El Guerrero turístico necesita renacer

Gerardo García

No podría en efecto existir la industria turística en México si Guerrero no hubiese sido su cuna. No habría destinos como Cancún, Riviera Maya o Cabos si el éxito que tuvo Acapulco en la década de los sesenta del siglo pasado no hubiese querido ser replicado por el gobierno federal en otras regiones del país. No puede abandonársele a la suerte, pues.

El estado de Guerrero vive una crisis social y económica que supondrá una afectación mayor a su ya de por si golpeada vida. La debacle de sus autoridades, el efecto de la tragedia de Ayotzinapa en su tejido social; la inseguridad que no cesa, tiene un efecto directo sobre su presente y futuro. Un efecto negativo.

En este espacio me he referido ya al impacto que tiene y tendrá esta crisis en el Turismo. No sólo en Acapulco, su insignia, sino en Ixtapa-Zihuatanejo y Taxco, los otros dos destinos en ese estado. Los reportes para el próximo puente de Muertos son negativos; se han cancelado más del setenta por ciento de las reservas previas y no hay un número significativo de reservas nuevas. Lo mismo sucederá, de no cambiar radicalmente el escenario, en la temporada decembrina, que es la más importante para esa zona. Eso se traduce directamente, en desempleo y pobreza; dos factores más que se suman a tantos para hacer de esa entidad un polvorín.

Creo que es importante plantearse desde ya una suerte de renacimiento de los destinos turísticos de Guerrero. La tendencia de la industria turística se fundamenta hoy en la venta de experiencias de viaje; no es simplemente el acercarle a los consumidores cuartos de hotel en una región pródiga en belleza, sino un conjunto de elementos en los que se incluyen la oferta de servicios y productos que en conjunto determinan la experiencia citada. La oferta de infraestructura hotelera y de los servicios son deficientes. Más allá de la crisis actual, el desgaste de estos destinos es una traba para su recuperación. Hoy, lo que se ofrece al mercado mundial no tiene que ver solamente con sol y playas, sino una oferta amplia que incluye cultura, naturaleza, gastronomía, ecoaventuras y distintas actividades orientadas a diversos públicos. Eso no existe, más allá de los bloqueos carreteros o las protestas ciudadanas, en los destinos guerrerenses. Urge, pues, que se plantee un rescate que vaya más allá de pretender promoverlos una vez que la crisis actual se detenga.

Guerrero necesita del Turismo. Requiere del desarrollo de esta actividad en tanto es uno de los fundamentos de su alicaída economía. Sin turistas, esta entidad tendrá mayores problemas sociales en tanto habrá más pobreza y desempleo. Es comprensible, pues, que hoy el gobierno federal se aboque a generar condiciones de gobernabilidad y seguridad que no existen; pero en el corto plazo tendría que plantearse un rescate de su principal motor económico. Si no se mejora su economía, jamás habrá paz social en ese atribulado estado. Y el daño al país seguirá siendo grave. Pero ese rescate tendrá que ser a partir de una refundación de sus destinos turísticos. No maquillaje; no promoción; un verdadero plan que implique casi volver a hacerlos. Es una oportunidad que sobreviene de la crisis. No habrá que dejarla pasar.

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