El presidente de EU, Donald Trump, ordenó el sábado pasado ataques aéreos contra las principales instalaciones nucleares de Irán: Natanz, Isfahán y Fordow. Esta última, ubicada bajo una montaña, es considerada el principal centro de enriquecimiento de uranio del país y estaba altamente fortificada. Para penetrar su defensa subterránea, el Pentágono utilizó bombas antibúnker por primera vez, lanzadas desde bombarderos B-2, los únicos capaces de transportarlas. A pesar de la magnitud del ataque, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) informó que no se ha detectado un aumento en los niveles de radiación en ninguna de las plantas, lo que sugiere que no hubo liberación de material nuclear. El ataque representa una escalada significativa en el conflicto entre EU e Irán y podría tener graves consecuencias geopolíticas.

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Gráficos | Armando Armenta, Roberto Alvarado y Julio Loyola