Simpatía por Charlie Watts

El corrido del eterno retorno

Charlie Watts
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La mística de las bandas suele ser bastante predecible. La dupla vocalista-guitarrista acapara todos los reflectores. Por supuesto que existen excepciones. Bajistas y bateristas han conseguido destacar con la misma fuerza. Pero para romper ese poderoso arquetipo hay que enfrascarse en una competencia que crea todo tipo de disputas entre los miembros del grupo. Sólo un músico, de este nivel y popularidad, ha conseguido ganarse el respeto del mundo de la música desde lo zen: Charlie Watts.

Sin poseer una personalidad avasalladora, sin ser de naturaleza escandalosa, sin destacar por excentricidades, Charlie conquistó las grandes ligas sin nunca tocar un solo de batería. Sin nunca hacer una demostración de músculo. Los bateristas tienden a ser explosivos. Charlie Watts es el Benjamin Button del rock: nació siendo un ruco. Pero la falta de afán de protagonismo jugó a su favor. Miembro de una generación en la que todos los bateristas se caracterizaban por ser unas bestias, él destacó por ser un dandy. Tanto en su estilo de tocar como en su manera de vestir o de encarar su puesto dentro de los Stones.

Cuando la moda de los supergrupos se popularizó, juntar miembros de distintas bandas para conformar dream teams de músicos, pasamos por alto que los primeros supergrupos hacía décadas que habían nacido. Los Stones son un ejemplo. Pese a la estatura de Jagger y de Richards lo suyo habría sido imposible sin la presencia de Watts. El buen Charlie era más que un elemento cumplidor. Su tarea no consistía en simplemente rellenar un hueco. Aportó al sonido de la banda su sello. Los Stones eran puro Watts. La historia en ocasiones no se equivoca. Era el baterista perfecto para una banda imperfecta.

Durante años, casi cada ocasión que salían de gira, y esto era bastante frecuente, además, giras que se prolongaban más allá de lo humano, Charlie manifestaba su deseo de renunciar a los Stones. Nunca se lo permitieron. No hay duda de que existen cientos de bateristas que podrían tocar lo que toca Charlie. Pero también es cierto que nadie puede ocupar su lugar. Era irremplazable. Y los Stones lo sabían. Por fortuna jamás abandonó a la banda. Eran un matrimonio. Y como tal sólo la muerte pudo separarlos. Este pasado 24 de agosto Charlie se fue al otro barrio a los 80 años. Y murió literalmente con las baquetas en la mano. Nunca faltó al trabajo, en términos tan terrenales solía referirse a la cofradía que formaba con los gandules más grandes del rock, aunque también afirmó que los Stones “eran su vida”. Tal era su compromiso que incluso después de su intervención coronaria consideraba salir de gira. Pero se interpuso su cita con la parca. Su deceso es más que la partida de un músico. Se está muriendo la historia. El rock ha entrado en una etapa en que sus máximos referentes empiezan a abandonar la Tierra.

Sin ser de naturaleza escandalosa, Charlie conquistó las grandes ligas

Con su ausencia sólo quedan dos miembros originales de los Stones. La gira continuará pero sin el latido de la banda. Sin la síncopa maestra. Pero el show debe continuar. En honor a Charlie. Al jazz y al blues que fueron su alimento espiritual. Su amor por los caballos y por su viuda, Shirley. Por los valores que ponderó y que en muchas peleas fue la fuerza que logró mantener unida a la banda más grande de la historia. A Charlie le debemos todo: incluso que los Stones sigan unidos.

Será recordado por ser la sobriedad escenificada dentro de una panda de amantes del principio básico del rock & roll: sexo, drogas y música. Él era sólo la música. Lo que amaba de ella, lo expresó, era tocar. Y cómo lo hacía. La batería de “Miss You” partió la historia por los siglos de los siglos, amén. Pero Charlie no era un monaguillo. Al fin y al cabo era un Stone. Y también pasó su temporada en el infierno con las drogas duras. Pero no hizo de ello un espectáculo. Y salió, no como el ave que cruza el pantano sin mancharse las alas, para continuar en la carretera abonando a la filosofía Stone: “it’s ony rock & roll but I like it”.

En términos mitológicos, los mismos en los que los Stones fraguaron su leyenda, ha llegado la hora de empezar a pagar el famoso contrato que firmaron con el diablo. El chamuco ya se ha llevado a Charlie. Ahora estará baqueteando junto a Robert Johnson. Se la deben estar pasando chingón.