Desayunando con Carpizo

Julián Andrade

Hace unos días el rector de la UNAM, José Narro, organizó en el Vivero Alto un desayuno con el propósito de recordar a Jorge Carpizo.

Por ahí estuvieron, además de la familia del ex rector encabezada por Carlos Carpizo, Luis Raúl González Pérez, Manuel Barquín, Mariano Azuela, Patricia Galeana, Beatriz Paredes, Pedro Ojeda Paullada, Teresa Jardí, Fernando Cano Valle, Mariano Azuela, Sergio García Ramírez, Víctor Flores Olea, Miguel Carbonell, entre otros, que dan cuenta del abanico de historias, amistades y proyectos que se construyeron a partir de la figura y el liderazgo de Carpizo.

El doctor Narro recordó que la obra de Carpizo hay que verla como la de un “sembrador de ideas” y habría que añadirle la de constructor de instituciones.

Pero también la de un gran propiciador de amistades, de encuentros y de diálogos en teoría poco probables.

González Pérez, quien es abogado general de la UNAM, hizo hincapié en la generosidad de Carpizo con muchos de los ahí presentes.

La Universidad Nacional arrancará, a partir de enero, una serie de homenajes que tienen como propósito el abundar en los trabajos académicos de uno de los personajes intelectuales de más alta relevancia en las últimas décadas.

Ya están en puerta algunos libros y los proyectos son más que diversos.

Por el momento que se vive, es obligado recordar cómo el talento puede servir para forjar acuerdos entre las fuerzas políticas.

Quizá una de las misiones más complicadas que le tocó afrontar a Carpizo, fue justo la de conducir un proceso electoral cuando el país estaba sumido en la inquietud y la zozobra por el alzamiento del EZLN en enero de 1994 y por los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu ese mismo año.

A pesar de pronósticos nada favorecedores, se logró dotar al proceso electoral de legitimidad, nombrando consejeros ciudadanos en el Instituto Federal Electoral aprobados y, sobre todo, respetados por los partidos.

Antes, en la PGR, demostró que se pueden hacer las cosas bien y que la buena información produce resultados contra el crimen, sin tener que arriesgar las libertades públicas.

Desde esos años quedó claro que el respeto a los derechos humanos es compatible con una exitosa estrategia de seguridad.

Las cosas, sin embargo, nunca fueron sencillas y más de alguno de los presentes, la mañana del viernes en la UNAM, podría atestiguarlo, entre ellos el propio rector Narro, quien tuvo la encomienda en la secretaría de Gobernación de que las cosas en Chiapas llegaran a buen término aquel complejo e inquietante 1994.

En fin, se trató de una reunión de amigos de Carpizo en la que imperó uno de los motores del pensamiento del también fundador de la CNDH: las dificultades se pueden remontar con voluntad y trabajo.

Es probable que el mejor homenaje para Carpizo sea el de entender su enorme amor por México, que sumado a su compromiso de universitario, forjaron una vida y una obra sobre la que sin duda hay que reflexionar.

julian.andrade@3.80.3.65

Twitter: @jandradej

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