Las fronteras de la palabra

Las fronteras de la palabra
Por:
  • julian-santibanez

“Alos trece años, habíase enamorado ya de tres mujeres, cuando menos, mayores todas que él; de ésta, porque la vio llorar; de aquélla, porque era triste; de la otra, porque cantaba una canción que extraordinariamente le conmovía”.1 Así presentaba Nervo al protagonista de la novela El bachiller, muy en el tono del amante prototípico festejado hoy por cualquier mariachi: azotado, carnal, maniqueo, sufriente. Acaso por ello nos resulta tan cercano el poeta que emprendió un largo viaje físico y metafórico (nada equívoco), mismo que aún no concluye y nos roza con su aire alborotado. A su trabajo me asomo en las siguientes líneas.

EXPLORADOR EN TODOS LOS ÓRDENES

José Amado Nervo Ordaz nació en Tepic, en 1870. Tenía poco más de veinte años cuando dejó su casa y, con ella, la indolencia de aquella ciudad de fines del siglo XIX. Inauguraba así un itinerario que lo llevaría a Mazatlán, luego a explorar los límites de la capital mexicana y después los correspondientes de Francia, España, Portugal, Argentina, Uruguay. Acicateados por los periplos del escritor, sus textos emprendieron un camino propio: no sólo fue conocido en México. También, y mucho, por gente de a pie en América Latina y España. La travesía como cuestionamiento de los confines fue sello simbólico de su trabajo, porque dilató las fronteras entre géneros. Firmó por igual crónicas de bailes, notas sociales, novelas, cuentos, ensayos, poemas y hasta zarzuelas.

El 24 mayo de 1919 murió en Montevideo quien ha sido uno de los autores mexicanos más internacionales (“nuestro as de ases”, según López Velarde).2 Fungía como ministro plenipotenciario de nuestro país. Ahí en Uruguay le rindieron a Nervo aparatosos homenajes y al barco con su ataúd lo saludaron de forma desbordada en cada puerto a su paso. Ya en México, miles de fans —presumibles lectores o escuchadores suyos— lo recibieron en Veracruz para acompañarlo a la capital. Enterrado el 14 de noviembre en la Rotonda de los Hombres Ilustres, casi alcanzó seis meses de ceremonias.

"Mientras con la mano derecha se consagraba como cantor del fuego divino, con la izquierda ensalzaba a transgresores sexuales. Más de una vez se aventuró en los bordes del escándalo, canijo y saleroso".

El suyo fue el cortejo fúnebre más populoso de la historia mexicana. Habría sumado la asistencia de unas 300 mil personas, según calcula Carlos Monsiváis en Amor perdido.3 Eso significaría una concurrencia mayor que la reunida por Pedro Infante, María Félix o Cantinflas. Conviene subrayar que el celebrado no era estrella de cine o televisión, sino un versificador capaz de manejar el poema como elemento de cohesión social. Si es verdad que no podemos entender aquello que no tenemos palabras para nombrar, que requerimos del lenguaje para comprender y enunciar, ahí radicaría una arista fundamental de la penetración social de Nervo. Fue el primer nacional que trascendió el círculo culto de la lírica y se plantó, tajante, en la arena popular de inicios del siglo XX. A partir de versos avalados por el sistema educativo —era diplomático— y memorizados en las escuelas nos dotó de un vocabulario que cuenta la felicidad del amor, el sufrimiento y las zonas intermedias.

