Nosotros, de Jordan Peele

Nosotros, de Jordan Peele
Por:
  • naief_yehya

Advertencia: se incluyen spoilers.

La tijera es una herramienta simétrica de corte que depende de dos navajas idénticas pero invertidas. En su segundo largometraje, Nosotros (Us), Jordan Peele la convierte en arma icónica: sirve para recortar muñecos de papel o rebanarle la yugular a alguien. Es un híbrido incómodo y fascinante, una obra maestra expansiva, una máquina de evocaciones y un dispositivo de reflexión, una cinta política y una metáfora del horror de una sociedad injusta. Al inicio se anuncia que miles de kilómetros de túneles subterráneos atraviesan Norteamérica, un sistema de comunicación secreto bajo los pies de la nación. Así evoca la ingenua campaña Hands Across America, de 1986, que buscó reunir fondos contra el hambre en África y Estados Unidos, al hacer que seis millones de personas se tomaran las manos en una línea que atravesara el continente de costa a costa.

La narrativa comienza en una feria cerca de Santa Cruz, California, que una pareja visita con su hija, Adelaide (Madison Curry). En una distracción del padre, la niña se aventura, manzana caramelizada en mano, a una casa de los espejos. Entre las sombras ve a su doble, su doppelgänger. La manzana alude al fruto prohibido y al pecado original, al descubrimiento de un mundo peligroso al otro lado del espejo. Es una cita nada sutil de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll (1865).

El filme salta al presente cuando los Wilson, Adelaide (Lupita Nyong’o, genial en dos papeles), su esposo Gabe (Winston Duke) y sus hijos, la adolescente Zora (Shahadi Wright Joseph) y su hermano, Jason (Evan Alex), quien usa máscara, vacacionan cerca de Santa Cruz. Son una familia negra de clase media alta que pasa las vacaciones con sus amigos, los Tyler, la fabulosa Elizabeth Moss, Tim Heidecker y sus gemelas. Desde niña, Adelaide arrastra la convicción de que su doble la encontrará de nuevo. Tras un día en la playa, los Wilson vuelven a la casa donde duermen, pero descubren que los vigilan cuatro personas con overoles rojos y tomadas de las manos.

Arranca entonces lo que parece un thriller de invasión doméstica, al estilo de Funny Games, de Michael Haneke (1997), aunque la trama es más compleja. Los otros son versiones salvajes de los originales: la otra Adelaide se llama Red (el color del overol y la manzana) y es la única de ellos que puede hablar. El otro Gabe usa la fuerza para someter a sus víctimas, la otra Zora tiene una perturbadora sonrisa, mientras el otro Jason camina a cuatro patas, también con máscara. No hay duda, los recién llegados quieren matar a los Wilson y reemplazarlos. Si bien evocan al doctor Jekyll y el señor Hyde de Robert Louis Stevenson (1886), no sólo representan los aspectos complementarios del bien y el mal, la conciencia y el inconsciente, la civilización y la barbarie. También hay una referencia a La máquina del tiempo, de H. G. Wells (1895), en concreto a los elois, seres infantilizados y decadentes que temen la oscuridad, y a los morlocks, obreros subterráneos que hacen posible el confort de los elois. A estos otros —nos-otros— les llaman aquí The Tethered (los atados) y son reflejo sociopolítico de la desigualdad, la marginación. Jason dice al ver a los invasores: “¡Somos nosotros!”. Luego Adelaide les pregunta: “¿Qué son ustedes?” y Red responde: “Americanos”. Aquí se enfatiza la dualidad del título: Us, nosotros y US, United States.

"En una distracción del padre, la niña se aventura, manzana caramelizada en mano, a una casa de los espejos. Entre las sombras ve a su doble, su doppelgänger”.

Peele pone en escena una cinta con perfectas dosis de humor, crueldad y cinismo, pero también una que echa mano de coreografías violentas y un trabajo de cámara extraordinario de Mike Gioulakis. El director es un verdadero virtuoso de la cultura popular: la utiliza para crear una sinfonía que integra música de Michael Abels, citas que incluyen a Hitchcock, Kubrick, Romero, Carpenter, Spielberg, Craven, además de la política y la nostalgia por la Zeitgeist de los ochenta.

Lo que parecía una pesadilla familiar se revela como un ataque nacional: los dobles están asesinando a sus originales. Sin embargo, intuimos que sólo sucede entre las clases altas: los dobles vienen a exigir lo que sienten que les corresponde. No tendría sentido reemplazar a los desposeídos. Los doppelgängers encarnan un concepto central del pensamiento del sociólogo, historiador y activista afroamericano, W. E. B. Du Bois, quien planteó en The Soul of Black Folk (1903) que el afroamericano debe contender con “dos almas, dos pensamientos, dos luchas no reconciliadas; dos ideales en guerra en un cuerpo oscuro, cuya solitaria fortaleza sólo evita que se rompa en dos”. Los hombres negros estadunidenses se ven perseguidos y cazados “por lo que los blancos piensan de ellos y por lo que ellos piensan de sí mismos”. Los Wilson saben que su privilegio puede percibirse como traición ante quienes no han salido de los ghettos.

El horror de Peele es tecnológico y social, no supernatural y psicológico. En su anterior Get Out! (2017), la Orden de Coagula secuestra negros jóvenes para usarlos como envases, de modo que ancianos blancos tengan otra oportunidad de vivir sanos e hipersexualizados. Así se lobotomiza la individualidad y se invade el cuerpo con una mente ajena. En ese filme aparece el lugar hundido, adonde el protagonista es llevado para arrebatarle su conciencia; en Nosotros está el complejo subterráneo de túneles donde los otros viven olvidados. Esa red parece una metáfora de los caminos que en el siglo XIX usaban los esclavos para escapar al norte. Si bien Get Out! se enfocaba en las relaciones raciales, Nosotros es un estudio de las clases sociales.

Casi al final sabemos que los Tethered resultaron de un experimento fallido del gobierno para clonar a la población, quizás con fines similares a los de Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro (2005): usarlos como proveedores de órganos de repuesto. Pero los seres idénticos a sus modelos aunque sin voz y brutalizados por la vida subterránea fueron abandonados. En 1986 una niña pudo escapar y sustituir a su original en una casa en Santa Cruz. La verdadera Adelaide tuvo que pasar una vida de agonía bajo la tierra mientras Red, su doble, vivió en el exterior, se casó y tuvo hijos. La verdadera Adelaide organiza la revuelta para vengarse y retomar lo que le toca.

La campaña Hands Across America costó más de lo que recaudó y tuvo lugar cuando la extrema derecha empezó a consolidar su poder en Estados Unidos. Así conecta el pasado con el presente trumpiano, con la pauperización de las clases populares y el encarcelamiento masivo de la población negra. Los dobles pueden ser vistos como las clases bajas que regresan rencorosas y envalentonadas por la retórica de Trump a causar dolor, escribe David French. La ironía de la cadena humana en este tiempo de polarización extrema resulta mordaz. Nosotros es una obra compleja, una visión caleidoscópica, por momentos enmarañada, con demasiados hilos sueltos (¿la máscara es una referencia a La noire de… (Sembene, 1966)? ¿Las gemelas Tyler reflejan a las niñas de El resplandor (Kubrick, 1980)? ¿La idea del reemplazo se vincula con la obsesión de la extrema derecha del genocidio blanco?). Por todo lo anterior, es una obra espléndida que será disfrutada por décadas.