La feria y el ruido

Historia fragmentaria de la FIL Guadalajara

En forma de pequeños fragmentos, con sentido del humor, sarcasmo y sobre todo un profundo disfrute de la feria, Guillermo de la Mora nos descubre su experiencia en uno de los encuentros literarios más importantes del mundo de habla hispana. Aparecen desde el tráfico en los alrededores hasta un comentario sobre la migración y la violencia, las editoriales gigantes vs. la lucha de las independientes, los choques culturales y los desafíos de la corrección política, en este evento donde conviven lectores, escritores y hasta políticos

En esta FIL hubo más de 600 presentaciones de libros.
En esta FIL hubo más de 600 presentaciones de libros.Foto: Nabil Quintero / Cortesía FIL Guadalajara
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Cada año, un fantasma recorre la perla tapatía. Su nombre es FIL Guadalajara. Allí se encuentran lectores, decenas de políticos, cientos de escritores, miles de prestadores de servicio social y algunos profesionistas a sueldo.

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Vivo en Guadalajara, así que el primer día me fui en un Uber. Al ver mi gafete, el chofer soltó: “No me diga que va a la Feria, allí se pone refeo”.

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Con su avenida principal López Martirios y su cruce con la Mariano Atorado, Guadalajara se vuelve un estacionamiento al aire libre. Si los poetas recitaran, serían los embotellamientos más cultos de la historia.

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“Hay algo en el milagro de la naturaleza que hace que las olas se levanten, que las flores se abran, que las mariposas imiten a las flores y los pájaros, a las mariposas. En pocas palabras, la naturaleza que surge continuamente. Si en el arte, en la literatura, podemos aparejarnos a este movimiento, entonces podemos unirnos al milagro del origen", dijo Pascal Quignard, Premio Formentor 2023, en minúscula rueda de prensa.

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Si sirvieran vino en todas las presentaciones de libros habría más público, los presentadores lucirían su elocuencia y sería menos frecuente el silencio incómodo que ocasiona la falta de preguntas.

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En un evento importante, un alto funcionario citó en varias ocasiones El Principito, pero no El príncipe, que venía más a cuento.

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Se rindieron extensivos honores a un difunto (by the way, quien creó la feria), entre vítores, llantos, huapangos y fotos. La gente hacía fila para tomarse una selfie con la foto del ausente. Good bye, Sir Francis Drake tapatío.

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La Unión Europea fue la invitada de honor. En una mesa sobre migración se habló de lo difícil que fue para los europeos tomar tierras ajenas, más las penurias de apropiarse gran parte de la riqueza del mundo. Ganaron nuestra empatía.

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“¿Cómo es posible que el género humano siga luchando con toda la violencia imaginable contra sí mismo? ¿Cómo es posible que se sigan aceptando y fomentando las guerras, que se siga lucrando con ellas y que se rechace y desprecie a aquellos que han sido expulsados a causa de ellas de sus territorios?”. Lo preguntó Coral Bracho, ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2023, en su discurso de aceptación.

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En la Feria hay dos macrostands: en torno a ellos gravitan las editoriales medianas o independientes. Uno es Penguin Random House; el otro, Planeta. Algún día serán uno solo: Penguin Planet. Ya se vislumbran los icebergs.

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Por alguna razón se decidió que parte de las mesas sobre letras europeas se hicieran en el pasillo principal del recinto, en vez de usar los salones. Era difícil oír a los exponentes recitar poemas en veintitantas lenguas. Entre el escándalo, la poesía intentaba hacerse paso a trompicones, como en el mundo real.

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El ruido fue un invitado sin honor pero, eso sí, constante.

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La feria ofrece muchos libros y la comida es mala, cara. Tantos representantes de chefs d’État y tan pocos chefs culinaires...

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La mujer que controlaba el acceso al mezanine, recoveco donde se montaron charlas, tenía la convicción de que nadie debía pasar a la mesa que me tocó moderar. Ni público, ni autores, ni moderador. Nadie. Tenía un semblante divertido al negar el paso a todo el mundo. Quizá era una poeta infrarrealista.

