De siglas y ciudades

Hace unos días hubo en esta ciudad de México una importante cumbre de siglas: el ICLEI y el CGLU, reunidos en la CCLIMA, lanzaron el cCCR y firmaron un pacto histórico que será entregado en la COP-16. Es importante destacar que la CCLIMA trabajó en consonancia con la CMNUCC, la COP y la PICC para reducir, a nivel mundial, las emisiones de GEI.

Aseguro que no es necesario desatar todo esto, baste decir que los gases de efecto invernadero son los GEI.

Ya desde la COP-15 en Copenhague volvimos a atestiguar la necedad de los países para ponerse de acuerdo en cuanto al urgente tema del clima (pero esto es una tara histórica: nunca jamás, desde la era de las cavernas, nos hemos puesto de acuerdo sobre el clima), así que fueron ahora las ciudades y los gobiernos locales quienes tomaron al toro por los cuernos y firmaron, ante la sonrisa de Marcelo Ebrard, el Pacto Climático Global de Ciudades o PCGC, mejor conocido como Pacto de la Ciudad de México.

Que se firme cualquier pacto en esta megalópolis es ya una conquista. Intenten ustedes dialogar con un franelero, un chofer de microbús o un diputado; sométanse a la prueba de intercambiar ideas con una operadora de Telcel; pónganse de acuerdo con un líder sindical, anden, y luego niéguenle tres aplausos al pacto de Marcelo. De que se firmó, se firmó, ante cientos de cámaras y en pleno Aniv. de la Rev.

Esto es emocionante: en la COP-16, en Cancún, las ciudades van a presionar a los países, o sea que los alcaldes se van a madrugar a los presidentes. Es coherente además: en gran medida, la contaminación la generan las metrópolis. Y el desfile de siglas continúa: para darle seguimiento a los compromisos establecidos por las ciudades, éstas inscribirán sus acciones climáticas en un Registro Climático de Ciudades:

RCCC (¿no sobra una C, o el plural de “ciudades” es cc?), elaborado y administrado por el Centro de Bonn para el Reporte de Acciones Climáticas Locales: Carbonn (o sea Climate Action and Reporting Bonn, o algo así, con esa última “n” en cursivas ya en el orden de la apoteosis siglar). Hay ciudades que no han hecho nada aún para combatir las emisiones de GEI, y hay otras cuyas acciones ya son medibles, reportables y verificables, o sea, sí, MRV.

Hay que imaginar a 138 alcaldes de 43 países pidiendo un taxi para llegar a tiempo a la reunión, o a sus choferes estancados en el tráfico. ¿Quiubo? Claro que algunos ya vendrían fogueados: no creo que la circulación en Estambul, o en Lima, sea cuestión de coser y cantar. Pero en lugar de entregarse a esa tan humana competencia negativa que consiste en ir comparando problemas y desgracias para ver quién es el campeón del sufrimiento, al parecer los alcaldes competían por un galardón más loable:

ser la ciudad más verde de todas. Para ambiciones, esa no está mal, y además ya existe un organismo que mide el desempeño ecológico de las ciudades, una especie de Academia de los Óscares de la ecología urbana: el GCI o Green City Index.

Organizado por la empresa alemana Siemens y la unidad de inteligencia de la siempre recomendable revista The Economist, el Green City Index considera las siguientes ocho variables: de eficiencia energética y emisiones de dióxido de carbono (CO2), uso del suelo y edificios, tráfico, residuos, agua, situación de las aguas residuales, calidad del aire y agenda de gobierno medioambiental. La metodología del GCI fue empleada por primera vez hace un año con treinta destacadas ciudades europeas. Y los ganadores fueron: en primer lugar, Copenhague, y en último, Kiev. París, Londres y Madrid ocupan los lugares 10, 11 y 12 de la lista. Dublín, hoy al borde de la quiebra, está en un triste lugar 21, y Berlín en un digno octavo, por mencionar algunos ejemplos. Vamos de una vez a la lista latinoamericana.

Pero oh decepción: un año después del experimento europeo, se decidió que la lista latinoamericana no fuera tal, una lista, sino una serie de conjuntos. Adiós a los Óscares: se seleccionaron 17 ciudades y cada una de ellas cayó en una de las siguientes categorías: muy por debajo del promedio, por debajo del promedio, promedio, por arriba del promedio y muy por arriba del promedio. ¿Promedio de qué? De las ocho variables medioambientales arriba mencionadas. Los resultados: la única ciudad que está muy por arriba del promedio es la brasileña Curitiba; las dos ciudades que están muy por debajo son Guadalajara (ay) y Lima; en medio, en el mero promedio están Medellín, la ciudad de México, Monterrey, Porto Alegre, Puebla, Quito y Santiago. Sorprendentemente, por debajo del promedio quedaron Montevideo y Buenos Aires. Y por arriba del promedio: Belo Horizonte, Bogotá, Brasilia, Río de Janeiro y Sao Paulo.

Se me acaba el espacio. Termino diciendo que nunca me había sentido orgulloso de ser promedio en nada, pero ambientalmente no es un mal reconocimiento a nuestra ciudad. Ya somos CPNASE: Ciudad Promedio en cuanto a Normas Ambientales según Siemens y The Economist. ¡Aplausos!

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