrar en sinrazón.