Un personaje de El donador de almas pregunta: “¿Por qué aman las mujeres a los poetas? Porque reconocen en los poetas ‘algo de ellas’”.4 Creo acertada la paráfrasis: ¿Cuándo ama la gente a un poeta? Cuando reconoce en él algo suyo. Eso ocurrió con el tepicense: fue el primer rockstar que-es-de-todos décadas antes de nacer el rock y convertido por sí mismo en un producto de mercadotecnia previo a que ésta existiera. Actualmente muchas parejas, algunos nerds y los señores de edad siguen acudiendo a él en ediciones baratas cuando sienten un incendio por dentro y necesitan decir cosas inflamadas como “Su diadema es una flor / y su collar dieciocho años”.5 También si quieren pronunciar frases grandilocuentes del tipo “sabed que soy feliz, pues fui querida, / que en una hora de amor viví una vida / y que a todos los vientos que encontrare / un mensaje daré para el Amado: / ‘Oh viento, gran suspiro perfumado, / ¡olvídeme de mí si le olvidare!”.6 La gente aplica con versos como estos aquello de la película El cartero de Neruda: La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita. Ese logro de Nervo no es menor.

[caption id="attachment_923451" align="alignnone" width="696"] Nervo con su hijastra y musa, Margarita Dailliez. Fuente: cincocentros.com[/caption]

LA CRÍTICA ANTE EL CURSI

El próximo 24 de mayo recordaremos el centenario de la muerte de este escritor que, a lo largo de cien años ha hecho todo menos estar “en paz”, como pedía en uno de sus textos más conocidos. Aunque sus batallas se han desarrollado en varios frentes, la crítica sigue siendo uno de los más convulsos: va de la defenestración a la revaloración y de regreso. Algunos Contemporáneos lo tildaron de cursi, mientras Gilberto Owen le dedicó “Padre Nervo que estás en los cielos”7 y en “Muerte sin fin” de José Gorostiza se cuelan resabios de “La hermana agua”. José Emilio Pacheco advirtió cómo Octavio Paz y José Luis Martínez lo colocaron con otros en el infierno de los autores del “corazoncito de México”,8 si bien se retractaron. José Joaquín Blanco comenta que en varios poemas presenciamos un “simplismo expresivo y mental” y “las bodas de Baudelaire con [el padre] Ripalda”.9 En cambio, subraya que en los cuentos vibra un estilista “más complejo, culto y divertido”.10

Por su parte, Juan Villoro ha puesto el acento en la relevancia de Nervo para el sentimentalismo mexicano, para la conformación de los protocolos de nuestra expresión sensiblera, así como la influencia contundente que tuvo sobre Agustín Lara, puntal definitorio de la cultura lacrimógena latina.11 Y es que bien ha subrayado la doctora Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara, de la Universidad Autónoma de Nayarit: “Nervo logró unir a Iberoamérica antes de que hubiera personajes de los medios de comunicación”.12 Entre otros estudiosos contemporáneos proclives al novelista de Mencía están Rosa Beltrán, Vicente Quirarte, Carmen Boullosa. Además destaca la labor de Gustavo Jiménez, investigador y director del sitio Amado Nervo, lecturas de una obra en el tiempo, y la de Eliff Lara, coeditor con Jiménez de la edición crítica de su Poesía reunida, publicada en 2010. Así, el escritor resulta hoy vigente para la crítica, es desmenuzado desde ópticas complementarias.

HETERODOXIA ASUMIDA

Las interpretaciones opuestas que Nervo suscita entre los intelectuales quizá se expliquen con base en dos rasgos irrebatibles: lo vasto de su obra y su carácter múltiple a más no poder. Señalo a continuación dos señas que revelan contemporaneidad en su trabajo, profusión, el uno y los muchos que fue, ambivalente o, de plano, jinete estricto y a contrapelo, al mismo tiempo.

Para ser de vena conservadora, el autor de Serenidad fue poco conservador. Es verdad que desde su primera novela, El bachiller (sobre un seminarista que se castra para evitar el pecado), mantuvo un discurso conveniente para Estado, Iglesia y familia. En él encomiaba la castidad, aunque la cantara imposible:

Carne, carne maldita que me

[apartas del cielo,

carne tibia y rosada que

[me impeles al vicio:

ya rasgué mis espaldas con cilicio

[y flagelo

por vencer tus impulsos, y es

[en vano: ¡te anhelo

a pesar del flagelo y a pesar

[del cilicio!13

Sin embargo, mientras componía escenas melosas y con la mano derecha se consagraba como cantor del fuego divino, con la izquierda ensalzaba a transgresores sexuales. Más de una vez se aventuró en los bordes del escándalo, canijo y saleroso. Me interesa destacar el filón temático que une el poema “Andrógino” y la novela El donador de almas, por mencionar dos textos suyos de distinto género.

