La adoración de los pastores

El Evangelio de San Lucas cuenta cómo un ángel anunció el nacimiento de Jesús a unos pastores, quienes presurosos llegaron a verlo; varios pintores recrearon ese pasaje, entre ellos La Tour, en cuya obra se observa a los personajes en profunda reverencia

En el Evangelio de San Lucas se cuenta que María y José se encontraban en Belén cuando ella dio a luz a su hijo primogénito. Como no había lugar en el mesón, ella alumbró en un pesebre y envolvió al niño en pañales. No lejos de ahí había un grupo de pastores que cuidaban su rebaño. Entonces, un ángel descendió del cielo y les dio la buena nueva de que en Belén había nacido el Mesías. Los pastores corrieron presurosos a la ciudad y ahí encuentran a María, José y su hijo tal y como se les había indicado. María escuchó lo que le contaron sobre la visita del ángel pero se guardó lo que le dijeron, meditándolo en el corazón.

La historia de la adoración de los pastores sólo se menciona en el Evangelio de San Lucas. En el de San Mateo se cuenta, en cambio, la historia de la adoración de los tres magos de Oriente. En los de San Marcos y de San Juan no se dice nada sobre el

nacimiento de Jesús.

El contraste entre la adoración de los pastores y la adoración de los magos no puede ser más grande. Los pastores representan al pueblo pobre e ignorante; los magos, en cambio, a los sabios y poderosos; los pastores llegan a Jesús por la indicación precisa de los ángeles, los magos lo encuentran por su conocimiento de las profecías y sus observaciones astronómicas; los pastores van sin detenerse a buscar a Jesús, los magos se paran antes para hablar con Herodes; los pastores llegan con las manos vacías, los magos traen regalos valiosos. ¿No le parece a usted, estimado lector, que una iglesia más cercana al pueblo que al poder, más cercana a la caridad que a los bienes, tendría que darle más importancia a la adoración de los pastores que a la adoración de los magos?

Hay numerosas representaciones de la adoración de los pastores. Entre nosotros, quizá la más conocida sea la de El Greco, que está resguardada en el Museo del Prado. Aquí quisiera examinar otro cuadro sobre el mismo tema. En el Museo de Louvre hay un estupendo lienzo de Georges de La Tour (1593-1652) que representa esa historia bíblica. La Tour es conocido por su delicado manejo de las fuentes de luz en las escenas que pinta. En sus obras más conocidas los personajes están apenas iluminados por una vela o por una antorcha dentro de habitaciones muy oscuras, lo que le permite al artista efectuar un dramático juego de perfiles y sombras.

En La adoración de los pastores, cuadro realizado en 1644, La Tour coloca al niño Jesús en la parte inferior central del cuadro. Alrededor de él hay cinco personas y un pequeño cordero. San José, representado como un anciano, sostiene una vela que ilumina toda la escena. La Virgen María, está sentada frente al niño que reposa sobre un humilde pesebre. Viste con una túnica de rojo intenso, junta sus manos como si estuviera rezando y mira a su hijo con una expresión de serenidad y, al mismo tiempo, como dice el Evangelio, de honda reflexión. Dos pastores y una mujer del pueblo se asoman para admirar al recién nacido. Su actitud es de respeto, casi de asombro. Un corderito se acerca al rostro de Jesús, que duerme profundamente, sin percatarse de nada a su alrededor. El animal tiene en la boca una ramita, que parece llevar como ofrenda al recién nacido.

A los espectadores contemporáneos puede llamarles la atención que Jesús esté envuelto del cuello a los pies, como si estuviese amortajado para la sepultura. Como me hizo ver mi amigo el doctor José Molina, el texto bíblico original puede traducirse como “envuelto en vendas”. El nacimiento del Salvador sería, entonces, un anuncio del misterio pascual. Quizá por ello, María lo observa con una expresión de resignación: como si ella supiera, desde ese momento, cuál será el destino de su hijo en la cruz. El inocente cordero que se arrima al Mesías también se puede tomar como un símbolo del futuro sacrificio. Esto explica que no haya alborozo en la escena pintada por La Tour, apenas uno de los pastores esboza una tímida sonrisa. Lo que se observa en los personajes es, más bien, un profundo sentimiento de reverencia.

guillermo.hurtado@3.80.3.65

Twitter: @Hurtado2710

Temas: