En Cárdenas por Cárdenas (2016), la biografía de don Lázaro escrita por su hijo Cuauhtémoc, se narra la vida del gran revolucionario mexicano. La infancia y adolescencia en Jiquilpan, la incorporación a las tropas del general Guillermo García Aragón en 1913, el ascenso a coronel bajo las órdenes de Plutarco Elías Calles, la Columna de Sonora, el Plan de Agua Prieta, el grado de general en 1920, la comandancia militar de Jalisco, la gubernatura de Michoacán, la presidencia del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y la breve Secretaría de Gobernación entre 1931 y 1932.
El grueso del libro está dedicado, naturalmente, a la génesis y desarrollo de la presidencia de Cárdenas entre 1934 y 1940. Es significativo que antes de que se gestara su candidatura, al final del gobierno de Pascual Ortiz Rubio, Cárdenas se enzarzara en una polémica con el veterano revolucionario Luis Cabrera, en El nacional, sobre la vigencia de la Revolución mexicana durante el Maximato callista. Cabrera fue de los primeros en poner en duda esa vigencia y Cárdenas, como líder del PNR, lo refutó, llamándolo “sectario” y “viejo político”.
El gobierno de Cárdenas sería el mayor intento de rebobinar la Revolución mexicana a tres décadas de su estallido. Al llegar a la presidencia, el general se percató de que la reforma agraria se había estancado y que de una superficie ejidal de más de 10 millones de hectáreas sólo se aprovechaba una quinta parte. El notable incremento en la dotación y restitución de ejidos, el relanzamiento de la política educativa y cultural y la expropiación del petróleo serían los principales componentes de aquel rescate del proyecto revolucionario.
A Cuauhtémoc Cárdenas le interesa ubicar el legado de su padre en una izquierda nacionalista revolucionaria, solidaria con la Segunda República española, enemiga del fascismo y celosa de la soberanía de México. Pero también se esmera por destacar el pragmatismo de quien opta por una sucesión favorable a Manuel Ávila Camacho, y no al candidato de la izquierda, Francisco J. Múgica, y alienta el buen entendimiento con Estados Unidos durante los años de la Segunda Guerra Mundial.
Como muchos otros líderes de aquella izquierda no comunista latinoamericana, Cárdenas se radicalizó durante la Guerra Fría. Y esa radicalización se reflejó nítidamente en la solidaridad con la Revolución cubana y la creación del Movimiento de Liberación Nacional a principios de los años 60. De aquellos años queda una polémica epistolar sobre Cuba, con Marte R. Gómez, el importante agrarista mexicano, que Cuauhtémoc Cárdenas reproduce en su libro y que sigue siendo de lectura obligada hoy.
Cárdenas pensaba que los orígenes ideológicos de la Revolución cubana no tenían nada que ver con el marxismo-leninismo de corte soviético. En un discurso, el 26 de julio de 1959, en La Habana, dijo: “los mexicanos sabemos bien que las revoluciones no se importan ni se exportan”. Pero a diferencia de Gómez, Cárdenas estaba dispuesto a aceptar que, frente a la hostilidad de Estados Unidos, Cuba se aliara con la URSS y reprodujera un régimen comunista en la isla.
Marte R. Gómez resumió la divergencia con estas palabras: “los amigos de la URSS dicen que Cuba lo hace obligada por el acoso con que la amenazan las llamadas democracias. Así quiero aceptarlo, pero eso no le quita nada al hecho brutal: la URSS no es un soldado del ideal a cuyo amparo puedan acogerse los pueblos débiles que luchen por la paz y por una vida de derecho que respete la soberanía y el principio de autodeterminación de los demás. Es, pura y simplemente, uno de los grandes, uno de los grandes que se disputan el dominio del mundo”.
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