La dictadura de Meghan Markle

La dictadura de Meghan Markle
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Si ella no lo remedia, el cuento de hadas de Meghan Markle (la actriz de Hollywood que se casó con un príncipe, como Grace Kelly y Raniero de Mónaco) no tendrá un final de película.

En apenas dos semanas la tormenta se ha desatado a su alrededor y la «meghanomanía» se ha tornado en dos apodos demoledores que ilustran los titulares de medio mundo: «La duquesa difícil» y «Meghan, la tirana» son la expresión gráfica de que la estadounidense ya no cuenta con la incondicional adoración británica de la que hasta ahora había disfrutado.

Su carácter y la supuesta mala relación entre los hermanos y sus respectivas mujeres han dado al traste con la «salud» de la familia real británica, que gozaba de sus cotas más altas de popularidad en los últimos tiempos.

Tal es el azote de la Prensa con Meghan, que esta semana es la persona más buscada en Google. Más que nunca, el planeta quiere saber de ella y el por qué de este acoso y derribo hacia su persona. Pues no se le pasa ni una y las filtraciones de los empleados de la familia real son diarias.

Así ha sido desde que la asistente personal de Markle, Melissa Touabti, renunció repentina e inesperadamente a su trabajo a principios de noviembre y, más aún, a raíz de que esta semana se conociera que su mentora, Samantha Cohen, dejará su cargo una vez la duquesa dé a luz.

Touabti abandonó por el mal genio de la actriz. El «Daily Mail» publicó que la situación era insostenible, tal y como explicaban varios miembros de Buckingham Palace: «Al final era demasiado duro. Ha aguantado muchas cosas. Meghan era muy exigente y aquello acabó en lágrimas. Era una verdadera profesional que ha hecho un trabajo increíble, pero las cosas han acabado mal y lo mejor para todos era que ellas se separaran».

Aducen que Meghan se levanta a las 4.30 de la madrugada para hacer yoga y envía correos electrónicos y peticiones a su personal desde las 5:00. Lo peor es el tono que muchas veces utiliza. Ya lo hizo con una de las personas que asisten a los duques de Cambridge y Kate se lo recriminó. No era la forma de tratar a la gente. Esto no es un set de televisión, sino palacio. Todo más reposado, más educado, con toda su parafernalia en cuanto a modos se refiere.

El rápido ritmo de la vida estadounidense está muy bien, pero molesta a los cortesanos más tradicionales y al tempo dentro de la familia real. Y es que su carácter no choca solo con las empleadas, sino también con la familia, especialmente con Kate que, aunque le ha cedido el protagonismo este último año con el anuncio de compromiso, la posterior boda y el embarazo, sigue siendo la favorita: siempre impecable, en su lugar, sin una voz más alta que otra.

Por eso, cuando se filtró que Meghan había hecho llorar a Kate porque a ésta no le gustaba el vestido de Charlotte para su boda e instó a que le hicieran arreglos apresuradamente, todo cambió y las especulaciones de crecientes tensiones entre «Cambridges» y «Sussexes» se incrementaban impulsadas por la noticia de que el príncipe y Meghan no vivirían en Kesington, dejaban de ser vecinos de William y Kate, y se mudaban a Frogmore House a medio centenar de kilómetros.

La reina interviene

La mala relación entre las cuñadas les habría llevado a decidir pasar las Navidades de forma separada, lo que rompería el protocolo de la familia real. Llegados a este punto, la reina les ha llamado al orden. Fue la madre de Kate, Carole, quien anunció que el matrimonio y sus hijos pasarían las fiestas con ellos; por su parte, Meghan y Harry, junto a la madre de ésta, Doria Radgland, lo harían en Sandringham.

Finalmente, los Windsor no se separarán en Navidad. Isabel II les ha ordenado que cumplan con la tradición y la familia al completo cantará villancicos en Sandringham.

La reina también ha tenido sus más y sus menos con Meghan. Ha trascendido que a la que fuera protagonista de «Suits» los 550 años de la capilla de Saint George le desprendían un olor mohoso que ella quería modificar a base rociar de ambientador todo el castillo de Windsor.

La demanda de Markle arreglando la atmósfera dentro de la capilla fue tan controvertida que el personal real subió por la escalera hasta la reina para obligarla a emitir una decisión sobre el asunto, según «The Mail». Y su fallo fue: «Que lo olvide». Olvídalo. «La capilla era un lugar de culto regular para la reina, como lo había sido para los sucesivos monarcas desde 1475, y si fue lo suficientemente buena para ellos, sería lo suficientemente buena para Markle, decretó la reina, añade este medio británico.

Son muchas las preocupaciones actuales de Meghan y Harry, pues esperaban gozar del cariño del pueblo y de la Prensa durante bastante más tiempo, sin embargo, vienen otras en camino. A la palestra ha saltado el nombre de

Lady Colin Campbell, autora del libro «The real Diana» («La verdadera Diana»), escrito en 1992 y en el que por primera vez se dio forma a los problemas de bulimia de Lady Di, entre otras verdades que el tiempo demostró.

Lady Colin ha entablado una amistad cercana con el sobrino de Meghan, Tyler Dooley, un agricultor de cannabis de Oregón, estado donde la droga es legal. Dooley, el hijo de Tracy Dooley y el hermanastro de Meghan, Thomas Markle Jr., lanzó una nueva variedad de marihuana, Markle Sparkle, en honor a la boda real.

«He hablado con Tyler sobre Meghan y él no quiere destrozarla, pero hay una buena historia sobre la conexión entre tía y sobrino. Tengo otras fuentes, pero a través de Tyler descubrí que la dinámica de la familia Markle es absolutamente fascinante. Sí, mucho más de lo que se ha revelado hasta ahora», ha comentado Lady Colin, sin querer confirmar si se pondrá a escribir el libro.

Así pues, después de la tempestad, quizá a Harry y Meghan no les llegue la calma todavía.

Con información de La Razón de España

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