La reconstrucción es un proceso arduo. La memoria de 1985 nos da cuenta de ello, cuando por la magnitud del desastre se tuvieron que habilitar campamentos para atender las necesidades de los damnificados, en un esquema que se prolongó por décadas.
Decía Manuel Camacho que fue una de las pruebas más elevadas para su generación y que de los aciertos y errores dependió el porvenir de la capital del país. En aquellos días surgieron liderazgos que aún perduran y problemas que persistieron a lo largo del tiempo.
Pero a diferencia de los años ochenta, y a dos meses del sismo del 19 de septiembre, existen en la actualidad avances que provienen de la experiencia y de la prevención.
Un ejemplo es el fondo que se estableció para atender emergencias y del que ya se han comprometido mil 800 millones de pesos.
Se cuenta con un acopio de información y de registros que no tiene precedente. Por eso se tuvo la capacidad de actuar con oportunidad y eficacia.
Esto sin duda será, ya es, un legado para las próximas generaciones.
Hoy existe la voluntad de que nadie se quede sin hogar y mucho menos que tenga que vivir en la precariedad.
En las próximas semanas, el comisionado para la reconstrucción tendrá que entregar lo que será el programa y la hoja de ruta para los próximos meses y años.
Se trata de elaborar un proyecto que mejore la vida de los capitalinos, que establezca las bases para un desarrollo distinto, buscando corregir lo que estuvo mal y alentando las buenas prácticas, de manera ordenada, con control administrativo y transparencia.
Estos dos meses han sido de una intensidad profunda para la sociedad y para el gobierno capitalino. Hay un antes y un después.
La coordinación establecida por el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, permitió acompañar a la población y a las víctimas del desastre desde el primer momento.
Cada programa tiene el mérito de instrumentarse en lo inmediato, en el corto plazo, evitando, en la medida de lo posible, que la emergencia se prolongue más allá de lo necesario y sobre todo en lo que respecta a la vida cotidiana de los afectados.
Se trabaja, inclusive en la reconstrucción de las propias familias, todo ello dentro de un modelo que contempla también la reestructuración económica.
Vendrán tiempos duros, así es la política, pero la Ciudad de México cuenta con las herramientas suficientes para establecer un horizonte promisorio.
Es importante, sin embargo, que se conozca lo que se está haciendo, que se mida y evalúe con rigor, pero sin mala fe o interés partidario.
