Varios comentaristas políticos han señalado que en las elecciones del 2 de junio pasado se notó un marcado abstencionismo. Por ejemplo, en la esperada elección para la gubernatura de Puebla, apenas hubo 33.4% de participación. ¿Cómo interpretar ese fenómeno?
Una lectura es que después de las históricas elecciones del 1 de julio de 2018, es normal que sobrevenga un desinterés político temporal. El entusiasmo no se puede mantener con la misma intensidad. De acuerdo con esta exégesis, la participación electoral tiene altas y bajas totalmente explicables y predecibles. Que ahora haya habido menos ciudadanos que acudieran a las urnas, no tiene ningún significado que trascienda ese hecho puramente cuantitativo.
Sin embargo, se podría responder que si en verdad estamos viviendo una Cuarta Transformación de la vida política en México, la participación electoral debió haber sido mayor. Si lo que la gente quiere son cambios, entonces debería acudir en masa a las urnas para impulsar esos cambios. Si comparamos a la Cuarta Transformación con una revolución, lo que se esperaba es que millones de voluntarios se presentaran a la batalla del 2 de junio pasado. Pero no fue así. Las urnas quedaron sin llenarse al tope o, para seguir con la analogía, apenas se presentaron unos pocos voluntarios al campo de batalla.
Una respuesta es que la gente piensa que la batalla importante ya se luchó. Lo que venga ahora no tiene demasiada importancia. Quienes se sienten ganadores piensan que la victoria se alcanzó el año pasado. Y quienes se sienten perdedores piensan que la derrota fue contundente y que ya no hay nada que hacer. Da igual quién quede como gobernador en Puebla o Baja California.
Me parece que esta explicación no coincide con la concepción de la Cuarta Transformación que se ha defendido hasta ahora.
Se supone que la Cuarta Transformación equivale a un despertar político del pueblo de México. El cambio no sólo sucedería en el gobierno, sino en la sociedad en su conjunto. Se anunciaba una nueva manera de concebir y practicar la democracia. Lo que se anticipaba es que pasaríamos de una democracia meramente electoral a una democracia participativa.
La democracia participativa alude a un conjunto de prácticas que no se reducen a lo electoral. La teoría es que la gente no espera a que haya elecciones para participar en la democracia, sino que lo hace todos los días: en sus localidades, en sus barrios, en sus sitios de trabajo, en sus escuelas. Sin embargo, nada de ello implica que se deje de participar en las elecciones. Por lo mismo, no se puede dar como excusa de la poca participación en la jornada electoral pasada, que estemos en un cambio de paradigma democrático.
El abstencionismo debe preocuparnos a todos. Y, sobre todo, debe preocupar a quienes enarbolan la bandera de la Cuarta Transformación.

