Reflexiones sobre la confianza

Una de las narrativas más frecuentes entre los pacientes que acuden al consultorio, es sobre el sufrimiento que producen los sentimientos de poca confianza en los propios talentos, de inadecuación o insuficiencia, de poco amor propio, de falta de autocompasión.

Pensarse estúpido, incapaz, inferior a los otros. Sentirse desesperanzado, impotente o inútil. Todos son ejemplos de fallas en la confianza.

Aparentemente bastaría con cambiar estos pensamientos para sentirse diferente. Sólo haría falta “créersela” sostienen algunos, refiriéndose a la incredulidad que les despiertan los elogios y la aprobación cuando la reciben.

Creerse talentoso, valioso, inteligente, creativo y —lo más importante— merecedor de bienestar, es un logro psíquico complejo y no se resuelve con pensamientos y visualizaciones positivas. El contenido de la mente es resultado de múltiples variables por lo que convendría tenerlas claras:

Algunos padres, con las mejores intenciones, educan a sus hijos para obedecer y no estimulan el pensamiento libre y autónomo. Seguramente creen que si no son tan rebeldes, estarán más protegidos y podrán sobrevivir con menos dificultades. Intentar ayudar a un hijo a moderar su ego no es sinónimo de humillación. Un padre puede avasallar el alma del hijo si le transmite que por ser niño o adolescente, no puede cuestionar nada (existen hijos tiranos pero no es el tema de este artículo).

Muchos sistemas escolares están basados en el respeto a la autoridad y en la obediencia ciega a las instituciones.

La falta de confianza en la vida adulta está relacionada en parte con el miedo a romper las reglas, a pensar de forma independiente y a desarrollar una sana suspicacia hacia la autoridad. Hay un punto medio entre la obediencia del esclavo y el escepticismo y la rebeldía de un rebelde a ultranza.

No hay nadie que no cargue heridas del pasado, pero es posible sanar y restaurar la confianza fracturada. Ayuda tener el valor para aceptar la imperfección y los errores. Quien se tortura por lo que hizo mal, termina atrapado en un pantano de arrepentimiento y depresión.

La confianza se alimenta de autocompasión: del mismo modo en que apoya, anima y consuela a la gente que ama, debería hacerlo con usted mismo. Pero a veces se trata como si fuera su enemigo; se juzga, se critica y se condena. Intente dejar de hacerlo.

Algunas metas favorecen la confianza pero no pertenecen al dominio del deber ser, sino al del deseo. Por ejemplo, abrirse a nuevas experiencias y personas; aprender a pedir ayuda; dejar de disculparse o justificarse por cada cosa que hizo o dejo de hacer; volverse un maestro en el reconocimiento y expresión de los sentimientos; aprender a decir que sí y que no; amar con valentía.

Quizá el único miedo útil debería ser a no intentar, a no arriesgarse a perseguir sueños y anhelos.

La muerte ronda siempre y el tiempo es limitado. Confiar es intentar una y otra vez, hasta el último aliento.

*Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Este es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.

valevillag@gmail.com

Twitter: @valevillag

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