Valeria López
Los tambores de guerra resuenan a lo largo de Europa y de Asia. Lo sabe Ban Ki Moon, presidente de las Naciones Unidas, lo saben los presidentes de los países miembros de la OTAN… lo sospechamos varios desde hace más de dos años.
En este mismo espacio he dado cuenta de las intenciones bélicas que el exdirector de la KGB y actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha mostrado desde hace tiempo quien ya había mostrado sus cartas en el póker de la guerra: el descarado incremento en la compra de armamento, los portaaviones pedidos a Francia, el aumento del nacionalismo, la anexión de Ucrania…
Aunque es claro que se trata de un conflicto alejado de las fronteras norteamericanas, es inevitable que los Estados Unidos tengan que involucrarse desde el primer momento. Obama ha querido pasar a la historia como un mandatario sin saldos bélicos y por ello se ha desmarcado de la tensión entre Rusia y Turquía. Creo que esto es, claramente, un error pues se trata de un movimiento más para reforzar la posición de Bashar al Asad mientras que los aliados de la OTAN acaban con el Estado Islámico y le hacen la tarea tanto a Putin como al régimen sirio.
Si miramos con atención la geografía, el único obstáculo que impide la consolidación del bloque ruso es –justamente– Turquía. En menos de un año veremos cómo –poco a poco- la zona de influencia de Rusia se amplía.
A diferencia de su homólogo norteamericano, Putin ha deseado ansiosamente el conflicto que lo que corone como el gran gobernante ruso. El gasto militar de Rusia se ha incrementado drásticamente desde el 2012: 16 por ciento en términos reales. Todavía más, el proyecto de presupuesto para 2015 consideró incremento de, alrededor, de 40 por ciento.
La misteriosa alianza con el mandatario sirio Al Asad fue el punto de inflexión con la administración Obama; pues la paradoja política –apoyar a un dictador o permitir el crecimiento del terrorismo de ISIS- era la trampa perfecta. Sin que importara la decisión de Obama, Putin saldría ganando.
El derribamiento del avión militar ruso por parte de Turquía da al gobierno de Putin el pretexto perfecto para escalar en dirección de la guerra. Antes de que puedan aclararse las circunstancias y los responsables, Putin elevará la tensión internacional y lanzará una agresiva ofensa contra Turquía. ¿Por qué?
Porque tenía más de 24 meses buscando un pretexto para imponer su dominio en la zona.
Putin calificó con “puñalada por la espalda” el derribamiento del avión. Sin ninguna duda, la pérdida de la vida de los pilotos es una desgracia. Pero no podemos dejar de ver que esta puñalada por la espalda es la justificación política para encender la maquinaria de la guerra.
No me queda ninguna duda de que el derribamiento del avión es la chispa que encenderá la llama de la guerra. Ojalá me equivoque.
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