¿Por qué amamos y por qué engañamos?

Helen Fisher es una antropóloga y bióloga que ha investigado la conducta humana durante más de 30 años. El amor es uno de los temas que más ha estudiado y ha compartido sus conclusiones en sus libros y artículos (helenfisher.com) después de hacer observaciones y entrevistas antropológicas en 175 sociedades humanas y de escanear muchos cerebros.

¿Por qué amamos? Fisher hace una descripción de algunos fenómenos que caracterizan al amor romántico: el objeto de amor toma un significado especial, se convierte en el centro del mundo y es común la tendencia a engrandecerlo. El enamorado se enfoca sólo en lo que le gusta y pasa por alto los defectos. El estado anímico es de euforia, energía desbordante y cambios marcados de humor: si las cosas van bien todo es dulzura y si las cosas van mal, aparecen la angustia y la ansiedad. La dependencia es frecuente y también volverse sexualmente posesivo; sólo importa que la pareja no tenga sexo con nadie más cuando estamos enamorados y por razones asociadas a la reproducción (también como ejercicio de poder y control). Se vive ansiedad emocional traducida en necesidad de sexo, cercanía emocional, llamadas, abrazos, declaraciones de amor. Habitualmente pensamos todo el día en esa persona y estamos seguros de que daríamos la vida por ella.

Existen tres sistemas cerebrales asociados al amor:

1. El impulso sexual.

2. El amor romántico.

3. El apego: calma y seguridad en una pareja de largo plazo.

¿Por qué engañamos? El amor en términos evolutivos es un impulso originado en la parte de la mente que desea y ansía chocolates, alcohol o un ascenso. Es un guión que a veces incluye tres momentos: el deseo sexual que deriva en amor romántico que deriva en apego. No siempre ocurren los tres con la misma persona. De hecho es infrecuente.

Las personas sí pueden sentir distintos tipos de amor por diferentes personas al mismo tiempo: apego por una relación larga, amor romántico por una relación nueva —que provoca dependencia, ceguera temporal, posesividad, energía, euforia, monomanía— y deseo sexual por otras personas a las que no se ama y por las que no se tiene apego.

Dice Fischer que los humanos somos animales que no estamos diseñados para la felicidad, porque son tantas las posibilidades del corazón y de la mente que cualquier acto humano pasa por la decisión, por el esfuerzo y por la necesidad en muchos casos de contener los impulsos. No por nada W.H. Auden llamó al deseo sexual “the intolerable neural itch” (la comezón neuronal intolerable).

Elegir quedarse con una sola persona no es natural sino una decisión de la voluntad que privilegia el apego por encima del sexo y del amor romántico.

Fisher concluye: Sin deseo, sin amor romántico y sin apego, viviríamos en un mundo de soledad,

indiferencia y muerte.

*Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Este es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.

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