La poesía en Bellas Artes

La poesía en Bellas Artes
Por:
  • eduardo casar

La poesía es el cisne negro de los géneros literarios. Relumbra su prestigio pero deslumbra tanto que nadie se le acerca; apantalla, pero son pocos los que se interesan por leerla a yemas y tactos lentos, en el difícil braille que anulan los espejos. Es como una belleza tan apabullante que nadie intenta platicar con ella; a ver: hazle plática a Sofía Loren cuando te la encuentres en el cumpleaños de tu primo Paco.

EL ESPACIO LITERARIO

Es que la poesía es el resultado de una alta condensación. En términos de química lingüística, la poesía es a la prosa lo que el tequila es a la cerveza: podemos tomar una caguama de cerveza pero no una de tequila. Podemos leer durante doce horas Crimen y castigo pero no doce horas poemas de Octavio Paz, porque aunque lo traguemos no lo digerimos y nos intoxicamos y perdemos la paz y nos morimos.

En un evento vivo de lectura en voz alta, la actitud corporal de los que están oyendo es muy diferente si escuchan un cuento y entonces miran atentamente al lector, o un poema, donde bajan la mirada y más bien la dirigen hacia adentro: al interior, como dicen los reporteros. Porque la poesía subraya las dimensiones materiales del lenguaje, las pone en el primer plano del malecón del mundo perceptivo: primero, la sonoridad del lenguaje que nos toca con su martillo el yunque del oído, repercutiéndonos; y en segundo lugar pero al mismo tiempo, la visualidad del lenguaje (por así decirlo) en la que la imagen verbal que se incubó en nosotros por la fertilidad del enunciado, nace ajustándose desde adentro

hacia afuera de la imaginación, y nos va friccionando y nos irrita o nos lubrica geometrías conceptuales que en la memoria suenan como definitivas.

En la narrativa se registran acciones con cuerpos que las llevan a cabo, con enseres y equipo, entre escenarios que se transfiguran y crean una rara especie que se llama espacio literario.

En cambio, en la poesía lo que sucede no sucede: aparece, se alza como el géiser de una nota aguda y perece. Decía un poeta brasileño que las mujeres bellas no surgen: aparecen; y no se van: se alejan.

La narrativa nos da conciencia de la duración; la poesía, del instante. Lo que percibimos en la narrativa podemos contarlo luego a los demás, hacerles incluso una sinopsis muy entusiasmada; lo que percibimos en el poema sólo podemos comunicarlo si lo repetimos literalmente, con todas sus palabras y en el orden en el que fueron puestas.

La poesía viste mucho. Y también desviste, aunque quien es desnudado no puede argumentar por qué se está como deshojando, igual que el que baila no sabe cada uno de los motivos neurotransmisores que lo llevan a moverse como se está moviendo.

NO ES SÓLO UN PALACIO

Cada quien es totalmente del palacio que ha elegido, procurado y cultivado. Yo elegí el de Bellas Artes. Admiro a su arquitecto, Adamo Boari, cuya sala —en la que estamos—, por su longitud de vagón de tren es como la vena cava que sostiene el sistema circulatorio del resto del edificio.

Mi primer libro se presentó en su vestíbulo, en 1981, al lado izquierdo de la taquilla, en una mesita en la que estábamos Armando Pereira y yo. Enfrente había unas sillas en las que se sentaron unas diez personas, cinco de las cuales eran amigos nuestros. Seis, porque estaba mi mecenas, Ariel Contreras, quien pagó la edición. El libro se llama todavía Noción de travesía, y apareció bajo el sello de Ediciones Mester, cuyo dueño era Orso Arreola. Fue la primera presentación de libro a la que asistí, y me sentaba, como me siento, orgulloso y agradecido.

Pero sobre todo Bellas Artes es una institución. Y no sólo una edificación: Bellas Artes no es solamente el palacio.

SABINES Y SU LECTURA

En cuestiones de poesía es inevitable mencionar el recital de Jaime Sabines, únicamente comparable con la presentación de Juan Gabriel. Donde se manifiesta la tensión entre lo culto y lo popular.

—Estos son aplausos —dijo Sabines—, lo lastiman a uno...

Y entonces la gente, por lastimarlo, le aplaudió más.

Hay aquí dos variables factores: la poesía de Sabines puede escucharse y se comprende: si no totalmente, sí quedan versos, aunque se desvanezcan poco a poco. Contunde, focaliza frases poéticas memorables.

Y el otro factor tiene que ver con la vitalidad del espectáculo y la escena. Sabines leía muy bien: muy bien para que sus poemas alcanzaran a los otros. Porque el estilo Sabines de leer es a nuestra poesía moderna lo que el estilo Manuel Bernal fue a la poesía modernista.

Hubo también otro gran evento con Sabines y fue la celebración de sus sesenta años. Participaron numerosos poetas, algunos ahora ya septuagenarios. Fue en esta Sala Manuel M. Ponce que, por cierto, tiene una especie de ring de entrenamiento de la poesía allá en los camerinos: es un cuarto de espejos que ya lo quisiera cualquier poeta de paso. Es que ilustra muy bien esa idea de Gorostiza según la cual la poesía es una especulación, pero en sentido de un juego de espejos donde las palabras, puestas unas frente a las otras, hacen ver pasadizos secretos y puentes levadizos que no se ven sin ese acomodamiento de ángulos, sin ese pulimento de superficies. Con esa idea puede explicarse la inspiración.

"La poesía no es de grandes auditorios, porque exige una atención inhabitual. Cuando el público oye poemas baja la vista, como si mirara hacia dentro de sí mismo, para encontrar los ecos".

AUTE Y YO

Otra gran ocasión para la poesía fue cuando vino Luis Eduardo Aute y tuve la encomienda de entrevistarlo y conminarlo a que leyera algunos textos. Como la Sala Principal era excesiva, el asunto ocurrió en la entrada de dicha sala. El público se colocó vestibularmente en todo el entorno en el que alguna vez estuvo mi mesita de las diez personas. La presencia de Aute ilustra muy bien un hecho: la mayor parte de la gente consume su necesaria ración de poesía por medio de las canciones, así como satisface su necesidad narrativa por medio de la narrativa cinematográfica, para decirlo gráficamente.

La poesía no es de grandes auditorios, porque exige una atención inhabitual. Cuando el público oye poemas baja la vista, como si mirara hacia dentro de sí mismo, para encontrar los ecos, para dejar pasar la presa y tratar de atrapar su sombra. Cuando escucha una narración ve atentamente a quien la está narrando y su presencia no le estorba sino que lo enriquece, porque entran en juego los otros lenguajes de la gestualidad.

Aunque el clima puede cambiar las cosas: en 1968, con toda la semiósfera cargada de movilizaciones, el poeta ruso Yevtushenko llenó la Arena México, cuyo aforo es de alrededor de 17 mil personas.

LEER POESÍA

La poesía no llena grandes auditorios. Habría que anunciarla como algo secreto, algo así como decir que hay que entrar por el sótano, y además pedir que vengan arreglados como para una boda.

Debo enfatizar que a mí no me gusta la poesía intervenida, la poesía teatralizada por efectos ópticos o musicales. Prefiero al estilo Sabines: el poeta leyendo su poema, sin llorar, como hombre. Creo que a veces la poesía se interviene solamente porque hay escenario y se siente el imperativo de aprovecharlo ad ovo.

Leamos poesía en voz alta, leámosla en silencio todos reunidos; comentémosla, inventemos nuevos formatos. Seguramente la Dirección de Literatura intentará nuevos modos de llenar de contenido poético el recipiente de este palacio.