Rosas la pistola

El corrido del eterno retorno

Guns N’ Roses.
Guns N’ Roses.twitter.com
Por:

We’re Fucking Back! es el nombre de la más reciente gira de Guns N’ Roses, que a su paso por México bien pudo rebautizarse We’re Fucking Cursed, por todas las broncas que les cayeron encima. En Guadalajara el estadio estuvo tan vacío que el regreso de Panda sin duda hubiera vendido más entradas. Ése es el riego que corres cuando pones los boletos de General A en cuatro mil varos. Mérida también fue un fiasco. Que un tardío boletos al 2x1 no pudo resolver.

En la Ciudad de México la misma banda pidió que el concierto se cancelara. Al final se llevó a cabo y dieron portazo, ah, como en los buenos viejos tiempos, cuando el rock no era una escuela para aprender buenos modales, y tuvieron que acortar el show. Sumemos las peleas internas, que aunque no se hicieron públicas, seguro existen.

Pero por muchas ganas que el grupo tuviera de abandonar el país, todavía les faltaba el concierto en Monterrey.

SÓLO EXISTE ALGO PEOR que un téibol en decadencia, y eso es una banda en decadencia. Pero no importan los muchos problemas que se le presenten a Guns N’ Roses, no es una banda deleznable. Al menos no en vivo. Y aunque han perdido aquel salvajismo que los caracterizaba, por miles de razones, empezando por la edad, sobre el escenario la química entre Paquita la del Barrio Rose, Slash y Duff McKagan continúa intacta. Así lo demostraron la noche del 23 de octubre en el estadio de los Sultanes. Que son una de las mejores bandas en forma de las que están fuera de forma.

Pese al domesticamiento, Guns sigue siendo
una banda con cierta aura de peligro

El escepticismo que pende sobre Guns no afecta a otras bandas. Por ejemplo, Kiss o Rammstein. Cuando acudes a sus conciertos sabes que vas a presenciar un espectáculo. Como el Cirque du Soleil o el Tihany. Pero con Guns sabes que pesa más la leyenda que la puesta en escena, y por esa misma reputación quizás prefieras ahorrártela que verla como a un perro moribundo. Sin embargo, si decides asistir a uno de sus shows corres con la suerte de que todo salga bien y oigas que todavía es capaz de atravesar las paredes.

Abrieron con “It’s So Easy”, una declaración de principios tan potente que Duff tituló así su biografía, pero la guitarra de Slash no se escuchaba. Siguió “Mr. Browstone” y los problemas técnicos persistían, pero ya en “Chinese Democracy” se solucionaron y a partir de ahí el show no presentó fisura alguna. Me atrevo a decir que ofrecieron el mejor concierto de la gira. No sólo tocaron el setlist que tenían preparado, sino que se tomaron todo el tiempo del mundo para que Paquita la del Barrio Rose se fuera atrás del escenario a darle un trago a su cerveza artesanal y polvearse la nariz. Mientras, Slash se reventó un cóver instrumental de “Born Under A Bad Sign”, del inmortal Albert King. Fue uno de los mejores momentos de la noche. Una versión extendida de este clásico, más en la versión de Hendrix que en la original, que mostró a Slash como el gran guitarrista que es.

“Slither” fue otro de los cóvers que se reventaron, de los Velvet Revolver, la banda que formaron Slash y Duff sin Axl. Más que una incorporación de repertorio la tocan como un homenaje al fallecido Scott Weiland. Para “Live and Let Die” Guns ya había estallado por completo. Y aunque Paquita la del Barrio Rose ya no canta como en los noventa, todavía se la rifa con la voz. No está desfondado. Y se da el lujo de girar sobre su propio eje blandiendo el pedestal del micro. A .00001 de velocidad, pero de que baila, baila. Toda su rapidez ahora la emplea en cambiarse de playera y saco. Su guardarropa es más grande que el de nuestra Paquita. Pero es que con la humedad de Monterrey, él y Duff tenían la ropa empapadísima. Y entre rola y rola se cambiaban. Slash no: él dejaba que el sudor le escurriera de la greña. Seguro le chilla la ardilla machín a ese man.

El highlight fue “Night Train”. Guns se elevó al máximo. A partir de ahí todo fue fan service. Veinticuatro canciones en total. Y adiós, Monterrey. Y adiós, México.

El portazo en la Ciudad de México demostró que pese al domesticamiento de algunas conductas, Guns sigue siendo una banda con cierta aura de peligro. Que el coctel de malas decisiones indica que quizá haya sido la última gira de la banda. Hasta que vuelvan a necesitar varo y se junten otra vez, a ver si entonces pueden vender los boletos a cuatro mil y gritar We’re Fucking Rich Again.