Mariana Enríquez: El legado del mal (Segunda parte, sólo on line)

Mariana Enríquez: El legado del mal (Segunda parte, sólo on line)
Por:
  • miguel angel morales

¿Quién es la tercera persona que camina al lado tuyo? La pregunta inquietante que se hace T. S. Eliot en La tierra baldía y que sirve de epígrafe a Nuestra parte de noche es la mejor descripción a la obra de Mariana Enríquez. Durante 25 años sus historias han revelado los aspectos más monstruosos de la psique humana. La suya es una literatura sobre el mal y nuestros miedos, coincide la crítica. Nuestra parte de noche amplía ese registro: se regodea lo mismo en el horror lovecraftiano, las sociedades secretas y el gótico rural, que en la violencia que caracteriza a Argentina, aunque en realidad retrata la modernidad latinoamericana. Un padre y su hijo escapan del mandato del linaje (el niño pertenece a una orden mistérica). Así descubrimos la herida aún abierta de la dictadura argentina, las desapariciones y los secuestros de menores, la complicidad de las élites con la represión militar, además de movimientos estudiantiles y una crisis económica eterna. Juan y Gaspar protagonizan un viaje al corazón de las tinieblas de una familia, un cuestionamiento sobre el legado que dejaremos en la tierra. ¿Es posible escapar a la herencia? ¿Qué hacer con un legado maldito? ¿Cuál es la responsabilidad paternal en un país moribundo? ¿Cuánto de la identidad se construye a partir de los secretos?

Hoy, el factor sobrenatural, metafísico y religioso ha sido opacado por elementos racionales. Sin embargo, la literatura fantástica siempre ha puesto en cuestión esta perspectiva; ahí pueden convivir los mitos y aquello que no podemos explicar. En Nuestra parte de noche, lo desconocido tiene una presencia fundamental a través del ocultismo, los mitos y las religiones paganas. ¿Qué te atrae de estos temas?

En este libro retomo sobre todo las leyendas y el santoral pagano argentino. Lo hago porque me gusta el horror folk, así que intenté buscarle el lado de horror que tiene, aunque hay santos benévolos que ayudan. Estos elementos funcionan en varios planos: uno muy lovecraftiano tiene que ver con el monstruo de la Oscuridad, un dios primigenio. Otro se relaciona con Juan y varios miembros de la Orden, con una especie de mitología de ángeles caídos o dioses griegos; otro plano es el de los mitos populares. Los incorporaré a la literatura argentina, donde no suele vérselos tanto. Por ejemplo, Borges escribió gran cantidad de cuentos fantásticos y ninguno se basado en leyendas populares. Eso es una suerte de desprecio.

Desde hace largo tiempo, el género fantástico vive una inmensa popularidad en cómics, videojuegos y adaptaciones cinematográficas de libros juveniles. ¿Qué opinas de este fenómeno en la literatura? ¿Existe aún el ninguneo hacia obras consideradas populares?

Creo que tiene mucho más que ver con los circuitos de prestigio y de legitimación de la literatura, que con lo que le gusta a la gente. Lo que el mercado disfruta son Harry Potter y El señor de los anillos. Por ese tipo de producciones el género ha sido asociado con los lectores juveniles, pero en realidad el fantástico está en todos lados. Se encuentra en novelas como Nunca me abandones de Ishiguro o El cuento de la criada, de Atwood, enmarcadas dentro de la ciencia ficción, o en una obra como Otra vuelta de tuerca, de James. El hecho de que el género fantástico se haya reducido a lo juvenil me parece un problema de restringir la imaginación y no pensar ciertas cosas desde otro lugar, que no sea sólo la simbiosis con lo real. De esa manera vos no podés pensar otros mundos. El género te permite esa distancia.

