Stanley Kubrick: Odisea en el séptimo arte en la Cineteca

Stanley Kubrick: Odisea en el séptimo arte en la Cineteca
Por:
  • larazon

Sentado con el cigarrillo en la mano, en aquella la que fuese tal vez su última palabra: ¡Corte!, la silla del director Stanley Kubrick da la bienvenida a los espectadores, quienes como dobles, forman parte de la muestra presentada en la Cineteca Nacional.

Digna de una exposición fotográfica, la primera sala muestra los inicios del entonces fotoperiodista, quien a la corta edad de 19 años, era respetado por sus compañeros del “Look” y considera un veterano.

Tapizados los muros de los trabajos que lo catapultaron a la fama en Londres, el techo parece discurrir los cientos de imágenes que logró captar en sus años de periodista, labor que decidió cambiar por una lente más amplia.

“Miedo y deseo”, su primer largometraje de los 13 que realizó en vida, fue retirado por los empresarios de la época de las salas al considerarla como un trabajo de aficionado, rezagando su trabajo a permanecer casi invisible y opacado por lo del resto del cuarto.

Dos años más tarde, en 1955 “El beso del asesino” consiguió darle notoriedad en el ámbito gracias a su marcado estilo del cine negro, reflejado en la penumbra de la estancia, donde un boxeador y un gánster contienden por el eterno beso de una chica.

La muestra distribuida en 16 espacios nos remite a cada ambiente que llevó a Kubrick a concebir sus filmes, desde campos de guerra hasta un ring de box.

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Al doblar la esquina, una cama en penumbras y una maleta con dinero, sirvieron a Kubrick para asombrar al mundo con nuevas técnicas y lograr que el público formara parte del fallido robo al hipódromo por la “Casta de malditos”, una de sus piezas más estructuradas, llevando de la mano por distintos momentos en el tiempo y espacio, sincronizados a la perfección con la clásica música de las carreras de caballos.

Del bolsillo, saca otro cigarro para aprovechar la ardua escalada a la posteridad, entre escalones y espejos hasta el tercer piso para continuar el recorrido, ahora con un panorama más amplio plasmado en “Espartaco”, trabajando con Kirk Douglas, quien aparecería constante en su trabajo, y decenas de actores de reparto, muriendo con pequeños cartones marcados y utilería mejor elaborada.

Sanley Kubrick es considerado uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos, y de los más influyentes del siglo XX al innovar con distintas técnicas y ayudar en la invención del steadycam, usado por primera vez en "El Resplandor".

Como un aficionado al ajedrez, ahora descendemos hasta el filme más polémico de su carrera: “Lolita”, del cual compró los derechos al escritor Vladimir Nabokov, a quien le encargó un guion más corto para la adaptación.

Tierna y precoz, la pequeña de 12 años fue un tabú en los años 60 y su estreno fue prohibido en Estados Unidos por el contenido erótico y lo repulsivo de la relación con un hombre que le triplica la edad, no obstante la candidez de la luz rosada y las flores rojas que ambientan la sala.

En contraste, las luces cegadoras de una sala del servicio secreto de la Guerra Fría, con sus focos rojos y un mapa con trazos y tácticas militares, enmarcan la locura del “Dr. Strangelove” entre bocetos de bombas y maquetas de los escenarios; así como la escena final inédita de una guerra de pasteles que Kubrick canceló de último momento.

Bajo el piso, un vórtice nos traslada hasta el año “2001: Odisea en el espacio”, la trama más compleja del británico, que lo llevó a desarrollar nuevas técnicas visuales y que marcó un hito en la cinematografía.

Desde los trajes espaciales y la tecnología futurista, pasando por los monos espaciales, naves intergalácticas y misterios ancestrales, Kubrick armoniza la música con el ritmo de la película, detalle que lo caracterizaría.

Sin duda, el ojo biónico y el ser diminuto encerrado en una esfera, junto a los objetos que empresas internacionales crearon sólo para el director, nos llevan hasta el Oscar que ganó por mejores efectos especiales.

Luego de terminar con el cigarrillo, hace una parada por un vaso de leche en el bar Korova con la Novena Sinfonía de Beethoven de fondo, y unos maniquíes con pubis expuestos que te invitan descansar las piernas antes de adentrarse a un laberinto.

Un par de hachas clavadas en puertas escritas con sangre “Redrum”, una máquina de escribir con una frase interminable y unas gemelas resguardando los horrores del Hotel Overlook, desatando la locura de Jack Torrance para morir congelado al intentar asesinar a su familia.

Pasos adelante, la guerra vuelve a aparecer con “Full metal jacket” grabada en una sola estancia de un palacio, como el del sufrido “Barry Lyndon”, presa del desvarío por una doncella.

Tal vez el 13 fue un augurio de mala suerte para Kubrick, quien jamás pudo ver exhibida “Ojos bien cerrados”, también censurada en su época por su alto contenido sexual, mas elegantemente confeccionado por Kubrick.

Por último, como Torrance en el hotel, Stanley se obsesionó con el emperador francés Napoleón Bonaparte, su película fallida pese al enorme esfuerzo por investigar y recopilar información e iniciar los trabajos para su producción.

No obstante, fue su Waterloo pues nadie quiso apoyar el proyecto, por lo que el vestuario y los cientos de apuntes quedaron en el olvido.

Muy al estilo de la Ciudad de México, un enorme “Kubrick” cierra el obturador, toma otro cigarrillo y se sienta mientras las luces se apagan.