Manson revisited

El corrido del eterno retorno

Manson
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Cincuenta años después de los asesinatos perpetrados por la familia Manson, en 2019, tres documentos volvieron a poner el tema en primer plano. Uno es la película Once Upon A Time In Hollywood, de Quentin Tarantino. El otro es Chaos (Roca Editorial), de Tom O’Neill. Un reportaje fascinante que en más de cuatrocientas páginas se dedica a revisar exhaustivamente los pasos que dio Charles Manson antes de la culminación de la muerte de Sharon Tate y compañía. Y el tercero es la serie documental Los hijos de Sam, donde se le relaciona con una secta de satánicos que presumen de ser los responsables de los crímenes achacados a David Berkowitz.

Ya antes, en 2015, la fascinación por Manson se había tratado en la serie Aquarius. Fue cancelada tras dos temporadas y la historia quedó inconclusa. Un año después, Emma Cline exploró el tema desde la ficción en su novela Las chicas (Anagrama 2016), que arroja una mirada sobre el clan, pero no desde la figura de su líder, sino desde la de un personaje ficticio que formó parte de la familia pero no estuvo presente durante los crímenes.

De todas las aproximaciones anteriores a la figura del perpetrador del llamado crimen del siglo, la más incendiaria es el libro de O’Neill. En primer lugar porque desafía la teoría retorcida del helter skelter —el título de la canción de los Beatles—, establecida por Vincent Bugliosi, autor del libro homónimo Helter Skelter (Contra, 2019), el más vendido sobre el caso Manson y fiscal de distrito durante el juicio al líder y los miembros de la Familia que perpetraron la matanza. Bugliosi fue el más acérrimo detractor de O’Neill, a quien amenazó con demandar si publicaba sus teorías sobre Manson. De hecho, Chaos salió a la venta sólo después de la muerte de Bugliosi. Antes hubiera propiciado un debate público. La razón por la cual estaba en contra de O’Neill es porque tiraba por la borda su credibilidad como fiscal. Según O’Neill, Bugliosi se benefició de Manson para convertirse en una celebridad y se hizo de la vista gorda ante una enorme cantidad de pruebas que no fueron tomadas en cuenta durante el juicio.

EN CHAOS, O’NEILL sigue la pista de Manson hasta sus primeros días, cuando era un delincuente de poca monta. Y va juntando las piezas que lo llevan hasta el momento de los asesinatos. Refuta la teoría de que haya ordenado los crímenes para introducir el caos y desatar una guerrilla racial. Y también pone en duda la certeza que pesa sobre él de haberse vengado contra Hollywood por ser un artista frustrado. Para O’Neill, fue un experimento del gobierno que se salió de control; a lo largo del libro hay pruebas, bien documentadas, de los contactos que Manson tuvo con un par de instituciones psiquiátricas que experimentaban con LSD, cuyo fin era poner en práctica el control mental (un asunto que siempre ha obsesionado a los gringos).

A quién le interesaba que Manson no fuera apresado. O’Neill saca a la luz evidencia de informes de la CIA  

Pero O’Neill va más atrás, hasta cada una de las faltas cometidas por Manson que fueron toleradas por su oficial de libertad condicional. Como robo de autos, caer en prisión, ser sospechoso de asesinato. O’Neill se pregunta por qué en cada una de estas ocasiones Manson fue puesto en libertad. De haber sido detenido, jamás habría fundado la Familia y los crímenes posteriores no habrían ocurrido.

A quién le interesaba que Manson no fuera apresado. Nadie se salva del escrutinio de O’Neill. Saca a la luz evidencia de distintos informes, tanto de la CIA como del FBI. Y va en busca de todos los involucrados y solicita los expedientes del caso, para toparse con una maraña de dificultades. Los que siguen vivos no quieren hablar, los expedientes se extravían o simplemente no se los facilitan. Y entre más se sumerge el autor en ese pantano, a uno como lector le duele la cabeza al no encontrar una salida para semejante laberinto.

Tras varias décadas, finalmente, O’Neill tomó la decisión de publicar su libro, que incluye algunas entrevistas con Manson. Y concluye que cuando éste murió, en 2017, “todo mundo prefería la idea de él a la realidad, y muerto era más ideal que nunca: el hippie asesino de los sesenta”.

Una realidad que según O’Neill le convenía a Estados Unidos: a los gringos les urgía terminar con esa era de amor y paz. Querían acabar con ella porque les inspiraba verdadero terror.