Creo que en los países de lengua española el problema es más agudo. Eso no ocurre en la literatura japonesa ni en la inglesa ni en la norteamericana. Tiene que ver con un mercado orientado a los jóvenes en cine o en otros formatos. Si vos entrás al cine, verás actualizaciones de La Ilíada: dioses peleando entre ellos. Las películas de superhéroes, Marvel y DC son nuestra versión de Homero; están orientadas al mercado juvenil e infantil y eso pasa porque los chicos son quienes más consumen eso. El mercado está pautando el consumo y te dice qué tenés que escribir, no solamente qué tenés que leer.

¿Militas en algún movimiento feminista contemporáneo?

Soy feminista por mi manera de vivir, pero no soy militante. Siempre fui económicamente independiente. Escribo y desde que soy adulta no dependo de nadie más que de mí; no sé si querría depender de alguien. Tal vez cuando sea más vieja. Quiero decir que aunque no sea militante, mi forma de vivir es feminista y las cosas que hablo con mis amigas tienden hacia pensarnos a las mujeres como sujetos más o menos libres.

¿Qué lugar tienen lo oscuro y lo dañino en una cultura que privilegia lo saludable y la rectitud de pensamiento? ¿Qué opinas sobre la postura de emparejar obra y vida?

Es muy problemático. Creo que es una pérdida que si decís, por ejemplo, “Me gusta William Burroughs”, la primera respuesta sea “Pero mató a su mujer”. Cuando lo leo, eso no me importa. Al que le importe que no lo lea, listo. A mí no me parece relevante en cuanto a su obra y su genio. No me parece convincente ninguno de los discursos que señalan: No te puede gustar porque eres mujer, No te puede gustar porque es el discurso del opresor, No te puede gustar porque es colonizante. Me puede gustar igual. Cualquier obra en cualquier circunstancia se puede problematizar y complejizar. Yo puedo darme cuenta de que una obra es colonizante y aun así gustarme. Puedo leer a Burroughs sabiendo que es un femicida y parecerme brillante. Es más peligroso censurar, porque además lo que se censura en cualquier época, como las malas conductas, va cambiando. Es más arriesgado que sea una forma de control, una manera de decirte Esto es lo que puedes pensar, puedes llegar hasta acá, a éste no lo puedes leer. Yo puedo leer y pensar lo que quiera mientras no actúe de una determinada manera, pero aplicarle esa lógica a la ficción es terrible. Lo mismo la cultura de la cancelación: Está cancelado porque se le acusa de ser una mala persona. En ese caso no hablaré con él y ojalá haya justicia en cuanto a lo que hizo, pero no quiere decir que yo deje de verlo o leerlo. Para mí son carriles diferentes y me preocupa muchísimo la moralina que hay detrás de eso, sobre todo con las mujeres, como si nosotras fuéramos buenísimas todo el tiempo.

¿La literatura que aborda los aspectos oscuros e inaccesibles podría resultar más subversiva?

Hay una enorme hipocresía en nuestros países, donde uno convive con narco, gobiernos de ultraderecha como en Brasil y ataques a minorías, pero una clase media ilustrada te habla de cancelaciones, mientras admite en su vida todo este tipo de cosas que no le afectan por cantidad de cuestiones. A mí me interesa un escritor que pueda pensar la mente de un hombre violento, una masculinidad problemática, animal. Veo una película como Muere monstruo, muere (Alejandro Fadel, 2019) y me interesa. De Midsommar me impresionó la capacidad de Ari Aster para ver el vínculo en donde ella es casi una participante de un crimen a partir de su vulnerabilidad. Me parece preocupante decir que un varón no puede hablar de una mujer vulnerable o que un hombre no puede escribir una película como esa que, paradójicamente, termina en una venganza por parte de ella. Hay que defender eso. Es necesario dar libertad a esos personajes femeninos, y no digo empoderamiento como lo entienden las agencias de publicidad, sino ambigüedad. Ella se empodera en el crimen y en la empatía de la gente siniestra.

Se empodera desde el mal. Está bien como discurso, como relato. Si sanitizamos todo, no podemos tener estas discusiones y nos perdemos de los matices. Eso siempre implica peligro.