¿Por qué debe el estado apoyar la creación?

¿Por qué debe el estado apoyar la creación?
Por:
  • veka-duncan

Algunos pensarán que preguntarse sobre el apoyo a la creación artística por parte del Estado es banal en un contexto de crisis, cuando las prioridades del gasto público deberían encaminarse a resolver problemas más urgentes, como el servicio de salud o la economía. Precisamente por eso plantear el tema es ahora más importante que nunca: no sólo porque esté en riesgo ese apoyo, sino porque también está en riesgo la economía.

En 2017, la Asamblea Nacional de Agencias Estatales para las Artes de Estados Unidos (National Assembly of State Arts Agencies) creó un documento que precisamente busca responder la pregunta: ¿Por qué debe el gobierno apoyar las artes? La primera razón que enlistan es la económica. Por supuesto, esta conclusión no sorprende tratándose de una propuesta estadunidense, pero tiene aún más sentido a la luz de los números: al momento de publicar el reporte, la producción artística y cultural aportaba 4.2  % del PIB de ese país, con un crecimiento de 35.1  % entre 1998 y 2014. En resumen, la cultura aporta más a la economía de Estados Unidos que las industrias de la construcción, el transporte y la agricultura, cada una por separado. El reporte concluye también que el ámbito de las artes en esa nación ha impactado, a su vez, en la creación de empleos en otros sectores, siendo uno de los más beneficiados el de los negocios chicos; esto resulta muy importante en el contexto actual, pues serán las empresas medianas y pequeñas las que recibirán el peor golpe con la crisis que se avecina.

Al incluir también el impacto de la cultura y las artes en otros sectores, como el educativo, el turístico y el inmobiliario, entre otros, la Asamblea Nacional de Agencias Estatales para las Artes de Estados Unidos propone el apoyo gubernamental a la industria cultural como una estrategia integral para el crecimiento y el desarrollo. Estas ideas han tenido una importante resonancia en el paquete de rescate económico por la emergencia sanitaria en ese país, con un apoyo de 75 millones de dólares a seis fondos e institutos dedicados a las artes y las humanidades, entre ellos su Fondo Nacional para las Artes.

LAS CIFRAS MEXICANAS no son muy distintas. En 2019, el sector cultural aportó 3.2  % al PIB. En contraste, la industria aérea contribuyó con 3.05  %. Sin embargo, existe mayor consenso sobre la necesidad de construir un nuevo aeropuerto  que sobre la exigencia de que la industria cultural pueda seguir desempeñando su labor dignamente. En México decimos sentirnos muy orgullosos de nuestra cultura; nos congratulamos de que haya presencia mexicana en los escenarios más importantes del mundo y nos emocionamos al ver filas de turistas contra los muros azules de la casa de Frida. Sin embargo, si un trabajador del INBA exige los derechos laborales básicos, como recibir su quincena puntualmente —¡la osadía!— y contar con prestaciones de ley —¡el atrevimiento!—, o cuando un artista o escritor reclama la necesidad de fondos públicos para la creación, le restamos importancia a la cultura. Lo cierto es que cada tanto tiempo nos encontramos en la penosa necesidad de salir a la defensa del quehacer artístico y cultural.

El debate por el apoyo a las artes no es nada nuevo en México y tampoco es que tengamos la patente. En 2011, el gobierno británico cortó el presupuesto del Consejo de las Artes (Arts Council) en 30  %, suscitando un gran debate sobre la pertinencia de los apoyos gubernamentales al sector. En entrevista con la BBC, Erica Whyman (ahora directora artística adjunta de la Royal Shakespeare Company) habló sobre la noción de que usar fondos públicos para las artes era entregar el dinero de ingenuos contribuyentes para cumplir los caprichos de un grupo, una idea que hace mucho eco en nuestra situación actual. Su respuesta a ese prejuicio incluye el factor económico, pero va más allá, afirmando que al no apoyar las artes se daña el bienestar de una sociedad. El planteamiento de Whyman es interesante porque a pesar de reconocer la relevante contribución económica del sector, cuestiona que ésa sea la razón principal para defender la pertinencia de las artes, pues para ella centrarse en el argumento económico implica caer en la lógica de que sólo las actividades que generan crecimiento merecen inversión pública. Whyman continúa asegurando: “Las artes no sólo hacen que una sociedad sea ‘grande’, sino también cohesionada, inteligente y mejor equipada para expresarse libremente”. Y eso no se puede medir en números.

DE AQUELLA EXPERIENCIA británica surgieron interesantes reflexiones de las que deberíamos tomar nota. El 5 de enero de 2012, The Guardian publicó un artículo del dramaturgo David Edgar en el que volvió a plantear la pregunta ¿Por qué debemos apoyar  las artes? para, de cierta manera, cuestionar cómo la hemos contestado. Edgar sospecha, por ejemplo, de los argumentos que resaltan el valor social del arte y retoma debates previos sobre la manera en que ese enfoque atenta contra la libertad artística, convirtiendo la producción generada bajo apoyo gubernamental en una herramienta política que podría tener como consecuencia que solamente se otorguen apoyos a proyectos enfocados a las prioridades sociales del gobierno en turno. Si bien Edgar también retoma estudios interesantes sobre el impacto social de las artes en ámbitos educativos y cívicos, su ensayo es poderoso porque cuestiona la relevancia de la pregunta en sí, pues el rol de las artes es también cuestionar cómo funciona la sociedad y enfrentarnos a la disidencia. Por ello, exigirle que opere como un apoyo social, bajo los mismos preceptos de un programa asistencialista, es contrario a lo que las artes encarnan, porque si algo representan las artes es el disenso.

Están ahí para confrontarnos, ya sea obligándonos a cuestionar aquello que quizá no queríamos ver o al ponernos frente a una visión del mundo muy distinta de la nuestra. Al hacerlo, las artes fomentan el debate y la confrontación de ideas, y de eso se trata la democracia. Si además podemos vivir de hacerlo y generar empleos con ello, no veo el motivo de seguirnos preguntando por qué apoyar su creación.