Elogio de la azotea

Las grandes ciudades de mediados del siglo XX, donde vivieron padres y ancestros de los jóvenes actuales,
son por demás distintas. En particular, sus barrios tradicionales hoy resienten el impulso especulativo
de la llamada gentrificación que ha transformado sus espacios y encarecido su vida cotidiana.
De ese proceso da cuenta, desde la Pequeña Italia de su infancia neoyorquina, un director que no requiere
presentación, cuyo cine recupera parte de esas atmósferas iniciáticas, reveladas en lo más alto de los viejos edificios.

Elogio de la azotea
Elogio de la azoteaFoto: fotogramas.es
Por:

TRADUCCIÓN • ELÍAS CORRO

Fernand Braudel, el historiador francés, se refería a las épocas históricas anteriores como “planetas diferentes”. La ciudad de Nueva York de mediados del siglo en la que crecí es tan distinta y está tan alejada de la actual, en todos los sentidos, como la Tierra de Júpiter. Mi antiguo vecindario en el Lower East Side hoy es  un destino que está de moda, lleno de tiendas y restaurantes carísimos y nuestro antiguo departamento es probable que hoy cobre una renta astronómica. Lo que alguna vez fue la Pequeña Italia hoy son unas cuantas cuadras de restaurantes, tiendas y cafés por los que llevan a pasear a los grupos.

Y me pregunto, ¿la gente sigue subiendo a la azotea? Y de ser así, ¿qué es lo que ven?

Porque nosotros veíamos el cielo.

Había canciones sobre eso. La más famosa, “Up On the Roof”, escrita por Carole King y Gerry Goffin, y cantada por las Drifters. Y estaba la canción de las Supremes, “Up the Ladder to the Roof”. La azotea estaba también en las películas. Nido de ratas, de Elia Kazan, estaba situada en Hoboken, pero era una auténtica película de Nueva York, y la escena más tierna y romántica de la película sucede en la azotea.

La azotea era muchas cosas. Era donde la gente criaba y entrenaba palomas, como Brando en la película de Kazan. Era donde la gente se iba a broncear y a colgar la ropa en el verano. Era donde se daban los amoríos. Hasta bodas había en las azoteas —traté de recrear una de ellas en la sección de películas caseras de Toro salvaje. La azotea también está en Calles peligrosas y en mi primer trabajo, ¿Quién llama a mi puerta?

La azotea era nuestra escotilla y nuestro santuario. Las multitudes a toda hora, la basura y la mugre, el ruido perenne, el caos, la claustrofobia, la agitación perpetua de todo... subíamos al descanso, abríamos la puerta y estábamos arriba de todo. Podíamos respirar. Podíamos soñar. Podíamos ser.

Estas fotos reflejan una necesidad básica, literalmente: erguirte sobre la vida a tu alrededor y hallar refugio y paz.