“Caminamos como zombies, ya no hay agua, no hay luz...”

“Caminamos como zombies, ya no hay agua, no hay luz...”
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El poderoso Dorian, que ya inundó a las Carolinas, donde además podría provocar tornados, sólo días después de causar una crisis humanitaria en las Bahamas y azotar la península de Florida, dejó estragos irreversibles en El Lodazal, un vecindario que fue construido por miles de inmigrantes haitianos, hace décadas y eliminado por la tormenta en cuestión de horas.

Con maletas vacías, cubos de plástico y mochilas, aturdidos sobrevivientes regresaron a su empobrecido barrio con la esperanza de recuperar algunas de sus pertenencias empapadas.

De acuerdo con AP, un helicóptero sobrevolaba ayer mientras la gente buscaba entre escombros y evitaba un cadáver atorado bajo la rama de un árbol, cerca de láminas de metal corrugado, con las manos estiradas hacia el cielo.

“Nadie ha venido por ellos”, dijo a la agencia Cardot Ked, un carpintero haitiano de 43 años quien vivió casi la mitad de su vida en Ábaco, una de las zonas más perjudicadas.

Ked era una de las miles de personas que buscaban ayuda con desesperación tras el paso el huracán. Con vientos de hasta 295 kilómetros por hora y lluvias torrenciales, arrasó con las viviendas en las islas de Gran Bahama y Ábaco, donde habitan unas 70 mil personas.

Dorian desató una extensa operación de búsqueda y rescate, así como un esfuerzo internacional para llevar alimentos, agua y medicinas a las víctimas.

La cifra oficial de fallecidos es de 20 personas, hasta ahora, pero aumentará en la medida en que grupos de rescate avancen en recuperar cuerpos, advirtió el gobierno de Bahamas.

Las pérdidas totales de bienes asegurados y no asegurados, sin incluir infraestructura y automóviles, podrían alcanzar los 7 mil millones de dólares, calculó ayer la empresa valuadora Karen Clark & Co.

Entre otras de las víctimas en El Lodazal está la cuñada de Benatace Pierre-Louis, un hombre de 57 que contó a AP cómo la mujer falleció al tratar de escapar de la tormenta, pero la golpeó un tablero de madera en la cabeza.

Las islas de Ábaco y Gran Bahama son conocidas por sus puertos deportivos, campos de golf y resorts con todo incluido, y son el hogar de muchos pescadores y trabajadores de hoteles.

Otra víctima es Sylvia Cottis, de 89 años, quien utiliza una silla de ruedas. La tormenta en categoría 5 destrozó las ventanas de su casa, supuestamente a prueba de huracanes, convirtiendo el cristal en afilados trozos de metralla que le hicieron un gran corte en la rodilla.

Entonces, la anciana y su cuidadora decidieron esperar a recibir ayuda, y la situación no tardó en empeorar. La casa se inundó de aguas residuales después de que la fosa séptica se desbordara. Rodeada de suciedad y sus pertenencias empapadas, Cottis pasó los días sentada en su silla de ruedas a la expectativa de que alguien la salvara.

Pasaron cinco agónicos días. Entonces, el pasado miércoles, un vecino y su amigo lograron abrir con destornillador la puerta atorada para ver cómo estaban Cottis y Kathryn Cartwright, de 58 años. Para entonces, la herida de la mujer mayor estaba hinchada e infectada.

Las dos formaban parte de los miles de personas que necesitaban auxilio con urgencia tras el paso de Dorian.

Otra persona que perdió su hogar es Samson Kersint, un haitiano de 38 años que trabaja en una maderería y vive en las Bahamas desde 1998. “Estamos caminando como zombis”, dijo mientras recorría El Lodazal con una mochila. “Nadie nos dice nada. No hay agua, ni luz”.

Mientras tanto, la ya distante tormenta amenaza a Georgia y las Carolinas, en Estados Unidos, donde millones de personas recibieron órdenes de evacuación.

La tormenta ya inundó partes del centro de Charleston, —segunda ciudad más poblada de EU— en Carolina del Sur, con una combinación de marejada ciclónica y lluvia, lo que provocó una advertencia de inundación repentina.

Se espera que los vientos más fuertes raspen una cadena de islas que cubren la mitad de la costa de Carolina del Norte, con ráfagas de más de 160 kilómetros por hora. Además, el riesgo de tornados por las enérgicas bandas de lluvia, particularmente en el noreste de Carolina del Sur hacia el noreste a Carolina del Norte.

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