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Río de Janeiro.- Una monumental réplica del Templo de Salomón, originalmente construido en el siglo X antes de Cristo, es a partir de hoy sede de la evangélica Iglesia Universal del Reino de Dios, lidereada por el polémico pastor brasileño Edir Macedo.
El edificio, que tiene capacidad para 10 mil fieles y se extiende por 75 mil metros cuadrados, se sitúa en un barrio post-industrial de la zona este de Sao Paulo y fue construido con piedras que fueron importadas desde Israel para dotar de mayor carácter sacro al lugar.
Su construcción demoró cuatro años y costó en torno a 300 millones de dólares, según la Iglesia Universal, una rama evangélica del cristianismo fundada y liderada por el brasileño Edir Macedo en 1977 y que cuenta con unos dos millones de fieles actualmente.
El recinto sagrado, custodiado 24 horas por “guardianes del templo”, creó una enorme expectación entre fieles, turistas y la opinión pública, no solo por sus enormes dimensiones, sino también porque refleja la capacidad económica de una iglesia que asegura que se financia con donaciones.
El “obispo” Macedo, como es conocido el fundador, de 69 años de edad, viaja en avión privado y su fortuna fue estimada en mil 200 millones de dólares.
En los últimos años su figura –muy popular entre las clases bajas de Brasil, gracias a un imperio mediático de televisoras englobadas en el grupo Rede Record- estuvo en el centro de la polémica por varios problemas con la justicia como consecuencia de acusaciones de evasión fiscal y lavado de dinero.
El templo –inspirado en el erigido por el rey Salomón en Jerusalén- será inaugurado la tarde de este jueves por la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
Su construcción refleja la influencia en todos los ámbitos sociales de una corriente religiosa (la evangelista) que contaría con un 20 por ciento de seguidores entre los 193 millones de brasileños, según datos de 2013.
Aunque el número de católicos se ha mantenido estable en los últimos 30 años, preocupa en la Iglesia católica la caída del porcentaje de la población que se declara creyente de esa religión, al situarse en el 65 por ciento de los brasileños mientras en 1970 era en torno al 90 por ciento.