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La década perdida de México con los gobiernos panistas coincidió con el auge de Brasil. Como parte de los BRICs (Brasil, Rusia, India y China), el gigante latinoamericano se convirtió en una de las principales potencias emergentes del mundo, mientras que nuestro país se estancaba en varios de sus indicadores económicos.
Poco importó si el gobierno del presidente Lula da Silva estaba hundido en la corrupción —como se ha probado ahora—, pues la imagen internacional brasileña se fortalecía en la medida que la de México se hacía trizas, especialmente en el sexenio de Felipe Calderón.
La estrategia de seguridad pública fallida del calderonismo nos ha hecho pagar costos enormes en nuestra imagen exterior y a nivel interno —pérdida de control en algunas regiones, inseguridad en algunas carreteras, más de 70 mil muertos, etc.—. No importa si la tasa de homicidios es bastante mayor en Brasil (un 50% más alta respecto a nosotros) y si muchas zonas del país son tranquilas, el gobierno de Lula no inventó emprender como aspecto central una guerra del narcotráfico —aunque con precisión militar limpió en sus principales ciudades algunas favelas—, ni se puso a las órdenes de la DEA ni convirtió dicha guerra en publicidad oficial.
Pero ahora las cosas están cambiando. La estrategia de Lula se basó en aprovechar la reforma judicial, el programa inicial de su gestión “Hambre cero” —por recomendación de la ONU—, la modernización de Petrobras —su empresa petrolera— y las exportaciones de materias primas a China.
Las cosas iban bien, pero el último punto de su apuesta estratégica les está fallando. Los negocios de los brasileños con el gigante asiático empiezan a ir mal. En un Foro de la Agencia Bloomberg, Roberto Torres, el director de BNP Paribas, sentenció: “La fiesta china de materias primas a la que México no fue invitado, se ha acabado. Brasil, cuya economía estaba hecha para vivir al máximo esa fiesta sufre ahora las consecuencias, luchando contra la estanflación, con un crecimiento de sólo el 1.6% y una inflación del 6.5%. Empieza a quedarse atrás en la curva” (El País, 23/3/2013).
Por su parte, Mauro Leos, el responsable de la correduría Moodys para América Latina dijo que los mercados comienzan a avalar “la pujanza de México frente a China y Brasil” y explicó las razones: “China se está orientando hacia el mercado interno y su política sobre propiedad intelectual ha impactado negativamente en todos los sectores. Brasil tiene un gobierno muy intervencionista, con un enorme afán regulatorio, que exige muchos trámites e impuestos”.
No sólo en el foro de la Agencia Bloomberg se ponderaron las ventajas actuales de México. Marie-Anne Coninsx, embajadora de Unión Europea, dijo que veía a México con más potencial que Brasil, siendo cada vez más importante para Europa. O en otra visión semejante, lo mismo vale hacia el Pacífico.
A su vez, el periodista financiero Thomas Friedman, recomendaba recientemente que Estados Unidos debería considerar la importancia de México con quien tiene un intercambio comercial de 1,500 millones de dólares diarios. Y como un eco de ello, Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta de EU, dijo, después de afirmar que México puede consolidarse como una gran potencia económica: “Queremos enfocar nuestras relaciones con México en lo económico, además de la seguridad, porque significa un aumento en la competitividad de la región (América del Norte).
México, a pesar de la crisis estadounidense, aumentó 2.9% sus exportaciones manufactureras a ese mercado. Uno de nuestros objetivos estratégicos es recuperar —en el marco del TLC— nuestra condición de socios privilegiados. Nuestro país no hace trampas con EU como sus acreedores chinos (recientemente el Congreso de EU denunció que en la guerra cibernética, China le hace perder a los estadounidenses 350 mil millones de dólares anuales).
En una estrategia, un error puede ser fatal. A Brasil le va a repercutir negativamente haber creído a ciegas en “la fiesta china”, al grado de apoyar incondicionalmente en su política exterior —junto con Venezuela— al nuevo Eje (China, Rusia, Irán). Hoy se están quedando colgados de la brocha.
Y algo debieron reflexionar en Brasil cuando su flota comercial —armada especialmente para sus exportaciones a China— recibió sin más ni más la prohibición para arribar a puertos chinos, porque un jerarca del Partido Comunista Chino (PCCH), es dueño de una flota. Hay supuestas oportunidades que, en el fondo, son verdaderas amenazas.