Entre las oposiciones de orden filosófico aquilatadas por los modernistas, como realidad vs. sueño, resultó fundacional aquel ser que a un solo tiempo es pleno hombre y plena mujer. Ese tercer sexo que remite al estado primero, previo a la separación, se desdobló en el andrógino (la condición espiritual) y el hermafrodita (la coexistencia física de los dos sexos).

Apunta el investigador José Ricardo Chaves: “[Si bien] el andrógino no nace literariamente en el siglo XIX, éste fue su momento privilegiado, gracias al impulso que le dio la imaginación romántica”.14 En efecto, el ideal del ser-que-es-ambos-en-uno nació con Platón, se desarrolló con Ovidio y perdió vigor con el cristianismo, hasta que en el Renacimiento, neoplatónicos y cabalistas lo pusieron de nuevo a circular. Desde el Romanticismo hasta el modernismo ocupó el centro, la intersección de dos vías. Por un lado estaba la mística, donde la sexualidad doble hacía factible la superación de los opuestos y, por otro, la profana, que aclamaba la opción de nuevos goces, más allá de la heterosexualidad y la reproducción pragmática.

Asimismo, las primeras décadas del siglo XX atestiguaron una nueva dinámica social: la moda andrógina. Resultado de la confluencia de factores sociológicos, económicos y sicológicos, la mujer se liberó tanto del corsé como de la cintura de avispa que marcaron definitivamente el siglo previo. Comenzó a usar pantalón, se cortó el pelo y adoptó la silueta relajada, como de garçon, léase “de muchacho”. La transformación modeló un nuevo cuerpo femenino, más libre y ambiguo. Este cambio no escapó al cronista social mexicano, quien abrevó tanto de la tradición literaria como de la vida cotidiana y pasó ambas por el filtro de su pluma de filo agudo, para entregarlas nuevamente cuestionadas.

SÍNTESIS DE UN SIGLO LOCO

En el soneto “Andrógino”, de su libro Poemas, Nervo se dirige a un ser impreciso, singular:

Por ti, por ti clamaba cuando

[surgiste,

infernal arquetipo, del hondo Erebo,

con tus neutros encantos, tu faz

[de efebo,

tus senos pectorales, y a mí viniste.15

El poema entero consta de versos de doce sílabas con rima consonante; cada uno se divide en dos partes con diferente número de sílabas (7+5). Ello acaso refleje la dualidad asimétrica del ente retratado: combina la “faz de efebo” con los “senos pectorales”. No está compuesto por dos mitades iguales. Además, el cuarteto que abre el texto contrapone lo infernal y la oscuridad del Erebo con los encantos del personaje que no meramente recibe admiración: se deja venir.

El segundo cuarteto acentúa la tensión:

Sombra y luz, yema y polen a un

[tiempo, fuiste

despertando en las almas el crimen

[nuevo,

ya con virilidades de dios

[mancebo,

ya con mustios halagos de mujer

[triste.

Entre descripciones antitéticas, aquí nos enfrentamos al único encabalgamiento del poema, entre los versos 5 y 6: “fuiste / despertando en las almas el crimen nuevo”. Es como si, para referirse al delito que el andrógino inspira, fuera preciso aumentar el ritmo y dejar atrás la respiración pausada del anterior cuarteto. Otro elemento enfatiza la acción: “fuiste” es el único verbo de la estrofa, pues “despertando” es una forma no personal. Por otro lado, la rima A de los cuartetos acentúa tres verbos conjugados y un adjetivo femenino: surgiste-viniste-fuiste-(mujer) triste. En tanto, la B enfatiza la cualidad homoerótica del personaje y su raíz oscura: Erebo-efebo-(crimen) nuevo-mancebo. La rima cae en palabras exactas que presentan a un ser brumoso y doble que hace cosas. De esa manera, forma y fondo están en correspondencia.

