Osorno en busca del fuego

El sino del escorpión

Vaquero del mediodía
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Al fondo de su grieta en el muro, el alacrán elucubra sobre la cinta Vaquero del mediodía, en la cual su director, el escritor y periodista Diego Osorno, y un amplio equipo, se lanzan cual detectives salvajes en busca del poeta desaparecido Samuel Noyola (Monterrey, 1964).

El poeta surge en la calle, se rebela, escandaliza, bebe sin tregua y seduce mujeres. La burocracia cultural de Monterrey lo repudia. Samuel debe varias (incluso atracos, dicen) y despierta rencores. Deambula por la Ciudad de México y en un impulso viaja como miliciano a Nicaragua a defender la revolución sandinista. Regresa para perseverar como bardo salvaje hechizado por Octavio Paz (dedica su primer poema en Vuelta "a los hermosos ojos azules" del poeta). En la capital, a pesar del aprecio del Nobel, se repiten violencias y excesos, entrega despojada y radical a la poesía: la encarnación de un demonio poético. Se extiende su leyenda de poeta bárbaro, borracho, incendiario. Juan Villoro le presenta a Mario Santiago y el infrarrealista, al ver al personaje norteño de sombrero, botas y hebilla reluciente, le regala su poemario Beso eterno (1995) y estampa en la dedicatoria el apodo que identificará a Samuel en adelante: Vaquero del mediodía.

La muerte de Paz acrecienta su embriaguez, su desesperanza, y si bien dormía siempre donde lo alcanzaba la noche, el nuevo siglo y su propia voluntad lo empujan a la indigencia: el poeta perdido, desdentado, abandonado. Trabaja de franelero y duerme encobijado a las puertas del Salón La Maraka, en la colonia Narvarte, cuando lo rescatan para ofrecerle un cuarto, un coche destartalado donde seguir soñando. Los vecinos del callejón lo acicalan con ropa prestada para ir a Bellas Artes a presentar su libro. Es visto y filmado por última vez en la fuente del Parque México de la colonia Condesa en ¿2012? y desaparece. (Donde quiera que esté, Samuel se ríe de todo esto).

Noyola regresa para perseverar como bardo salvaje hechizado por Octavio Paz 

El escorpión relee los poemas de los tres libros de Noyola reunidos en El cuchillo y la luna (El Tucán de Virginia / Conarte, 2011), prologado por Minerva Margarita Villarreal y Víctor Manuel Mendiola, y asequible en internet. Recupera del librero su ejemplar de Tequila con calavera (Vuelta, 1994), segundo libro de Noyola, y también el único poemario de Osorno, Ninguno / Tú y yo (2004), recibido de manos del buen Diego hace más de quince años.

El venenoso sabe de los poseedores del don del canto, prometeos capaces de hallar el fuego para regalarlo a la comunidad. En el peregrinaje en pos del fuego hay quienes se quedan en el camino, otros arden con él (Noyola, Darío Galicia, Mario Santiago). Algunos más llegan a la fuente cuando el fuego se ha extinguido. Pocos siguen buscando.