Viuda Negra, de Cate Shortland

Filo luminoso

Viuda negra
Viuda negraFuente: espinof.com
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Natasha Romanoff (Ever Anderson), de 12 años, y su hermana menor, Yelena (Violet McGraw), viven con sus padres, Melina (Rachel Weisz) y Alexei (David Harbour), en un suburbio clasemediero de Ohio, hasta que un día del año 1995 son descubiertos como espías rusos y deben huir. La célula familiar es una fabricación de los servicios de inteligencia, constituida por el cibersoldado El Guardia Rojo (la contraparte de Capitán América, que a pesar del uniforme con evocaciones al pasado soviético es producto de los gobiernos post-Unión Soviética), una agente secreta de alto nivel, La Dama de hierro, y dos niñas seleccionadas del programa de viudas negras, que serán entrenadas como asesinas. Así comienza Viuda negra, de Cate Shortland, la muy anticipada película que cuenta el origen del personaje ecuánime, estable y racional, capaz de robarse cualquier escena con su aplomo y carisma, que ha interpretado Scarlett Johansson desde Iron Man 2 (Jon Favreau, 2010).

Al dejar el bienestar idealizado estadunidense de diversidad y libertad, los miembros de la falsa familia son reincorporados a diferentes programas rusos de espionaje, intervencionismo, asesinato y genocidio.

De esta manera la cinta nutre la actual obsesión liberal con la rusofobia, una manía que ha mantenido la ilusión de los demócratas de que Trump fue un fenómeno exógeno, impulsado por Putin, y no el producto de su propia incompetencia, corrupción, traición a la clase trabajadora y complicidad con los sectores más reaccionarios del partido republicano. Reencontramos a Natasha como Viuda Negra en el periodo posterior a la película Capitán América: Civil War (Anthony y Joe Russo, 2016), donde tiene lugar el cisma entre los integrantes de los Avengers. La exespía reciclada como Vengadora es buscada por la ley y no tiene intenciones de reunir a sus colegas, así que se esconde en una camper en Noruega, hasta que recibe un paquete con una sustancia extraña, enviado por Yelena (Florence Pugh), quien ha escapado del programa de las viudas negras. El envío vuelve a Natasha el blanco de un ataque, por lo que deja su escondite para encontrar a Yelena en Budapest.

Más que una cinta de superhéroes, Viuda negra es un thriller de espías y un relato de familias rotas. No es raro que las películas de orígenes deriven hacia la noción de familia real y escogida. Parte de la naturaleza del superhéroe viene del aislamiento y la enajenación, de ahí la búsqueda de complicidades, de sustituir lazos de sangre por camaradería. Yelena no se ha recuperado de la dolorosa estafa emocional de que fue objeto y guarda como único recuerdo grato de la infancia los tres años que pasó con su falsa familia. De ahí su cruda disección del sentimentalismo de las familias postizas como los Avengers y las viudas negras.

Pugh es directa y sarcástica, con una fabulosa gracia para pasar de momentos emocionales a secuencias de acción, así como para enfocar su fulminante humor cáustico en desmantelar lugares comunes del Universo Cinemático de Marvel —UCM—: su burla sobre las poses de combate es hilarante.

Yelena le dice a Natasha que su misión para eliminar a Dreykov (Ray Winstone), el creador y líder de las viudas negras, fracasó, pese a su altísimo daño colateral, pues incluso supuestamente murió Antonia, la propia hija de Dreykov. Deciden entonces unirse para matarlo y terminar con el programa de crear asesinas. Las falsas hermanas rescatan a Alexei, quien tras huir de Ohio cayó en desgracia y fue condenado a prisión perpetua en algún rincón de Siberia, para obligarlo a ayudarlas en su misión. Él a su vez las dirige a buscar a Melina, quien hace experimentos de control mental en cerdos y sigue trabajando con Dreykov. De esa manera la familia vuelve a constituirse.

Los Avengers son por definición una fuerza de respuesta vengativa, no una institución que proteja la paz o la justicia. Es claro que las cintas del UCM no ofrecen mucho espacio para la reflexión psicológica, ya que a la menor provocación se desvían en autorreferencias y citas que alimentan y entrelazan su propia mitología. Pero aquí la redención de Natasha radica en que logra liberarse de los deseos de venganza y confronta su culpa al respecto de sus víctimas inocentes, aprovechando la oportunidad de salvar y pedir perdón a Antonia (Olga Kurylenko), a quien Dreykov ha convertido en un ciborg.

El hecho de que haya sido tan bien recibida demuestra una vez más la popularidad de las mujeres fuertes en las cintas de acción 

La política en el UCM es una colección de clichés de justicia social de moda, pero en este caso se complica debido a que cuestiona sus propios prejuicios misóginos. Natasha aparece en los comics como una femme fatale, para ser contemplada y cosificada, una influencia peligrosa por su atractivo y deslealtad. En las películas, al ser interpretada por Scarlett Johansson, se le dio un giro y poco a poco se convirtió en un personaje digno, en gran medida liberado del sexismo que lo engendró; aparte de su overol entallado, se acabaron los profundos escotes, los corsés y demás estímulos eróticos (el proverbial fan service).

Nada define mejor esta película que la respuesta que da Yelena a Alexei cuando le pregunta en típico tono misógino: “¿Por qué la agresividad, tienes la regla?”, y ella comienza a explicar en detalle la histerectomía forzada de que son objeto las viudas negras. Las tres protagonistas son producto de una estructura misógina brutal (la secuencia donde las niñas son revisadas, amedrentadas y tratadas como ganado son impactantes) y la sustancia que usa Dreykov para controlar la mente de las chicas es una metáfora del gaslighting, que es la manipulación psicológica de la mujer en este caso. Las viudas negras son víctimas del trauma, de la disciplina militar y la mutilación sexual (la esterilización como control reproductivo). Dreykov señala que las niñas son el único recurso natural mundial que existe en abundancia y es desechable. Esto tiene resonancia en sociedades feminicidas como la nuestra, así como en las redes mundiales de tráfico, explotación y prostitución de mujeres. Sin embargo, aquí se invierte el orden de la vulnerabilidad: las víctimas, en vez de ser violadas, maltratadas y esclavizadas, son despojadas de su individualidad (Yelena presume que la única cosa que ha comprado en su vida por decisión propia es su chaleco con muchos bolsillos) y usadas como armas.

La segunda película de una superheroína del UCM, después de Capitana Marvel (Anna Boden y Ryan Fleck, 2019), es el primer gran estreno y éxito en taquilla de la era de la pandemia interminable. El hecho de que haya sido tan bien recibida demuestra una vez más la popularidad de las mujeres fuertes en las cintas de acción y la importancia de abordar temas controvertidos, como la explotación femenina. A pesar de sus manías y taras ideológicas, Viuda negra es una toma de posición desafiante en una cinematografía hipercomercial e hipersexista. Si bien se anuncia que Yelena seguirá los pasos de Natasha, es una lástima que de manera muy cómoda para el orden imperante la protagonista haya sido sacrificada preventivamente.