Llegamos a los tercetos, la resolución, donde la voz poética parece colocarse al centro de la escena:

Yo te amé porque, a trueque

[de ingenuas gracias,

tenías las supremas aristocracias:

sangre azul, alma huraña, vientre

[infecundo;

porque sabías mucho y amabas poco,

y eras síntesis rara de un siglo loco

y floración malsana de un viejo

[mundo.

Así la voz confiesa su amor en pretérito por el ser abstruso que incita a la debacle moral. Y suma razones de tufo modernista para explicar su terca devoción: las aristocracias, la sangre azul, el alma huraña. Destacan los elementos de clase y el ímpetu con que el autor destaca la no-fertilidad del andrógino como uno de sus atractivos dignos de mención.

Si bien en las primeras estrofas el escritor no ha sido parco en atributos, aquí multiplica su número: se trata de una cascada de adjetivos. Pareciera no ser suficiente lo dicho antes para justificar el amor por el protagonista: poseía gracias ingenuas, aristocracias supremas, sangre azul, alma huraña, vientre infecundo; era síntesis rara del siglo loco, floración malsana del mundo viejo. Aunque la rima de los tercetos —CCD EED— no parece aportar novedades, junto con los acentos internos de estos versos subraya el perfil disímbolo del ser ideal, como en mucho-poco, rara-loco, malsana-mundo. Y de nuevo deja en claro que la voz narrativa no es el centro del texto, sino el andrógino. El lector se queda con varios datos respecto a éste, pero sin información sobre el vínculo entre ambos. El poema funciona por lo que dice pero también por lo que sugiere, que el lector debe aportar. Con certeza no habrá sido cualquier cosa escribir esto en 1896.

HERMAFRODITISMO INTELECTUAL

De algún modo, la vena contestataria del soneto comentado se alinea con el eclecticismo espiritual de Nervo. Aunque escribió textos católicos en toda regla, fue igualmente sacrílego al equiparar sus pesares con los divinos: “Yo, Maestro, cual Tú, subo al Calvario / y no tuve Tabor, cual lo tuviste”.16 Además publicó versos de inspiración budista: “¡Oh! Siddharta Gautama, tú tenías razón: / las angustias nos vienen del deseo; el edén / consiste en no anhelar, en la renunciación / completa, irrevocable, de toda posesión”.17

En narrativa también se permitió la transgresión. La novela El donador de almas expone en un muy logrado tono de chacota el caso del médico Rafael, quien mantiene una relación muy cercana con Andrés, su pupilo. Éste pregunta al primero: “¿Crees que yo te quiero?”. Rafael dice: sí. “¿Con un cariño exclusivo? ¿Que a nadie en el mundo quiero como a ti?”. El aludido contesta “sí”. En agradecimiento a su tutor, Andrés le ofrece un don único: le regala un alma, de nombre Alda. Ahí la narración despega los pies del suelo y empieza el tono fantástico, en registro de ironía. El contacto entre la mujer mental y el médico provoca que se enamoren, al punto de que Alda se pasa a vivir al cerebro de su nueva pareja. Resultan un caso de “hermafroditismo intelectual”.18 Así Rafael “se amaba de amor a sí mismo; con la placidez nipona con que Buda contempla su abdomen rotundo, así el doctor se contemplaba a pesar de no ser nipón”.19 Qué lujo de chispa para contrariar el amor ortodoxo. Pronto llegan los desencuentros —por ejemplo, Alda es “absorbente y caprichosa en todo: ¡mujer al fin!”—20 y se impone el divorcio. Ya sin la intrusa, Andrés y Rafael terminan juntos. Como es evidente y más allá de intereses personales, Nervo supo asimilar las propensiones de su época, vaciarlas en palabras cotidianas y con distintos tonos narrativos para así revisarles las costuras. Después, claro, se ríe y nos hace reír al vernos en ellas.

