Historia de tres revistas

Historia de tres revistas
Historia de tres revistasFoto: Especial
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En 1984 mi amigo Mongo y yo publicamos el primer número de una revista cultural a la que llamamos La Regla Rota, nombre que nos sugirió el inolvidable Adolfo Patiño (1954-2005), con solamente cuatro ediciones entre ese año y 1987. Se trataba de una revista impresa en offset con portada de cartón minagrís e interiores en papel revolución y armada “a mano”, esto es, capturábamos el texto escrito por el autor en una composer, que era una máquina electrónica para “parar” tipografía en largas tiras de papel que luego recortábamos y pegábamos en pliegos para la diagramación.

¿Para qué una nueva revista cultural en un país en el que había una larga tradición de revistas de muy alta calidad? Yo leía, y me gustaban, Vuelta, Nexos, la Revista de la Universidad, la Revista de Bellas Artes y varios suplementos culturales, de México en la cultura del diario Novedades, dirigido por Fernando Benítez, a La cultura en México de la revista Siempre!, dirigido por Carlos Monsiváis, y el sábado del diario unomásuno, dirigido por el entrañable Huberto Batis. Pero pensábamos que en aquellas revistas no existía el registro ni la crítica de otras culturas, sobre todo juveniles, como el rock, la plástica, el cómic, la fotografía, y que además pecaban de una solemnidad un tanto anacrónica.

En las páginas de La Regla Rota ensayamos una mezcla promiscua de contenidos y usamos un lenguaje coloquial, todo con un diseño agresivo y un tanto descuidado. Además de entrevistas, crónicas, historietas y gráfica, la crítica de la vida cultural era un tanto ácida, en un intento por recuperar los comentarios espontáneos que se vertían en los cocteles de inauguración o presentaciones de libros en galerías y recintos culturales.

No nos interesaba si se trataba de una revista contracultural o alternativa, ni siquiera lo pensamos, aunque más adelante leí a Escohotado y su concepto de contracultura, “El término inglés contracultura significa el intento de equilibrar la cultura occidental compensándola en aquellos aspectos cuya carencia está provocando su declive”, con el que, modestamente, estábamos de acuerdo. Tampoco fue una revista generacional, pues nos interesaba publicar a poetas como Germán List Arzubide, a fotógrafos como Graciela Iturbide y Pedro Meyer, y artistas como Felipe Ehrenberg, entre una profusión de jóvenes periodistas, escritores y artistas del performance. Aunque, eso sí, encontramos afortunadas coincidencias con revistas que se publicaban en los mismos años en San Diego/Tijuana, como La Línea Quebrada / The Broken Line, de Guillermo Gómez- Peña y Marco Vinicio González; como Macho Cabrío, de Óscar Malka, en Lima; La Selva Subterránea, en Buenos Aires; las madrileñas La Luna de Madrid y Madrid me Mata, y además Galimatías, que hacían en Guadalajara Julio Haro, Jis, Trino y Falcón, entre otros prominentes provocadores, como los llamó Monsiváis en un artículo, creo, para la revista Diva, que dirigía Roberto Diego Ortega (¿o fue en Su Otro Yo, que dirigía su padre, Vicente Ortega Colunga?).

La revista se distribuía en Tijuana, Guadalajara y otras pocas ciudades del país, adonde la enviábamos por paquetería. Muchas librerías la rechazaban por vulgar —la de la Cineteca y La Casa del Libro, en Coyoacán, por ejemplo— y, a los pocos años de haberla lanzado, una crisis con su respectiva devaluación nos obligaron a abandonar el proyecto.

Aunque se trataba de una revista crítica, no nos considerábamos de izquierda; así, nuestro desprecio por el PRI corría parejo con la denuncia de la dictadura castrista, como puede verse en el extenso dossier que publicamos sobre el documental Conducta impropia (1984), de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, que mostraba la represión a la disidencia cubana, la de izquierda y la homosexual, y su reclusión en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), que fueron verdaderos campos de concentración.

Con La Regla Rota organizamos numerosos conciertos y actividades artísticas en el Bar El Nueve, en la Zona Rosa capitalina, dirigido por el empresario teatral Henri Donnadieu, donde se escucharon los primeros éxitos de los nacientes grupos de rock de la década de los ochenta y se presentaron no pocos artistas del performance, como Marcos Kurtycz, El Sindicato del Terror y Eloy Tarcisio.

Después de La Regla Rota hicimos otra revista de rock, cultura y humor llamada La PUSmoderna, de 1989 a 1996, con la misma fórmula promiscua. Los primeros cinco números los armamos al viejo estilo, pero del seis al ocho pudimos hacerlos en una computadora en las oficinas del editor, Víctor del Real, donde también se pergeñaban otras revistas, como Gallito Comics, dirigida por el propio Del Real; Nitrato de Plata, a cargo de José María Espinasa y Dos Filos, dirigida por José de Jesús Sampedro en Zacatecas. El diseñador usaba un programa llamado Ventura, que significó un avance extraordinario en la formación de las páginas. Era asombroso ver cómo vaciaba el texto en las columnas y colocaba las imágenes y ordenaba cada elemento en la pantalla. Por 1993, más o menos, compré mi primera computadora, una Acer en la que armé las siguientes ediciones.

El primer número de Replicante salió de la imprenta en octubre de 2004, al que siguieron veinte ediciones más hasta 2009, cuando decidimos mutar de una revista impresa, trimestral, con un tiraje relativamente modesto —cuatro mil ejemplares— y grandes gastos en papel, impresión, transporte y distribución, a una publicación digital que redujo ostensiblemente sus costos de producción, incrementó exponencialmente la cantidad de lectores —no sólo en México—, hizo posible la comunicación inmediata entre editores, lectores y colaboradores de varios países y sobre todo nos permitió publicar con más frecuencia, actualizar contenidos y hacer correcciones, así como aprovechar todos los recursos de la red: la imagen en movimiento, el sonido, los hipervínculos y la interactividad.

La contracultura, si existe, vive en la red.