Del Toro y Gresham: el miedo como motor

Si descubres a qué le teme una persona, puedes tener total control sobre ella. Sobre esta tesis
implícita se esculpen tanto la novela underground de William Lindsay Gresham,
El callejón de las almas perdidas (1946), como la versión fílmica de Guillermo del Toro (2021),
según propone Ricardo Guzmán Wolffer. Esta reseña, que traza un vaivén del texto a la pantalla
y viceversa, destaca un énfasis compartido: la necesidad humana de trascender las certezas terrenales.

Escena de El callejón de las almas perdidas (Guillermo del Toro, 2021).
Escena de El callejón de las almas perdidas (Guillermo del Toro, 2021).Fuente: eldiario.net
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El callejón de las almas perdidas, escrita por el estadunidense William Lindsay Gresham (1909-1962), era una novela marginal famosa, incluso antes de la popularidad que le reportó la película de Guillermo del Toro. El libro trata la parte oscura de un país y de sus habitantes menos favorecidos. De ahí que no pierda el sello underground, más ante la estética de Del Toro, fiel al sentido opresor de la novela.

Ambas obras giran sobre vivencias del propio escritor, quien conoció la historia del monstruo durante la Guerra Civil de España: un borracho que, con tal de seguir bebiendo, es capaz de hacerse pasar por animal y comer aves vivas, iniciando por arrancarles la cabeza. Tanto en el libro como en la cinta resulta una atracción para el morbo de espectadores rurales y citadinos.

EL CIRCO DONDE INICIA la trama del libro muestra al adicto, y también nos cuenta la historia de Stanton o Stan (bien interpretado por Bradley Cooper), el lector de mentes que progresa en engañar incautos al grado de hacerse predicador y querer defraudar a un rico industrial. Al ser descubierto huye, mata y termina por ser el nuevo monstruo. La novela circular encierra estudios de caracteres perseguidos por el pasado: más allá de la trama bien tejida, nos vamos adentrando en la psique del industrial, la psicóloga, el ilusionista y, de ese modo, de una sociedad norteamericana que era percibida como culposa por el escritor que pasó por los estratos más bajos del American way of life. Del Toro omitió la parte del predicador para centrarse en los engaños de Stan a los adinerados y cierra la trama con la lucha entre el poder del dinero y el poder del engaño.

La mentira resulta endémica. La practica Stan, pero también la supuesta psicóloga Lilith Ritter (la gloriosa Cate Blanchett), quien abusa de sus clientes y compinches: Stan cae en un largo declive a partir del cambiazo que esta Lilith casi bíblica hace con las ganancias de sus fraudes. Los espléndidos pasajes del predicador Stanton recuerdan al Elmer Gantry, de Sinclair Lewis (también llevada al cine, con Burt Lancaster). La afición del autor por el tarot se inserta en la novela: cada capítulo es antecedido por una carta de esa baraja.

EL DIÁLOGO FINAL del libro no coincide con el de la cinta. En la novela, cuando Stan ofrece trabajar en un circo como lector de manos, el empresario le da de beber y al ver su avidez etílica le comenta del trabajo de monstruo como algo pasajero. Y ya. Sabemos que Stan lo aceptará, perdido en el alcohol. Del Toro va más allá. Cuando Cooper escucha el ofrecimiento, con el rostro desencajado y tras varios tragos al hilo, dice: “Nací para eso”, mientras llora. Asume su sentencia de muerte, la sabe triste, prolongada, vivirá encerrado en la jaula, ausente de la gloria y la elegancia que saboreó por años, quizá como un castigo por una vida de timos y pérdidas o por las muertes causadas. El alcoholismo del escritor trasmina a través de la novela, mientras la magia de la actuación de Cooper toca al espectador.

Gresham presenta la premisa de su mundo: el miedo controla a todas las personas; si sabes qué teme alguien, estará a tu merced. “Nada asusta tanto a un alcohólico de verdad como la posibilidad de quedarse en el dique seco y que le dé la tiritona”. El título original de la novela era “callejón de pesadilla”, pero fue modificado en la traducción por motivos editoriales y por la película así llamada que protagonizara Tyron Power en la primera versión. Para Gresham, la vida es una pesadilla: en el callejón por él temido no alcanza la luz, está encerrado por edificios que le impiden escapar. Del Toro recrea la figura en la huida final de Stan: parece que ha evadido el crimen cometido contra el millonario, pero en realidad va a caer al circo para ser el nuevo monstruo.

El miedo principal de los personajes es la imposibilidad de escapar de su pasado. En el libro, Stanton no puede olvidar los maltratos del padre, ni haber sorprendido a la madre en encuentro sexual con el amante que la llevaría lejos de él para siempre pero, sobre todo, no puede superar haber perdido a su mascota. Del Toro lleva a Stan a matar al padre al exponerlo al frío. Ese miedo corresponde con la sociedad norteamericana, donde el dinero está mal distribuido y la policía se encuentra a las órdenes de los poderosos: si Gresham menciona a un negro revolucionario que sólo busca tener la oportunidad de un trabajo bien remunerado, cuando Stan huye y mata a un policía, Del Toro muestra al padre de Stan en su recuerdo final. Vemos que el odio filial se le ha revertido en odio social: su pasado lo alcanza, magnificado.

SI EXISTE esa tan palpable aberración, el monstruo, es porque el ser humano precisa asirse a algo más allá de lo terrenal para sobrevivir. La necesidad de una fe equipara al campesino que manda preguntas a la vidente del circo, con el multimillonario que contrata al espiritualista Stanton para pedirle perdón a la novia de juventud, muerta al abortar.

La fascinación por los circos como lugares de sueños, aunque sean terribles, es el inicio de esta novela profunda que sirve al director para desplegar imágenes fuertes y perturbadoras, pues las peores deformaciones humanas son internas y crean criaturas temibles, que gustan de matar y torturar.

El miedo como preámbulo a la tragedia. La pluma inamovible de Gresham y el arte de Del Toro. La catástrofe humana como constante.