Madres, hijas, abogadas, medicas, trabajadoras sexuales, mujeres indígenas, madres buscadoras, madres autónomas, solas, acompañadas, con sed, con calor, pero con el mismo latido y los mismos clamores, se reunieron este sábado 8 de marzo desde las 11:00 horas en distintos puntos de la Ciudad de México para, una vez más, alzar la voz en demanda de la igualdad de género.
En el lugar también estuvieron distintas figuras políticas, como Clara Brugada, Jefa de Gobierno, y por el otro frente Noemí Luna, vicecordinadora del PAN en la Cámara de Diputados, así como la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez y la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, solo por mencionar algunas.
“Estoy aquí, como toda la vida, marchando y luchando a favor de los derechos de las niñas y de las mujeres de esta ciudad”, dijo Clara Brugada.

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Pero quienes más resistieron y entre sombreros —algunos adornados con una flor—, o sombrillas, fueron las mujeres de la tercera edad. Esta vez, muchas, acompañadas por sus nietas o por sus hijas, todas con recuerdos de viejos dolores, de violencias que relatan y que intentan tapar, mientras se sienten, felices, dicen “de que los tiempos han cambiado”.
“Me vine de a escondidas, a mi marido no le gusta“: relata consuelo en su primera marcha por el 8M
Consuelo es una mujer originaria de Tapachula, Chiapas, a los 16 años llegó a la Ciudad de México, “mis papás me dieron con mi esposo, pero no me fue bien o no como yo quisiera, esta es la primera vez que vengo a una cosa así, me dan nervios, pero emoción, voy a clase en un Pilares y ahí conocí a mi amiga que le robaron a su nieta, me invito y me vine de a escondidas, a mi marido esto no le gusta, le dije que iría a la Iglesia y vea ando acá”, relató la mujer de 68 años.
Consuelo avanza a paso firme entre las miles de mujeres que entre batucadas, carteles, consignas, pañoletas purpura y verdes marcharon con dirección al primer cuadro de la ciudad. Consuelo se emociona cuando gritan, o eso dice a La Razón, y abunda que en sus tiempos no podía ni hablar fuerte porque le llegaba el golpe.
Hoy, aunque se angustia por lo que pueda decir su esposo con el que lleva más de 50 años, se suma a los contingentes, pues dice que si a ella se le perdiera una hija haría lo mismo.

“Vi llorar mucho a mi mamá por la violencia que vivió”
Más adelante marcharon Selene y su mamá. Aunque con pena y el rostro escondido detrás del cartel que hace artesanalmente, lleva consigo una la imagen de Paquita la del Barrio, artista recién fallecida e icono de la música popular mexicana. En el cartel se lee la frase “¿Me estas oyendo inútil?”.
Selene, al ser cuestionada si el mensaje tiene una dedicatoria, responde a este diario, ya sin pena: “Si es a mi papá, vi llorar mucho a mi mamá por la violencia que vivió”.
Con un tanto de timidez se acerca la mamá de Selene, ella también porta su propio cartel con la imagen de un “perrito ternurin”, las piezas de colección de Calico. No pasa mucho tiempo hasta que se suma a la plática, mientras de fondo suena un imitador de Rigo Tovar. Ambas se ríen, se abrazan y celebran estar juntas, pero avisan que continuaran su marcha con el resto de los contingentes.

Escaramuzas y charras, ciclistas, artistas, periodistas, activistas, estudiantes, niñas, muchas niñas, de la mano de sus madres, de sus abuelas de sus tías, de quien les guía para motivarles en el camino de la igualdad. Maite, de 32 años, y su pequeña hija de 6 se instalan a la altura de los juzgados de lo familiar, frente al hemiciclo a Juárez. Denuncian pensión alimenticia para “Rebe”, quien desde hace dos años no sabe de su papá más que los fines de mes.
Maite es parte de los colectivos que van contra violentadores vicarios, señaló que el sistema de justicia protege a los hombres y nos cuenta con lágrimas entre los ojos que hace más de seis meses se quedó sin trabajo, ya que su hija presento una oclusión intestinal en meses pasados que la llevo a pedir muchos permisos en el trabajo.
“He pedido ayuda, la última vez que vi al papá de mi hija en los juzgados, dijo que se quedó sin trabajo, la jueza dijo que nos pusiéramos de acuerdo, pero yo ya no tenía para pagar abogado y los de oficio tardan muchísimo, me ayudan mucho en los colectivos, pero no puedo encontrar trabajo porque no tengo quien cuide a mi hija, hoy estoy aquí para alzar la voz y sumar con ellas, que tienen casos igual al mío”, dijo, mientras “Rebe” brincotea agitando el brazo mientras unas pequeñas alas de mariposa se mueven a su compas.
Miles de niñas se ven entre el bullicio con alas, purpura, verdes, rosas, de todos los colores, todas con alas que todos los colectivos claman porque nunca les sean arrancadas, en medio de esta crisis de seguridad que pone al país en una ola de feminicidios y desapariciones que parecen no cesar.
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