Del Toro marca una nueva ruta

Frankenstein: El aire mismo está colmado de monstruos

La obra de Mary Shelley es una de las historias más impactantes de la literatura en lengua inglesa de todos los tiempos y ha tenido varias adaptaciones de cine; ahora el cineasta mexicano dota a la criatura de alma, algo nunca visto

Jacob Elordi  en Frankenstein de Guillermo del Toro.
Jacob Elordi en Frankenstein de Guillermo del Toro. Foto: Especial

Con cariño sin caducidad para

Irving Torres Yllán, por haber sido

la última película que vimos juntos.

La leyenda cuenta que, en una tormentosa noche de 1816, en la Villa Diodati de los Alpes suizos, el poeta George Gordon, Lord Byron, retó a sus amigos —Percy Bysshe Shelley y una Mary Wollstonecraft de 18 años, quien aún no se había convertido en Shelley— a escribir la mejor historia de terror hasta la fecha. Mientras Percy y Byron se lanzaron pronto a la tarea con historias de vampiros, Mary posponía el encargo continuamente. Sin embargo, tras ser interpelada por su anfitrión, comenzó a relatarles una historia que se le había aparecido durante una noche de insomnio: la de un científico y alquimista que crea vida a partir de fragmentos de cadáveres, para luego arrepentirse de su creación no sólo por la monstruosidad del acto, sino también por el dilema filosófico y moral que conllevaba.

Una recreación romántica de este momento puede apreciarse al inicio de la película de 1935 La novia de Frankenstein, de James Whale.

  • El Dato; La película de Guillermo del Toro llegará a Netflix el 7 de noviembre. Por ahora se puede ver en la Cineteca Nacional.

El relato causó tal impacto en sus oyentes que, con la ayuda de quien se convertiría en su esposo unos meses después, Mary escribió primero un cuento que terminó transformándose en una novela. Ésta fue llevada en 1817 a la editorial londinense Lackington, Hughes, Harding, Mavor & Jones, bajo el título Frankenstein; o el moderno Prometeo, y se publicó de forma anónima el 1 de enero de 1818, en tres volúmenes. Para 1823, en la segunda edición inglesa, ya se acreditaba a Mary Shelley como la autora de la obra, iniciando así su trayectoria dentro de la novela de terror gótico decimonónica, hasta consolidarse como una de las más importantes de la literatura en lengua inglesa de todos los tiempos.

Hasta aquí los orígenes que darían lugar a las versiones cinematográficas.

ES UNA NOCHE PERFECTA PARA EL MISTERIO Y EL HORROR. El éxito y el impacto de la novela de Shelley fueron tan grandes que, a finales del siglo XIX, las nuevas formas narrativas no tardaron en apropiarse de su historia. El tránsito de la letra impresa al arte escénico y, de ahí, al recién inventado lenguaje cinematográfico, culminó en marzo de 1910 con la primera adaptación al cine de Frankenstein. Se trató de un cortometraje de 14 minutos, dirigido por J. Searle Dawley y producido por Thomas Alva Edison en los Estados Unidos, rodado con una cámara fija en plano general.

En 1931, bajo la tutela de Carl Laemmle Jr. —productor y artífice de los entrañables monstruos de Universal Pictures—, James Whale llevó a la pantalla una versión resumida de Frankenstein. Esta adaptación incluía una velada crítica a la rampante intolerancia estadounidense de la era Hoover, y presentaba a Boris Karloff como la Criatura, en una imagen que ha trascendido hasta nuestros días. Y aunque se manejó como una continuación, La novia de Frankenstein (1935), del mismo James Whale, es en realidad parte integral de la historia original de Shelley. De hecho, si se ven juntas, ambas películas conforman una magnífica adaptación de 2 horas y 16 minutos.

En 1974 llegó una versión de comedia ácida y desenfadada, El joven Frankenstein, de la mano del irreverente y divertido Mel Brooks, con Gene Wilder como el doctor Frankenstein y un brillante Marty Feldman como Igor. En 1990 se estrenó una cinta que mezcla el futuro y el pasado para ofrecer una perspectiva extravagante, pero entretenida, de la novela: Frankenstein perdido en el tiempo, dirigida por el siempre confiable Roger Corman. El elenco incluyó a Raúl Juliá como Victor Frankenstein, Bridget Fonda como Mary Shelley, Michael Hutchence (excantante de INXS) como Percy Shelley y John Hurt como el hombre del año 2031 que regresa al siglo XIX para encontrarse con Victor Frankenstein y su criatura.

Cuatro años después, Kenneth Branagh presentó su visión de la obra, asumiendo tanto la dirección como el papel de Victor Frankenstein. Robert De Niro interpretó a una criatura muy cuestionada, y Helena Bonham Carter encarnó a Elizabeth. La película, que lleva el pomposo título de Frankenstein de Mary Shelley, fue considerada durante años la mejor adaptación cinematográfica... hasta que en 2025 el mexicano Guillermo del Toro llegó para marcar un nuevo territorio.

MI CREADOR CONTÓ SU HISTORIA, AHORA ME TOCA A MÍ. Guillermo del Toro, célebre por su fascinación por los monstruos, demuestra en su versión de la novela de Mary Shelley un amor inconmensurable por la criatura de Frankenstein, al dotarla de un alma y un corazón como nunca se habían visto en la pantalla. Esto se debe a que Del Toro profundizó en la psique del mal llamado “monstruo” para dotarlo de las más diversas sensaciones humanas, transformándolo en un ser superior cuyo rasgo principal es la libertad emocional y la constante búsqueda de la razón de su existencia: el amor. Amor por la vida, por el conocimiento, por ser amado y, en esencia, por todo aquello que, al carecer de malicia, permite disfrutar y regocijarse de estar vivo.

Este logro se debe, en gran medida, a una de las mejores actuaciones de Jacob Elordi, quien comprendió a la perfección la visión de Del Toro para otorgarle a la criatura una dimensión humana inédita y, a la vez, acercarse a la esencia de lo descrito por Shelley. A esto se suma el visualmente impecable trabajo del director de fotografía Dan Laustsen, quien no sólo dimensiona los vastos paisajes árticos y la campiña, sino también pequeños —pero hermosamente significativos— encuadres interiores. Un ejemplo es la secuencia de Víctor (el gran Oscar Isaac) con Elizabeth (una sorprendente Mia Goth) frente al espejo, donde la composición es simplemente perfecta. Además, el sonido funciona como un actor más, desempeñándose con maestría al involucrarnos de forma inconsciente en la secuencia y envolvernos en la atmósfera que Del Toro nos presenta.

Sin temor a equivocarme, y con la suficiente distancia del patrioterismo cinematográfico que podría suponerse en mí como admirador mexicano de Guillermo del Toro, afirmo que su Frankenstein no es sólo un logro personal en su carrera, sino también un documento de amor al cine y a los queridos monstruos; no sólo a los de la Universal Pictures sino a todos aquellos que nos han acompañado una y mil noches tan obscuras y tormentosas como aquella de 1816 que sirvió de inspiración a la joven Mary Shelley para darnos en herencia a su inmortal y entrañable criatura.

Universo monstruoso
Universo monstruoso ı Foto: Especial