La revolución de Hidalgo y la independencia de Iturbide

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Foto: larazondemexico

Si de lo que se trata es de festejar la Independencia a secas, habría que resaltar la figura de Iturbide, puesto que fue él, y no Hidalgo, quien la ganó. Esta celebración, sin embargo, sería muy limitada desde un punto de vista histórico, o mejor dicho, desde un punto de vista filosófico de nuestra historia. Vaya, ni siquiera sería fiel a la concepción que de la Independencia tuvieron los que la ejecutaron, ya que desde el primer día que nos separamos de España se enalteció la figura de Hidalgo y del movimiento de 1810.

A la gesta de Hidalgo se le ha llamado —con mucha razón— revolución. Lo que iba en juego con la revolución de Hidalgo era más, mucho más, que la simple independencia de España. Son muy grandes las diferencias entre lo que sucedió en 1810 y en 1821. La revolución de Hidalgo se parece más a la Revolución francesa que a la independencia conservadora de Iturbide. El movimiento que desencadenó Hidalgo —él y sólo él, su mérito, o su culpa, son indiscutibles— fue más social que político. Alrededor de Hidalgo marcharon los desposeídos: los indios, los negros, los mestizos, los criollos humillados, el clero bajo. Lo que sacudió Hidalgo no sólo fueron las cadenas que nos amarraban a España, sino las cadenas que ataban a la inmensa mayoría de los habitantes de la Nueva España a sus dominadores.

Por todo lo anterior, es evidente que la figura de Hidalgo está por encima de la de Iturbide. No se entiende la historia del México independiente sin la revolución de Hidalgo. ¿Cómo ignorar las semejanzas entre las masas campesinas que seguían a Hidalgo, enarbolando el estandarte guadalupano, con las de las que un siglo después siguieron a Zapata, enarbolando el mismo estandarte?

No quisiera caer en la tentación de repetir clichés o de hacer metafísica, pero hay un sentido —que, por supuesto, habría que precisar— en el que podemos decir que la revolución de Hidalgo marca el nacimiento violento de nuestra patria. Atención: hablo de patria y no de nación. Hidalgo es el padre de la patria, entendida como un territorio habitado por un pueblo activo. Dicho esto, podría concederse que Iturbide es el padre de la nación. Porque la patria y la nación no son lo mismo. Lo que Hidalgo nos heredó fue una patria; lo que Iturbide nos legó fue una nación.

Lucas Alamán sostuvo que la independencia de Iturbide nada le debió a la revolución de Hidalgo. Esta afirmación ha sido refutada por los historiadores liberales, que han acusado a Alamán de hacer historia partidista. En 2021 no debemos volver a cometer el error de hacer historia partidista. Pongamos a Hidalgo y a Iturbide en su justo sitio. Pero eso no significa que no reconozcamos que el sitio de cada uno no tiene la misma altura.

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