¿Qué le diría Maquiavelo a Nicolás Maduro?

La semana pasada la tragedia venezolana entró en una nueva etapa, cuando la tensión se agudizó después de que Nicolás Maduro, de la mano con el Tribunal Supremo, dejaran sin capacidades legales al Poder Legislativo, que desde las últimas elecciones tiene mayoría de opositores al régimen.

Esta acción fue, sin lugar a dudas, un autogolpe de Estado, que es cuando uno de los poderes suprime al otro amparado en una legalidad dudosa. No es diferente de cuando Fujimori desapareció al Congreso en Perú o cuando Hitler anuló prácticamente todos los poderes del Reichstag en marzo de 1933.

Esta maniobra claramente violentó lo poco que podía quedar de orden constitucional dentro del régimen de Maduro, al grado tal que la propia Fiscal de la República y otros miembros del gobierno se opusieron abierta y públicamente a esta decisión. La presión, tanto interna como externa, llevaron a que la decisión fuera desechada tres días después. El régimen trató de aniquilar a la oposición, pero no lo logró en esta ocasión.

Lo que resulta interesante es que la decisión del Tribunal tenía una argumentación muy particular, se anulaba el poder de los legisladores para “mantener la estabilidad institucional y el equilibrio de poderes mediante los recursos contemplados en el ordenamiento jurídico venezolano”. Entre los que siguen apoyando al régimen de Nicolás Maduro pareciera haber una idea “maquiavélica” de que “el fin justifica los medios”. Sin embargo, creo que vale la pena tomar este episodio como una excusa para reivindicar esta idea.

Lanzar el apelativo de “maquiavélico” a alguien suele tener la intención de señalar su maldad sin escrúpulos y tiene detrás la idea de que hay que hacer todo lo posible para mantener el poder, sin importar los costos. El problema es que hacer esto significa tener un entendimiento muy limitado del pensamiento de Maquiavelo. Para él, el concepto de virtud y bien común son una parte fundamental para la supervivencia de la República; en la búsqueda de lo segundo, es necesario tener claro que podría tener que hacerse algo que desde una moralidad ortodoxa pudiera cuestionarse. Esto es muy diferente a aferrarse a la idea de aferrarse al poder a cualquier costo.

Precisamente por ello, Maquiavelo, en su obra de los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, lanza una gran recomendación: “quienes censuran los conflictos entre la nobleza y el pueblo, condenan lo que fue la primera causa de la libertad de Roma (…). Todas las leyes que se hacen a favor de la libertad nacen del desacuerdo”. Para que una República sea grande y virtuosa, necesita abrazar el conflicto.

Si Maquiavelo pudiera hablar con Maduro, lo último que le diría sería que se aferre al poder utilizando cuanto medio sea necesario. Creo que, en contraste, le diría que es un idiota. Por ello, precisamente hoy, que se reúne la Organización de Estados Americanos para discutir la situación, deberían reconocer que el orden republicano y democrático en Venezuela está roto, por lo tanto, es necesario tomar cartas en el asunto. Los gobiernos de la región, y en especial la izquierda, debemos romper el silencio y reconocerlo.

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