En Seattle, Washington
Aislada de los circuitos comerciales de la música en Estados Unidos, la ciudad de Seattle, enclavada en el Puget Sound, en el noroeste del pacífico estadounidense, fue el escenario del grunge, un movimiento con fuertes raíces punk y una ética del Do It Yourself, resultado del hartazgo del pop de
Madonna y Michael Jackson, el glam rock de bandas como Poison y Whitesnake… y de un clima que obliga a permanecer encerrado en la casa.
Según varios críticos de música, el aislamiento de Seattle, muy distante del glamour y brillo de San Francisco y Los Ángeles, las metrópolis más densamente pobladas en la costa oeste de Estados Unidos, favoreció que en el lugar se gestara un estilo musical alternativo, creado por jóvenes de la ciudad y pueblos cercanos ante la falta de alternativas de entretenimiento y la indiferencia de grupos populares de rock y pop, que ni en sueños pensaban en el remoto noroeste de Estados Unidos como destino para presentar sus espectáculos.
Así, en medio de un clima húmedo y con lluvias la mayor parte del año, frío, entre bosques, montañas, lagos y las heladas aguas del archipiélago de San Juan, los jóvenes de Seattle crearon su propia escena musical, en la que convergían el hard rock, el heavy metal, las melodías de los Smiths y acelerados riffs influidos por el punk inglés, escocés, neoyorquino y de la costa oeste.
Esto propició que varias bandas compartieran a sus músicos, lo que fusionó distintos estilos musicales y dio origen a nuevas agrupaciones que terminarían por definir lo que también fue conocido como el sonido Seattle.
Malfunkshun, con Andrew Wood al frente, fue de las primeras bandas de grunge, así como Green River, conjunto integrado por Stone Gossard y Jeff Ament, que más tarde se encontrarían en Mother Love Bone y Pearl Jam, y Mark Arm y Steve Turner, que luego fundarían a Mudhoney.
Por tal motivo, tal como lo relata Chris Cornell en el documental Pearl Jam Twenty, de Cameron Crowe, era común que en la escena musical de rock alternativo en Seattle las bandas se apoyaran mutuamente y se viviera un ambiente de camaradería, muy distinto a la encarnizada competencia por obtener contratos y fama, como ocurría en otras ciudades de Estados Unidos como Nueva York y Los Ángeles.
Además, con una ética punk de hacer las cosas por su propia cuenta, los músicos del noroeste estadounidense produjeron sus discos con compañías independientes como Sub Pop, que en una era previa al Internet se valía del servicio postal para enviar a sus suscriptores revistas y sencillos de las bandas locales que promocionaba.
Fue precisamente este sello el que se apropió en primera instancia del sonido Seattle y planteó una estrategia de marketing, pues creó una mística e identidad a su alrededor, fácilmente reconocible con su logo, y respaldada por grabaciones de bandas como Nirvana, Soundgarden y
Mudhoney, entre varios otros.
Como estrategia publicitaria, los ejecutivos de Sub Pop llevaron a un periodista inglés a Seattle, quien en marzo de 1989 publicó un artículo en la revista Melody Maker en el que retrataba la escena y reseñaba a bandas y a la disquera misma.
El artículo cumplió su cometido y el movimiento musical que después fue bautizado como grunge comenzó a llamar la atención de grandes disqueras y de revistas y críticos de la música estadounidenses, lo que motivó que bandas como Alice in Chains y Soundgarden firmaran contratos con Columbia y A&M Records; sin embargo, todavía faltaban algunos meses para que el grunge irrumpiera en el mainstream.
Ese mismo año, Kurt Cobain, un raquítico joven de Aberdeen, Washington, llegó con 600 dólares y sus compañeros Chris Novoselic y Chad Channing a los estudios de Sub Pop y en cinco horas grabó las 10 canciones del primer demo de la banda que transformaría el rock: Nirvana.
No existe fecha oficial del nacimiento del grunge, pues desde mediados de la década de los ochenta ya existía un sonido particular de Seattle que mezclaba el punk, el heavy metal y el hard rock; fue el lanzamiento del Nevermind (Nirvana, 1991), lo que puso a la ciudad esmeralda en el mapa y a decenas de bandas de garage punk y rock integradas por desencantados jóvenes clasemedieros y white trash que súbitamente se convirtieron en superestrellas.
A principios de 1992, el sencillo “Smells Like Teen Spirit”, de Nirvana, escaló hasta la sexta posición en el Top 100 de los Billboard, convirtiéndose en la primera banda independiente en conseguirlo.
Además, la canción comenzó a transmitirse en MTV, cadena de videos musicales que revolucionó la comercialización de la música en la década de los ochenta, lo que ayudó a difundir la imagen del músico grunge, ataviado con camisa de franela de leñador, botas Dr. Martens, playeras y jeans raídos, y una estética desaliñada y despreocupada que contrastaba con la de las estrellas de pop de la época.
Seattle y el grunge se convirtieron en moda, y hordas de músicos, productores y ejecutivos de disqueras se trasladaron al noroeste del pacífico estadounidense para “descubrir” a los siguientes Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains, Soundgarden, Screaming Trees o The Melvins.
No pasó mucho tiempo antes de que Time pusiera en su portada a Eddie Vedder y el New York Times volteara hacia el ieste, por lo que el 15 de noviembre de 1992, Rick Marin publicó un artículo, que “descifraba” el léxico grunge.
Sin embargo, el vocabulario grunge resultó ser una broma que una asistente de Sub Pop le jugó al periodista como una forma de demostrar su hastío por la comercialización excesiva del género musical, que incluso comenzó a replicarse en lugares tan alejados de Seattle como Australia, donde la banda Silverchair imitaba a las grandes estrellas del movimiento con riffs y melodías que hacían recordar a Nirvana.
No obstante, el reinado del grunge fue efímero, pues con el suicidio de Kurt Cobain en 1994, la desintegración de bandas y la evolución de los gustos musicales, acabaron, al menos en los medios comerciales con este género, que todavía se escucha en los rincones más insospechosos de Seattle.