Hipócrates y la enfermedad de la bilis negra

Redes neurales

Alberto Durero, Melancolía I, grabado, 1514.
Alberto Durero, Melancolía I, grabado, 1514.Fuente: wikipedia.com
Por:

El día de hoy, la Isla de Kos pertenece a Grecia. Así ocurría hace 25 siglos, en los tiempos de Hipócrates. Al decirlo de esa manera parece que la historia de esa tierra ha estado libre de conmociones. Es una pequeña isla del mar Egeo: mide 45 kilómetros en su eje más largo. Fue conquistada por los griegos, y según la tradición, estuvo relacionada con la guerra de Troya. Cuando nació Hipócrates, 460 años antes de Cristo, era dominada por Atenas. Desde entonces ha sido invadida y colonizada por los persas, los macedonios de Alejandro Magno, por Roma, Constantinopla y el Imperio Otomano. En pleno siglo XX, la isla fue ocupada por los nazis. Regresó al dominio griego en 1947.

Hasta donde sé, Hipócrates fue el primer autor en hablar de la melancolía, pero es difícil reconstruir la historia griega de la medicina. El paso de la información clínica queda oscurecido por las leyendas de la época. El propio Hipócrates fue objeto de relatos exuberantes: se le consideraba descendiente, por línea paterna, de Esculapio, el dios de la medicina, y de Heracles, por el lado materno. En teoría, la miel de una colmena situada en la tumba de

Hipócrates tenía poderes curativos. Algunos siglos después se dijo que el sobrino del Emperador Augusto resucitó cuando una estatua del médico fue levantada en Roma. Estos cuentos mágicos traicionan a Hipócrates: un pensador materialista que combatió la idea de que hay enfermedades “sagradas”. Su vocación lógica, por cierto, lo llevó a estudiar la ciencia matemática con Pitágoras.1

No es fácil verificar si salvó a Atenas de una plaga, pero recibió grandes honores en esa ciudad. Pericles, el político y orador, le pidió auxilio durante la plaga; el médico habría observado que los artesanos tenían menos riesgo de contaminarse. Bajo sus órdenes, los cadáveres de las víctimas fueron quemados, lo cual disminuyó la expansión de la plaga. En agradecimiento, los niños de la isla de Kos fueron educados de manera gratuita en Atenas. Hipócrates ha recibido un mayor crédito en la actualidad por su relación con Demócrito. Se decía que el filósofo estaba loco porque reía de todo. El médico fue a curarlo, pero sólo diagnosticó que era un hombre alegre, y no aceptó un pago por la consulta. Consideraba a Demócrito como su maestro.2

Se le llama el padre de la neurología. Setenta y dos tratados se encontraban en las vastas librerías de Alejandría, y conformaron el Corpus Hippocratium. Al parecer, sólo algunos fueron escritos por él; entre ellos, los relacionados con el sistema nervioso: Sobre las heridas de la cabeza y Sobre la enfermedad sagrada. Juzgó que la sacralidad de la epilepsia era un truco retórico de charlatanes, médicos y sacerdotes, para ocultar la incapacidad terapéutica. Hipócrates pensó que provenía de un mal funcionamiento cerebral: no era más sagrada que las enfermedades del riñón, el hígado o cualquier órgano. Se sabe que usó el término apoplejía para describir la aparición súbita de parálisis en la mitad del cuerpo, o en las extremidades inferiores. Observó que la lesión de la arteria carótida produce parálisis en el lado opuesto del cuerpo. La migraña, las lesiones de la columna vertebral y la meningitis aparecen en sus escritos.3

Las ideas de Hipócrates fueron el contrapeso necesario frente a las tendencias mágicas y religiosas de la mentalidad mediterránea .