En lo privado, el intelectual de Tepic tampoco se ciñó a las buenas conciencias. Durante once años fue amante de Ana Cecilia Luisa Dailliez, la amada inmóvil, aunque al no estar casados ni por la ley ni por la iglesia no permitía que los vieran juntos, porque “no teníamos derecho de amarnos a la luz del día”.21 Al morir Ana, el literato asumió el rol de tutor de Margarita Dailliez, hija de la difunta. Pronto la volvió su musa y cuando la chica tenía quince años le pidió en líneas exaltadas: “Dame tu boca tan fresca, / dame tus brazos tan firmes [...] ¡dáteme toda tú, virgen!”.22

Tanto en estas aproximaciones al andrógino y al hermafrodita —además del cuento “Aventura de carnaval” y el ensayo “Hermafrodita”, entre otros—, como en su propia vida personal, Nervo se revela contemporáneo nuestro. Además es sincrético de fines del siglo XIX y principios del XX, innovador, está alerta ante los cambios y, a veces, adelantado a ellos. Hombre que gustó de “abejear por el espacio sin límites”, como Alda, estiró los márgenes de lo que podía decirse en un texto. Nada menos.

"Nervo es innovador, está alerta ante los cambios y, a veces, adelantado a ellos. Hombre que gustó de 'abejear por el espacio sin límites', como Alda, estiró los márgenes de lo que podía decirse en un texto. Nada menos".

FORMA COMPLEJA Y MUTIPLICIDAD

Sus primeros libros, Perlas negras, Místicas (ambos de 1898) y Poemas (1901) tienen como eje la experimentación, como cuando detalla: “tus íes tienen risa / y tus equis se enroscan como garfios // o fingen un connubio de culebras / o la cruz chueca y negra de un penado”.23 En esos textos iniciales asoma ya el Nervo con dominio de la cadencia, si bien al final de su vida el creador pareció sacrificar la forma para centrarse en la catequesis. En las novelas se permitió licencias que llamaríamos actuales y dejó que sus narradores intervinieran en la anécdota e hicieran bromas a costa de los personajes.

En el mismo tenor, fascinado por la astronomía, también atendió las narraciones esotéricas del pueblo: en ambos polos del espectro encontró motivos de creación. Por otro lado destacan sus cuentos fantásticos y, de nuevo, avant la lettre —“El país en que la lluvia era luminosa” resulta anticipatorio de la ciencia ficción.

El autor manejó con soltura este despliegue temático y de géneros que casi ataranta. Y aunque su nombre figure en el nombre de la ciudad de su nacimiento, Tepic de Nervo, así como en el aeropuerto, varias escuelas, calles y un equipo de futbol, su domicilio en toda regla son textos rotundos, orondos, en perfecta coreografía de lo que dicen y cómo lo dicen.

LA MÚSICA DE LAS LETRAS

En la poesía de Nervo es notable la precisión que hilvana los versos. En particular en las primeras publicaciones, el autor juega con rimas y ritmos. Sus líneas mueven las caderas mientras cantan quedito lo de María Zambrano: La poesía es el estado más musical de la palabra. Aquí, un ejemplo soberbio:

[...] No te puedo dejar: ¡estoy tan

[solo!

No me puedo esconder porque me

[encuentras,

no te puedo matar porque me mato,

no te puedo apagar porque

[me hielas...

