La estafa de la UACM

Hay que decir que el calificativo de “desastre” que la rectora de la autodenominada Universidad Autónoma de la ciudad de México (UACM) utilizó para describir la institución que dirige atrajo la atención mediática porque en cierto sentido fue considerada una posición correcta.

Pero no está tan claro si tanto ella, que lleva años en dicha universidad, como otros responsables de su fundación y manejo pueden afirmar que no sabían lo que estaba pasando o la estafa en que se ha convertido cuando entre su burocracia académica tiene a personajes como el antiguo rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Enrique González Ruiz, hoy, ni más ni menos, director de posgrados de la UACM.

No resisto la tentación de contar nuevamente una anécdota reveladora de los engaños que suelen inundar la vida universitaria mexicana.

Fui secretario particular de don Jesús Reyes Heroles cuando era secretario de Educación Pública, durante la presidencia de Miguel de la Madrid, hasta que un cáncer fulminante lo llevó a la muerte.

Pues bien, a mediados de 1983, don Jesús recibió al rector González Ruiz que se acercó a pedir que el gobierno federal le entregara el subsidio que, a consecuencia del caos educativo y administrativo que representaba la UAG, el gobierno federal había decidido suspender. González Ruiz inició meloso la conversación relatando lo que estaban haciendo en la UAG y don Jesús, que era muy singular, le interrumpió para decirle que los planes de la SEP para la UAG eran sanearla como a los perros, es decir, “meterlos en una pileta de agua helada para espantarles las pulgas”. Reyes Heroles le ofreció que entregaría el subsidio “en cuanto existiera universidad”, y, amenazante, González Ruiz espetó: “entonces habrá graves conflictos”. “Pues qué bueno —dijo don Jesús—, para eso estamos los políticos: para resolverlos”.

Como es bien sabido, el gobierno no entregó el subsidio, entre otras razones porque la UAG no tenía remedio mientras González Ruiz estuviera en ella (y, de hecho, sigue sin tenerlo porque es un modelo fracasado y corroído), ni hubo conflictos de relevancia alguna, pero a juzgar por lo que pasa en la UACM estos mártires de la “universidad pueblo” siguen engañando a la juventud de menos recursos, que aspira a tener una educación de calidad que les dote de los mejores instrumentos para la vida, con el cuento de que están forjando una alternativa a los “dictados” del Banco Mundial en materia de formación universitaria.

Con gente así se explica no sólo la crisis en la UACM sino también la profunda descomposición moral y ética por la que atraviesa una parte de las instituciones de educación superior.

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