Marie Kondo llega a Netflix como la gurú de la limpieza

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Foto: larazondemexico

Ustedes no leyeron a Marie Kondo, no me mientan. Tampoco vieron la primera temporada completa de la serie que protagoniza en Netflix, ni siquiera, me atrevo a decir, vieron más de un capítulo. Las redes sociales se cubrieron de memes y nosotros, los seres adictos a la polarización del siglo XXI, nos divertimos burlándonos de la mujer que enrolla camisas y simplifica vidas.

Es más, no sólo nos burlamos, sino que hicimos lo que mejor sabemos hacer: alardear. Las redes se llenaron de fotos de nuestras extensísimas bibliotecas, nuestros amplios clósets, nuestro caos hogareño. Y temo decirles que, una vez más, nos fuimos con la finta. Marie Kondo, sin darse por enterada, expuso lo que ya todos sabíamos: nos encanta mostrar nuestra biblioteca pero no leemos, no rastreamos, nos quedamos con los titulares de algún medio del cual desconocemos su procedencia y veracidad, pero nos sirve para generar diálogo, para generar discusión, para sumar likes. Las noticias falsas se reproducen por mil en la era de Twitter, sin siquiera tomarnos el trabajo de leer la nota y sobran titulares que tergiversan el contenido por la tiranía del click.

Ahora, quiero contarles que Marie Kondo no recomienda tener menos de treinta libros. En ninguno de los ocho capítulos que conforman la primera temporada de ¡A ordenar! hay una sola regla  que intente decidir por el otro o decirle qué cosas hay que guardar y qué cosas hay que desechar. Lo único que ella repite, una y otra vez, es que hay que tocar los objetos y quedarse con aquellos que nos dan felicidad. Así de simple y así de complejo. Encontrar felicidad en un objeto de la casa puede sonar un tanto ridículo, pero ahora intenten tomar el libro que más quieren de su biblioteca y hablar de él. ¿No es eso una forma de felicidad? Piensen en la prenda que les regaló alguien muy querido o, si quieren ir más lejos, busquen un objeto que les dejó alguien que ya no está. ¡Voilà! Ese objeto les trasmite algo inmediatamente y es a través de esas sensaciones que el método KonMari pretende simplificar los espacios que deberían ser lugares de paz y comodidad.

De alguna forma o de otra, Marie Kondo nos interpela. Nos interpela ante la acumulación ridícula de ropa de la cual usamos sólo una tercera parte, nos interpela ante el acopio de apuntes que guardamos del curso que tomamos en 1996 y que nunca volvimos a consultar, nos interpela frente a los best sellers que nos regalaron para un cumpleaños y jamás pensamos leer. Nos interpela, finalmente, frente a la necesidad imperiosa de adquirir objetos, de mostrarlos, de formar una vitrina que creemos propia pero que, casualmente, le es tan cómoda al capitalismo. Quizás, nuestra molestia parta del deseo de ser únicos e irrepetibles, de hacer alarde de lo que carecemos, de defender neciamente nuestro propio caos.

Les tengo buenas noticias: Marie Kondo no se les aparecerá en su casa intentando tirarles sus libros a la basura. Sus clientes son, por ejemplo, una ama de casa que llora porque el trabajo del hogar recae todo sobre ella o una señora que quedó viuda, hace algunos meses, y necesita reinventar su espacio para dar lugar a una vida nueva. Gracias al estreno de la serie en Netflix, se ha registrado un aumento del 60 por ciento en las donaciones en Estados Unidos y en el acopio para los damnificados de las inundaciones en Argentina.

Marie Kondo, con sus más de dos millones trescientas mil copias vendidas, no está preocupada por nuestro desorden, ya podemos dormir tranquilos.

El Dato: El método que impulsa la joven japonesa se llama Nuevo orden mundial o KonMari, y consiste en quedarse con cosas materiales que hagan feliz a quien las utiliza.

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