Hipócrates hizo las primeras observaciones conocidas de eso que en francés se escribe mélancolie, en portugués melancolia, en italiano malinconia, en inglés melancholia y en alemán melancholie. Todas estas lenguas heredaron la etimología griega: melas, “negro”, y colé, “bilis”.1

Según la escuela hipocrática, había un exceso de bilis negra en la melancolía. Esta entidad se menciona unas cincuenta veces en el Corpus Hippocraticum.4 ¿Observó Hipócrates el patrón clínico descrito por los médicos psiquiatras de los siglos XIX y XX? Sería un exceso afirmar que este diagnóstico corresponde de manera fiel a lo que hoy llamamos depresión mayor. El médico griego dice: “si el temor o la tristeza duran mucho tiempo, tal estado es melancólico”,5 y menciona a una paciente que sufría “falta de apetito, desaliento, insomnio, accesos de ira, malestar”.4 En las formulaciones actuales de la depresión mayor se mencionan la disminución del apetito, el estado de ánimo deprimido, el insomnio, la irritabilidad y un malestar significativo.6 En otro momento del Corpus se afirma que, en las personas melancólicas, la sangre se “estropea por la bilis y la flema”, y “su estado de espíritu se perturba; algunos de ellos también enloquecen”.4 Estas palabras animan a muchos estudiosos a pensar que la melancolía era para los griegos una forma de locura relacionada con estados prolongados de miedo y tristeza. Esto se asemeja la depresión psicótica, descrita por la medicina contemporánea.

El que nunca haya existido evidencia de una relación entre la clínica melancólica y el exceso de la bilis negra, no impidió que esta teoría precientífica se extendiera en el tiempo y en el espacio. La expansión puede deberse, en primer lugar, a la autoridad de Hipócrates. Si bien la teoría de los humores era totalmente falsa, significó una herramienta del pensamiento materialista frente a las teorías mágicas y religiosas de la enfermedad. El poder metafórico del concepto pudo haber llenado un vacío cultural,7 al ofrecer una imagen y una explicación a un padecimiento capaz de llevar a los individuos más allá de lo razonable y lo comprensible. Aunque la explicación hipocrática era incorrecta, fue un recurso lingüístico necesario para estabilizar un constructo que sobrevivió a la Edad Media y el Renacimiento.

Las ideas de Hipócrates fueron el contrapeso necesario frente a las tendencias mágicas y religiosas de la mentalidad mediterránea. Por desgracia, se convirtieron en un nuevo dogma durante más de dos milenios. Sólo en los siglos recientes la observación clínica y la investigación científica han dejado atrás al Corpus Hippocraticum. Aun así, en plena edad de la razón y la ciencia hay lugar para leyendas: en la isla de Kos se rinde homenaje al árbol de Hipócrates, un plátano oriental considerado el más grande y antiguo de Europa, supuestamente con más de 500 años de edad, y que sería descendiente del árbol donde el maestro enseñaba a sus alumnos.2 Más aún: la influencia del médico de Kos está viva en el corazón del mundo neurocientífico. Si hago una búsqueda en las bases de datos más prestigiadas de la medicina, hasta un diez por ciento de los artículos neurológicos mencionan al Corpus Hippocraticum entre sus fuentes.3 Como puede verse, este ensayo no es la excepción.

Referencias

1 V. Kapsambelis, Términos psiquiátricos de origen griego. Palabras

y Plumas Editores, México, 2016.

2 Grammaticos PC DA, “Useful Known and Unknown Views of the Father of Modern Medicine, Hippocrates and His Teacher Democritus”, Hell J Nucl Med. 2008; 11 (1): 2-4.

3 T. Breitenfeld, Jurasic MJ BD, “Hippocrates: The Forefather of Neurology”, Neurol Sci. 2014; 35 (9): 1349-1352.

4 V. J. Domínguez García, “Sobre la ‘melancolía’ en Hipócrates”, Psicothema 1991; 3 (3): 259-267.

5 Hipócrates, Tratados, Gredos, España, 1982.

6 American Psychiatric Association, DSM 5.; 2013. doi:10.1017/CBO9781107415324.004

7 R. Bartra, Cultura y melancolía, Anagrama, Barcelona, 2001.