Inmortal, ten piedad de mi calvario,

desciñe los tentáculos, ogresa,

que lastimas las llagas de mis

[plantas

clavadas en la cruz de la impotencia.24

Son versos de once sílabas con cierta rima asonante, pero sabiduría sonora. En el primer cuarteto aparecen acentos en las sílabas tercera, sexta y décima, con lo que el énfasis recae en “[no] puedo” y en un infinitivo que destaca la impotencia: dejar-esconder-matar-apagar y las consecuencias si lo intentara: solo-encuentras-mato-hielas. En contraste, el segundo cuarteto alterna el acento en las sílabas tercera, sexta y décima con el énfasis en segunda, sexta y décima. La combinación acentual dota al texto de sorpresa.

Antes vimos el dominio de Nervo en el dodecasílabo asimétrico (7+5 sílabas), pero domina también el simétrico (6+6). En el siguiente ejemplo, el ritmo replica los cascos de los caballos bien alimentados:

El metro de doce son cuatro

[donceles,

donceles latinos de rítmica tropa; son cuatro hijosdalgo con cuatro

[corceles:

el metro de doce galopa, galopa...

Eximia cuadriga de casco sonoro que arranca al guijarro sus chispas

[de oro;

caballos que en crines de seda

[se arropan

o al viento las tienden como

[pabellones;

pegasos fantasmas, los cuatro

[bridones

galopan, galopan, galopan,

[galopan...25

Sobresale la audacia de repetir cuatro veces el verbo al final y resulta notable cómo nos permite oír a la caballería mientras se acerca. Si bien el lector puede no advertir estos despliegues de estilo, sin duda percibe el compás de fondo. El escritor llena los versos de una tensión minuciosa entre sonido y sentido, como pedía Paul Valéry.

"No puede ser casual que  El día que me quieras  se convirtiera dos veces en canción. En 1935, Gardel grabó la paráfrasis escrita por Alfredo Le Pera a los versos de El arquero divino".

DE  GARDEL A  NEGRETE

Ante esta melodía que se transparenta bajo las letras, no puede ser casual que el poema de Nervo “El día que me quieras” se convirtiera dos veces en canción. En 1935, Carlos Gardel grabó la paráfrasis escrita por Alfredo Le Pera a los versos de Nervo incluidos en El arquero divino:

El día que me quieras

la rosa que engalana

se vestirá de fiesta

con su mejor color

y al viento las campanas

dirán que ya eres mía

y locas, las fontanas

me contarán tu amor.

Se dice que Gardel compuso la melodía en un bar neoyorquino mientras afuera alguien cantaba boleros. Quizá la base rítmica se metió en la melodía y por eso es la canción menos tango del Zorzal Criollo. En 1945 Jorge Negrete cantó el exacto inicio del poema de Nervo, musicalizado por Manuel Esperón, faltaba más:

El día que me quieras tendrá más

[luz que junio;

la noche que me quieras será

[de plenilunio,

con notas de Beethoven vibrando

[en cada rayo

sus inefables cosas;

y habrá juntas más rosas

que en todo el mes de mayo.26

En la película Tal para cual, Jorge Negrete entona “Gratia plena”, mientras en los cuarenta Manuel Bernal, el declamador de América, con su voz anchurosa lleva “Cobardía” por el país y el extranjero. Años después, Cornelio Reyna le pone música norteña a “En paz”, Los Panchos toman el primer verso de “Si tú me dices, ‘¡ven!’” para uno de sus boleros más socorridos y en 2013 Pablo Milanés graba su interpretación de “Muy cerca de mi ocaso”. El compás natural de Nervo y su influjo en un amplio espectro social explicarían la presencia de sus versos en la escena popular.

HALLAZGO A MIS NUEVE AÑOS

Cierro con un apunte personal. Aunque empecé a leer igual que cualquier niño, a los ocho años descubrí los libros. Pronto me perdía en ediciones infantiles de Mujercitas o Sherlock Holmes. Poco después vi en el librero de casa un tomo pequeño, con escaso texto en cada página. Me gustó leerlo porque las líneas rimaban, las tomé por cancioncitas. Lo siguiente fue memorizar “En paz”: me gustaba su caminado, sin saber qué cosa era, ni de quién.

