Gil Gamés
Repantigado en el mullido sillón de su amplísimo estudio, Gil leyó en su periódico Milenio una breve pero sustanciosa entrevista concedida (ah, la voz pasiva) por Ernesto Cordero a Carlos Loret de Mola en Primero Noticias.
Gil la vio en la televisión, pero no pudo capturar las declaraciones de nuestro secretario de Hacienda hasta que las encontró impresas en el papel periódico. Cordero oyó la pregunta de Carlos Loret: “Qué espera Ernesto Cordero en términos políticos, ¿se ve en la boleta electoral de 2012?”. Con cara de Niño Dios, Cordero respondió: “Sí, me veo”.
A Gamés empieza a gustarle la elocuencia de Cordero. En una reunión de panistas en Monterrey un correligionario le preguntó a gritos si quería ser presidente. Cordero meditó, repensó, y se lanzó durísimo: “Sí”. La elocuencia, esa facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir (RAE), no parece ser uno de los atributos de Cordero.
Le pregunta Carlos Loret: “¿Con quién al lado? El PAN está arriba a la izquierda en la boleta. A la derecha, el PRI, ¿a quién ve? Y Cordero contesta como un ventarrón, un vendaval de conceptos, una tormenta de palabras: “Al que me pongan”.
Gil considera con toda seriedad agradecerle a Cordero que las entrevistas con él duren tres minutos. Arrancarle un monosílabo cuesta sangre. El problema es que cuando Gamés intenta verlo como un candidato pronunciando elocuentes discursos arriba de la tarima de los compromisos, le gana la risa. Gil imagina un acto de campaña encendido, de ésos donde hay que robarle a los adversarios la plaza y a los votantes su entusiasmo.
Escuchemos, señoras y señores, al candidato del PAN a la Presidencia de México, diría el maestro de ceremonias. Cordero aparece y arrasa con un discursazo: “Buenas tardes, quiero ser Presidente. Hasta luego”. Un día después, los asesores de Cordero le piden mayor elocuencia y él ofrece una alocución histórica: “Chin chin el que se raje; ganará el Cruz Azul”.
Extenuado, el candidato pide un pañuelo, se limpia el sudor del cuello y aborda la camioneta de su equipo de campaña. La verdad, en qué cabeza cabe. Y no vayan a salirle a Gilga con la paparruchada de que en su momento nadie daba un peso por Felipe Calderón, la comparación no sirve y es odiosa.
El secretario de Hacienda le respondió a Milenio Televisión con un aplomo que a Gil le dio pánico: “Han sido días en que hemos tenido pérdidas importantes y en ocasiones ganancias; hay una gran incertidumbre y creo que sí tenemos que acostumbrarnos a la volatilidad que hemos vivido en los mercados internacionales”. No se lo tomen a mal a Gil, pero ¿usted votaría por él?
Reconozcamos que la respuesta del líder de la hacienda mexicana fue un poco más espesa, muy parecida por cierto a la de un hombre que llega a su casa se pone las pantuflas y dice: en la vida hay días buenos y días malos, tenemos que acostumbrarnos. Por esta razón, me despidieron del trabajo, me robaron el coche y perdí la cartera. También han pasado buenas cosas:
en la entrada de la casa me encontré una moneda de diez pesos: miren.
Oigan esto: “Las tasas de interés no se prevén que aumenten, eso genera tranquilidad de que se va a seguir otorgando y expandiendo el crédito probablemente a las tasas más bajas en la historia del país. Vamos a seguir con esa tendencia”. Ni una palabra sobre el porvenir de la economía mundial, ni una palabra sobre los equilibrios en el mundo, en fin. La verdad sea dicha, Ernesto Cordero le parece a Gamés un cataplasma de antología.
Dios nos proteja.
Mientras leía la prensa internacional, la frase de Chamfort espetó: “También hay tonterías elegantes como hay tontos bien vestidos”.
Gil s’en va
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