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“Debería de haber una feria para escritores y otra para el público en general” escuché decir a un escritor español en una sobremesa. Cuando leyó sus poemas sonó un saxofón a tutti volumen.

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El área internacional ofrece sorpresas. Allí encontré Los geniecillos dominicales, de Julio Ramón Ribeyro, en el stand de Perú, y Cartas a la princesa, de Mario Levrero, en el de Uruguay. Como se dividen por nacionalidades, funciona como un Epcot Center de nivel.

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También compré Creación de la pedagogía nacional, curioso ensayo de Franz Tamayo, indio boliviano cosmopolita nacido a finales del siglo XIX. Lo vendían en el minúsculo stand de Bolivia. El empleado no tenía idea de su acervo, no aceptaba pago con tarjeta ni contaba con cambio. No tenía salida al mar.

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Escritores que sin dudarlo me habría llevado a comer pulpo zarandeado al Negro: Michel Onfray, Michel Houellebecq, Enrique Vila-Matas, Tatiana Tolstaya, Monika Maron, Peter Handke, Lada Žigo, Friedgard Thoma y Jacobo Bergareche.

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Vi stands vacíos o con baratijas. ¿No habrá manera de acercar a más editoriales independientes? ¿O poner puestos de tortas ahogadas?

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Ojalá algún día la promoción de la lectura se dé en las escuelas, aunque para ello se necesiten profesores lectores, directores lectores, incluso administradores lectores (utopía fundamental). Sin embargo, todo el mundo se ocupa de otras cosas, como difundir aquello que ignora.

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En la mesa Escritores diplomáticos, diplomáticos escritores, el único diplomático en funciones y autor era el embajador Berlanga. También participó Jorge F. Hernández, narrador y ensayista que fue despedido como agregado cultural de la Embajada de México en Madrid, por su sentido del humor. Ahora lleva la librería más antigua de Madrid, Pérgamo, y asienta: “Los escritores no merecen el encarcelamiento de sus almas.”

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En esa misma mesa, Ersi Sotiropoulos, poeta, novelista y exdiplomática, apuntó: “Escribir es un acto de rebelión contra la mediocridad… Cuando trabajaba en la embajada de Roma sabía que circulaban páginas sobre una de mis novelas. Se trataba de pasajes eróticos; no les hacía gracia que una pornógrafa trabajara ahí".

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La Unión Europea es la escuela privada más grande del mundo, produce juniors que escogen fácilmente su área de trabajo. Latinoamérica es más bien una secundaria de barrio que estrena laboratorios de cómputo.

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Había un camión de pasajeros ETN dentro del área nacional. Nunca vi a nadie subir a él, ni me explico cómo lo rodaron sin manchar la alfombra. Quiero pensar que, en la semana, erotómanos letrados le dieron vocación.

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La fiesta de Impronta Casa Editora tiene dos ventajas notables: está abierta a todo el mundo y cuenta con una azotea coqueta. Si uno espera media hora para tomar un trago servido con cuidado la puede pasar bien entre rotativas y cotorreo.

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Aún cala el cierre del bar y salsateca de nombre La mutualista. Allí bailaban editoras, traductores, escritores, periodistas, estudiantes. Ahora los idilios pasajeros y/o extramaritales de la FIL carecen de sitio para florecer.

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Varias charlas contaron con interpretación a lengua de señas, realizadas por una sola persona a la vez. Una acrobacia gestual a altas velocidades. Respeto total.

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“Desde hace tiempo, en esta cosa que llamamos polarización, se da la impresión de que sólo podemos platicar con personas que piensan igual que nosotros. Para eso están los espejos", dijo Maruan Soto Antaki al presentar su libro más reciente, Lo que hicimos mal los adultos, ilustrado por BEF.

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Te topas con amigos y enemigos por igual. Los abrazos tiesos y ajustes de cuentas están a la orden del día: manuscritos ignorados, remisiones sin pagar, contratos sin firma o favores por cobrar. La comedia humana.

