RUBEN ÖSTLUND: EL RIESGO TRASTOCA LA APARIENCIA

ESGRIMA

RUBEN ÖSTLUND
RUBEN ÖSTLUNDFoto: variety.com
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En la pantalla aparecen dos hombres frente a frente, uno de ellos con el torso desnudo, los pantalones a media cintura. Está de espaldas al público, se puede ver el borde de su calzoncillo blanco. El encuadre de la cámara es bajo, apenas se percibe el cuello, la barbilla de ambos personajes. Son amigos. Hablan muy de cerca, con frases entrecortadas. Están borrachos. Como espectadores no vemos sus rostros ni leemos sus gestos. Forcejean, se abrazan. La conversación sigue con frases inconexas, no se entiende bien qué pasa. Es incómodo para el público. La masculinidad y sus facetas, los conflictos familiares y dilemas existenciales son temas que intrigan a Ruben Östlund (Suecia, 1974). Marcado por directores como Michael Haneke, sabe mirar en los resquicios de la psique. Hace preguntas que generan desconcierto, incomodidad, risas nerviosas. Retan al público. Sus primeras películas fueron Involuntary, Juegos de hoy (Play) y Fuerza mayor (Force majeur); las tres destacaron en festivales de renombre. En 2017 ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes por The Square, y una vez más en 2022 por El triángulo de la tristeza. Östlund estuvo de visita en Bruselas en mayo, donde El Cultural platicó con él.

¿Cómo se te revelan los temas que exploras?

Se trata de dilemas que hablan sobre un peligro social y no físico. El guion de Fuerza mayor, por ejemplo, fue fácil de escribir. La película empieza con una premisa simple: una familia está de vacaciones en los Alpes, para esquiar, y se ve amenazada por una avalancha. El padre se enfrenta a la coyuntura de ayudar a su familia o salvarse él mismo. Al final no hay catástrofe, sólo les llega un poco de polvo de nieve. El padre regresa con su familia y tiene que enfrentar su imagen destruida. Ha actuado en contra de las expectativas que se tienen del hombre protector de la familia. Me pareció que había algo existencial en esa situación: los personajes van de la emoción ante escenas bellas, al terror de que algo grave les puede ocurrir. De tomar fotos a gritar que van a morir. Y luego el alivio de que fue sólo un susto y todo continúa como siempre. Pero en realidad no.

La idea me llegó de un video en YouTube. Al principio tenía la idea de contar cuatro historias distintas, en las que turistas se enfrentan a situaciones tensas, pero sin ningún peligro real. Luego le conté a un amigo que había visto el video en YouTube. Le dije que tenía la idea de las cuatro historias. Al día siguiente me llamó y me dijo: “¿Y si sólo lo cuentas desde el punto de vista del padre?”. Supe que tenía la película. El enfoque sería una sola familia y la avalancha ocurriría casi al comienzo.

Eso fue hace casi diez años. Desde entonces, el clip de la avalancha ha aparecido en Tik Tok y YouTube, la gente que lo ve cree que es real. Los usuarios comentan, juzgan al padre de una forma que yo no esperaba cuando hice la cinta. Para mí, cuando el instinto de supervivencia se enciende, todo lo demás desaparece. Me interesa cuando una persona no cumple con las expectativas que se tienen de él o ella. Es un dilema que creo que seguirá presente en la sociedad por muchos años.

El padre tiene que enfrentar su imagen destruida.
Ha actuado contra las expectativas que se tienen del protector

Ante una situación límite de ese tipo, algo profundo sale a la luz...

Lo que me pareció interesante en Fuerza mayor es que en apariencia nada le ha pasado a la pareja pero, al mismo tiempo, sin duda hubo un daño. Cuando tengo una nueva premisa para una película, me pongo a hacer un sondeo con distintas personas, una y otra vez. Les hablo del tema central y de por qué me interesa: casi siempre la gente reacciona y me cuenta sus historias. Por ejemplo, un amigo tuvo una experiencia similar. Estaba con su pareja en una tienda y de pronto un empleado le gritó: “Tírate al piso”. Al parecer había alguien con un arma. Su novia se estaba probando ropa y al echarse al suelo, a ella nada ni nadie la protegía, estaba expuesta porque la cortina la dejaba al descubierto. Mi amigo corrió y se escondió detrás del mostrador. Fue una falsa alarma.

De regreso al hotel tuvieron un momento difícil: “¿Cómo manejamos esto que nos acaba de pasar? ¿Por qué me dejaste sola?”. El incidente les causó problemas. Cuando oigo ese tipo de historias, sé casi instintivamente que eso es justo lo que quiero explorar. Conozco muchas parejas cuya relación ha sido sacudida por un evento así. Algo que no conocían de ellos, de la relación, ha sido expuesto. En una situación extrema se puede evidenciar un aspecto personal o de la pareja que cuesta trabajo aceptar.

¿Qué estilo de películas te ha influido?

Cuando era estudiante de cine me inspiró mucho el trabajo de Michael Haneke. También me impresiona lo que ha hecho el director sueco Roy Andersson. Mi interés en el cine se multiplicó cuando entré a estudiar mi profesión; antes hacía otro tipo de films pero no me llamaba la atención el cine ni su historia como tal. Las obras con las que dialogo me llegaron cuando ingresé a la escuela.

Es evidente que te apasiona la intersección entre sociología y cine.

Sí, he querido explorar el comportamiento de las audiencias, sobre todo en Escandinavia. Cuando eres director de cine y viajas a varios países a presentar tu película descubres la cultura de cine de cada región. En Francia y Estados Unidos, por ejemplo, es un público activo, que participa. Toman parte de la responsabilidad de la experiencia en una proyección. En Suecia la audiencia es más pasiva, se sienta para ser entretenida. La cultura del cine tiene algo muy peculiar: estamos todos en el mismo espacio, consumiendo el mismo contenido, pero cada quien tiene su historia personal. Esto es mucho más raro ahora que hace veinte años, porque entonces al menos la gente se reunía a ver la televisión. En el caso de un posteo en redes sociales se trata de algo efímero. Lo ves y se olvida. Una película puede invitar a la reflexión, cambiar la conducta de un individuo. Por ejemplo, se sabe que parejas que ven muchas películas románticas tienden a divorciarse más que otras.

¿Cómo te marcó el hacer películas de esquí alpino antes de estudiar cine?

Cuando filmas en la montaña tratas de tomar planos que sean largos, porque se trata de mostrar al esquiador realizando movimientos complicados. Cuanto mayor tiempo puedas mostrar su descenso sin cortes, mejor se puede ver su habilidad. Ya en la escuela, mis primeras películas tenían planos que continuaban sin corte, llevaban la marca de esos años.

Del mundo del esquí alpino me fui a la escuela de cine en Gotemburgo. Ese cambio implicó dejar a muchos amigos con los que crecí, tuvo un costo emocional. Por un tiempo estuve buscando la forma de volver y hacer algo en ese mundo, en el entorno del esquí alpino, para utilizar ese conocimiento. Al mismo tiempo me preguntaba qué hay de interesante en un lugar de vacaciones. Al principio me costó trabajo encontrar algo que tuviera relevancia a un nivel existencial. Y luego vi el video de la avalancha en YouTube. Ahí encontré la respuesta.