Dark, otro viaje en el tiempo

La teleserie alemana Dark ha concluido este año con su tercera temporada. El viejo tema literario
y popular del recorrido en el tiempo encuentra una nueva versión en esta historia. Sus protagonistas
no logran descifrar el loop que los atrapa y donde predomina un mundo “temible y amoral”.
Los objetos, como sus propietarios, viven experiencias diferenciadas de su trayecto, una aventura propia.
Y la convergencia de estos elementos abre un espacio a la fantasía que propicia a su vez la reflexión.

Dark
DarkFuente: thetecheducation.com
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Desde su aparición en 2017, Dark llamó la atención por su cuestionamiento constante. En esta época inundada por sagas genéricas para adolescentes, la serie alemana creada por Jantje Friese y Baran bo Odar se acercó a ese target, pero su valor consistió en exigir la atención de los espectadores. En ello tomó distancia de sus contemporáneas, además de lograr la actualización de relatos primigenios: la dualidad humana, la elección (o no) de la vida, la oposición libertad-destino, la eterna lucha entre el bien y el mal. El 27 de junio de 2020 se estrenó la tercera y última temporada de esta producción de Netflix, punto culminante de una narrativa que tuvo descalabros y promesas no cumplidas de manera satisfactoria en su fase final, pero que mostró una deconstrucción inteligente del camino del héroe y una aproximación monstruosa a los viajes en el tiempo.

EN DARK, los protagonistas conocen sólo algunos fragmentos de la profecía que marcará sus vidas y, por ende, se tornan incapaces de evitar el loop en el que se encuentran. De forma similar, los villanos no representan el mal encarnado, capaz de absorberlo todo. Es decir, no se trata de entidades absolutas con la capacidad de destruir. El único aniquilador absoluto es el tiempo, dios que nos consume cada día.

Desapariciones de niños. Parvadas y rebaños que mueren súbitamente. Fallas eléctricas que preceden diluvios. Avistamientos de personas sospechosas. Estos hechos evidencian que hay algo extraño en una comunidad de Alemania. Como ciertos pueblos de la ficción (Twin Peaks o Derry), Winden guarda secretos y relaciones problemáticas. Pronto sabremos que los secuestros se vinculan a una gruta, una silla eléctrica y una máquina de relojería que funcionan a la manera de portales a otras dimensiones. Hasta ahí todo se enmarca en una historia común con tintes de thriller y ciencia ficción. Pero a medida que la serie va avanzando se desvelan otras capas: profecías apocalípticas, logias secretas antagónicas y largas explicaciones sobre el libre albedrío y la predestinación de corte fatalista. Todo forma parte de una mixtura que implica viajes en el espacio-tiempo, el eterno retorno de las cosas y la (im)posibilidad de hacer todo lo que deseamos.

Tres de los grandes mitos de la humanidad (filosofía, ciencia y religión) se revelan como insuficientes frente al mundo temible y amoral en el que viven los habitantes de Winden: pueden viajar 33 años hacia el pasado o el futuro, pero nunca escapar de esa actualización de la Comala rulfiana. Hicieron, hacen o harán cosas terribles: Claudia matará a su padre al intentar salvarlo; Jonas se perderá en el agujero de gusano-cueva y así propiciará que Mikkel viaje a 1986, se vuelva su padre y se suicide en 2019; Martha viajará entre mundos queriendo evitar la muerte de su amado. A pesar de todo, los viajes en el tiempo representan un llamado a cambiar el destino.

YA SEA A TRAVÉS de una máquina, de agujeros negros o de gusano, el viaje en el tiempo se ha vuelto un tópico predominante en la cultura popular. ¿A qué responde su repetición y protagonismo en obras de ficción?

Más allá de tratarse de un tema de moda, el interés es genuino: nunca antes habíamos visto la imagen de un agujero negro supermasivo, como se reveló en 2019. Ergo, del puente de Einstein-Rosen a la plausibilidad de una máquina del tiempo sólo hay un DeLorean de diferencia. Su posibilidad nos recuerda que nada permanece, todo puede cambiar. Si un individuo tomó un camino en una versión del universo, en otra tendrá un recorrido necesariamente distinto. Dependiendo de la densidad argumental de su creador, el dilema del viaje en el tiempo se torna un problema existencial.

El cine y las series en particular han explotado el tema en años recientes. Ya en Donnie Darko (Richard Kelly, 2001) o Fringe (J. J. Abrams y Alex Kurtzman, 2008-2013) los personajes tenían preocupaciones éticas y ponían en juego la vida al realizar tales expediciones. Y es que a diferencia de Avengers: Endgame (2019), cuando se comprende desde una postura existencial, el viaje en el tiempo se vuelve una parábola de la imposibilidad de salir sanos y salvos. Nunca hay un regreso feliz a Ítaca, mucho menos un botón de undo que nos devuelva la comodidad de estar en un sillón viendo Volver al futuro, sabiendo que todo puede arreglarse. En eso, Dark se hermana a producciones como Looper (Rian Johnson, 2012), Interstellar (Christopher Nolan, 2014) y True Detective (Nic Pizzolatto, 2014), en donde la recompensa siempre va de la mano de una pérdida.

VIAJAR ENTRE ÉPOCAS y universos paralelos también invita a problematizar la relación con las cosas que nos rodean. En Dark, los objetos viajan en el tiempo y se vuelven depositarios de significados. Una pistola, un libro (Un viaje a través del tiempo, el ejemplar que nunca escribió H. G. Tannhaus), un impermeable amarillo, un dije de San Cristóbal (santo de los viajeros) o un celular: los objetos atraviesan el tiempo de la mano de sus propietarios y protagonizan su propia aventura temporal. Pasan de unos a otros dotando de información al nuevo dueño y abriendo nuevas líneas argumentales, creando con ello una correspondencia entre pasado, futuro y viceversa. Una herida interminable, como se le llama a Winden (¿qué herida hay más grande a la de un agujero en el espacio-tiempo?). Así, el objeto cobra una importancia inquietante; al dejar de ser un simple pedazo de materia, se convierte en un elemento eterno, un nombre que se ha perdido de nuestros recuerdos y regresa, que después de un diluvio vuelve. Un déjà vú. Quizá esa sea la mayor aportación de Dark: su capacidad de generar un espacio para el pensamiento y la autorreflexión sobre las posibilidades de transportarnos a otros sitios y circunstancias a través de la ficción.