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“Recuerdo la extraña sensación de haber visto en los mingitorios, hombro con hombro, a mi maestro de matemáticas y a Carlos Fuentes", confesó Antonio Ortuño, en la entrevista La FIL y sus personajes.

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Autores estonios, belgas, alemanes, franceses y holandeses hablaban español como tercero o quinto idioma. La hispanofonía crece en el mundo, sin armas de por medio. La hospitalidad, el clima y la gastronomía son en parte responsables. La literatura tendría que tomar también ese relevo.

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Entre otra miríada de libros se presentó la novela Historia personal de la derrota, de Filpio del Puente, su ópera prima. Trata del artista en busca de su libertad, siempre comprometida con el fatigante oficio de sobrevivir.

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De las ocho mil millones de personas que viven en el mundo, ¿cuántas de ellas pueden leer en una lengua no nativa? Los políglotas son los magnates de la cultura.

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Merezco abundancia de libros, merezco abundancia de libros, merezco abundancia de libros.

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Patricia Rosas Lopátegui presentó Elena Garro sin censura: entre papeles con orina de gato rescató cartas, diarios, guiones y traducciones, para redondear la figura de la autora. Más tarde, frente a enchiladas suizas del Sanborns, Rosas me contó de la casa de Cuernavaca donde Garro vivía con Helena Paz. Aprendí que comparto con la narradora una poco conveniente afición a la Coca-Cola.

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El historiador Christian Duverger presentó Memorias de Hernán. Luego de escribir una biografía en dos tomos sobre Cortés, La espada y La pluma; ahora explora la novela a fin de llenar los espacios que el rigor histórico no permite tocar. Presenta al militar como autor de La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, atribuida a Bernal Díaz del Castillo. Parece que su fama como conquistador y escritor era tal que suscitó la envidia del emperador Carlos V, quien prohibió imprimir y poseer su obra.

La poeta mexicana Coral Bracho, al recibir  el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2023.
La poeta mexicana Coral Bracho, al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2023.Foto: Eva Becerra / Cortesía FIL Guadalajara

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El proyecto Vindictas, de la UNAM, sigue con las recuperaciones de autoras. Ahora tocó a la colombiana Hazel Robinson Abrahams, con ¡No te rindas!, y a la chilena Marta Brunet, con la novela María Nadie. Ya suma 17 títulos.

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Esta vez no terminé ninguna velada en el piano-bar La copa de champagne que, además de ser referente de los trasnochados, queda cerca de mi casa. No sé si es un dejo de madurez o sólo cansancio.

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¿Dónde quedaron los escritores controversiales? La corrección política ha hecho de este evento literario una partida de cricket.

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Tras moderar una mesa acostumbro invitar a los interlocutores a El famoso Mario, de las taquerías más surtidas de la ciudad. Está en Av. Obsidiana 3544, muy cerca de la Feria. Es difícil llegar si no te lleva un local: ofrece un menú amplio y atiende el propio Mario. Vi a balcánicos y eslavos disfrutar tacos de lengua con guacamole. Los europeos occidentales (con frecuencia vegetarianos) descubrieron las quesadillas de tortilla de harina y el agua de horchata. Luego de días comiendo en el hotel les cambiaba la cara y agradecían como beduinos ante el oasis inesperado.

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Luego de la cena, deliré pensando con qué poetas me gustaría emborracharme en el infierno: Leopoldo María Panero, Constantino Cavafis, Jaroslav Seifert y Enrique Lihn.

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“Millonario no me voy a hacer, así que por lo menos voy a divertirme escribiendo”, subrayó Unai Elorriaga, novelista y traductor español, en la mesa El humor negro y la tragedia en la literatura.

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“Entre más libros, más libres” se citó a Enrique Tierno Galván durante la clausura, que pasó la estafeta a España. Espero que la presencia de ese país eleve la propuesta gastronómica en 2024. Tapas y vino para ponentes y público, por favor.

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Me perdí varias mesas, pero ahora están aquí, en YouTube: https://www.youtube.com/@FILGuadalajara

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Desvelados, gastados y bailados reposamos el término de esta feria. En unos días llegarán los empaches decembrinos. Nos vemos el año entrante.