La esclavitud del ego

Daniel Alonso

En los últimos días, las canchas de futbol nos han arrojado historias como la llegada tardía de Ronaldinho con Querétaro o el conflicto de Lionel Messi contra su entrenador Luis Enrique, y los gestos de disgusto de Cristiano Ronaldo por comer banca en la contra el Atlético de Madrid, en la ida de los octavos de final por la copa del Rey. Anécdotas dignas para desmenuzar en las redacciones periodísticas, pero porqué no, también para un análisis desde un diván.

Sigmund Freud afirmó que el ego intenta cumplir con los deseos e impulsos de cada individuo de manera conciliadora con la sociedad, es decir, respetando la moral y reglas que ésta exige. Llamamos ego a nuestros defectos, pasiones, ira, orgullo, envidia, lujuria, venganza, etc. Es todo aquello que cargamos en nuestra mente, que domina y define nuestra personalidad por completo.

Pero es precisamente por este mecanismo mental, el del ego, que se es capaz de construir leyendas deportivas o de otros ámbitos, porque Michael no nació siendo Jordan, primero fue un chico que sólo se dedicaba a cargar los uniformes del equipo del bachillerato y antes de Maradona, existió un niño pobre llamado Diego, que soñaba con ser campeón del mundo.

Ahora, ¿cómo es para un entrenador de futbol el lidiar durante casi toda la semana, durante varios meses o años, con una plantilla de veintitantos egos sumado al del propio entrenador que tiene que enfrentarse a su propio ego?

Es una labor titánica, como la que tiene ahora Ignacio Ambriz, técnico de Gallos, para hacerle entender a Ronaldinho que es uno más del Querétaro, cuando hace unos años, el astro brasileño caminaba con su característica sonrisa por la alfombra roja para recibir el premio al mejor jugador del mundo, que dicho sea de paso, el próximo lunes se llevará a cabo esta ceremonia que traiciona la esencia del futbol, ensalzando al individuo por encima del equipo, pero dicho evento ha resultado todo un éxito para la FIFA.

“Lucha o conflicto de egos”, frase que escuchamos cuando dos líderes o más, se ven enfrentados aun cuando comparten un interés común. El mejor ejemplo es lo que sucede hoy en día en el seno del Barça, donde el técnico Luis Enrique se ha enfrentado al líder y estrella del club, Lionel Messi. Conflicto que inició, según medios españoles, desde la primera rueda de prensa del técnico asturiano, “yo soy el líder de este equipo” sentenció, y a muchos, entre ellos Messi, no sentaron bien estas palabras de Luis Enrique, que carga fama de pecar de soberbio. Ahora, la estabilidad del club depende de reconciliar a Messi con Lucho, porque existe el riesgo de que la máxima figura en la historia del club se marche muy pronto.

Difícil es el camino para muchos entrenadores que tienen que convertirse en psicólogos, para manejar un equipo de futbol, pero ahí, en ese detalle, se define el triunfo o el fracaso, el ser parte de un equipo más o de forjar un equipo de época.

dan.alonso@yahoo.com

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