Al poco tiempo mi papá me instó a recitar aquellas líneas durante una reunión en casa. Ahí estaba yo en la sala, de unos nueve años, vestido bonito y la cola de caballo peinada con limón, diciendo de memoria los versos que no sabía que lo eran. Quizá al sentir en la boca la textura de las palabras dichas en voz alta, quizá ahí me picó el virus de la poesía, tan necio. Ahora, con algunos libros de versos que llevan mi nombre, juguetear con palabras sigue siendo lo que más disfruto. Y sí, todavía recuerdo “En paz”.

Por todo lo dicho, de orden intelectual y a flor de piel, académico y emotivo, cómo no subrayar los entusiasmos que me provoca Nervo, celebrar la lectura del viajero que exploró márgenes físicos, estéticos y de motivos, temáticos, de estilo, de potencialidades y géneros. Pocos como él han logrado, con iguales arrestos, volver de ese modo elásticas las fronteras de la palabra.

Agradezco a la Universidad Autónoma de Tepic la invitación para impartir en mayo

de 2018 una conferencia a partir de los elementos centrales de este texto. Vaya también mi gratitud a Lorena Hernández y a la doctora Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara.

Notas

1 Amado Nervo, El bachiller, el donador de almas, Mencía y sus mejores cuentos, UNAM/Penguin Random House, México, 2017, p. 30.

2 Citado por Gustavo Jiménez, “Prólogo”, en Amado Nervo, El bachiller, el donador de almas, Mencía y sus mejores cuentos, op. cit., p. 9.

3 Carlos Monsiváis, Amor perdido, Editorial Era, México, 1977, p. 85.

4 Nervo, op. cit., p. 93.

5 Amado Nervo, Obras 3, Poesía reunida II, CONACULTA/UNAM, México, 2010, p. 549.

6 Amado Nervo, Obras 3, Poesía reunida I, CONACULTA/UNAM, México, 2010, p. 306.

7 Gilberto Owen, “Al divino Nervo”, Manchas de Tinta, núm. 1, Toluca, 30 de mayo, 1920, p. 12.

8 José Emilio Pacheco, “El retorno de la poesía popular”, Letras Libres, 31 de mayo, 2000. http://www.letraslibres.com/mexico/el-retorno-la-poesia-popular

9 José Joaquín Blanco, “Los cuentos de Amado Nervo”, Nexos, 1 de noviembre, 2000. http://www.nexos.com.mx/?p=9825

10 Idem.

11 Juan Villoro, “La transmigración del deseo”, conferencia dictada en el Instituto de In-

vestigaciones Filológicas, UNAM, 3 de junio, 2016 http://www.youtube.com/watch?v=

cJeDnuRgNno

12 Lourdes Pacheco, “Amado Nervo cuentero y las mujeres”, en Amado multiforme: doce miradas sobre Nervo, Miguel González Lomelí (coordinador), Comunidad de Artistas e Intelectuales de Nayarit, A. C./Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Nayarit, Tepic, 2003, pp. 51-59.

13 Nervo, Poesía reunida I, p. 212.

14 José Ricardo Chaves, Los hijos de Cibeles. Cultura y sexualidad en la literatura de fin del siglo XIX, UNAM, México, 1997, p. 130.

15 Nervo, Poesía reunida I, p. 274.

16 Idem, p. 225.

17 Nervo, Poesía reunida II, p. 531.

18 Nervo, El bachiller, op. cit., p. 92.

19 Idem, p. 98.

20 Idem, 107.

21 Citado por Carmen Boullosa, “Nervo, Ruelas y Agustini: Triángulo funambulesco”, Revista de la Universidad de México, 82, UNAM, México, 2010, p. 36.

22 Nervo, Poesía reunida II, p. 550.

23 Nervo, Poesía reunida I, p. 264.

24 Idem, p. 293.

25 Idem, p. 436.

26 Nervo, Poesía reunida II, p. 892.