Vosotros y ustedes

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Foto: larazondemexico

Cobré temprana conciencia de la diferencia entre hablar de “ustedes” y hablar de “vosotros”, al escuchar a mis maestros españoles en la escuela. En la clase de lengua todavía nos enseñaban las conjugaciones a la castellana. Sin embargo, a los niños nos resultaba evidente que hablar con “usted” era correcto, porque nadie nos corregía. Quienes hablaban con “vosotros” eran ellos, los peninsulares; nosotros, los mexicanos, hablábamos a nuestra manera, igualmente cabal.

Pasaron varios años para que descubriera que el “vosotros” se había usado por los mexicanos hasta hacía relativamente poco tiempo en discursos políticos, conferencias académicas y ceremonias religiosas. Todavía a mediados del siglo XX, se consideraba que hablar de esa manera era lo más correcto para ocasiones especiales, ya fuera en la tribuna, el foro o el púlpito.

Por ejemplo, el último presidente que se dirigió como “vosotros” a los diputados en un informe presidencial fue Abelardo Rodríguez, en 1933, y el último presidente que usó la frase “vuestra soberanía” en la misma circunstancia fue José López Portillo, en 1982.

En el periodismo era común, todavía a principios del siglo anterior, que los editorialistas se dirigieran a sus lectores de aquélla manera, que ahora nos resultaría tan artificial y rebuscada. Por ejemplo, Antonio Caso decía así a sus lectores de la Revista de revistas, en pleno 1924: “¡Idealistas que os empeñáis en la salvación de la República, volved los ojos al suelo de México (…). Sólo así nos conduciréis a un estado mejor y nos redimiréis de nuestro infortunio!” ¿Se imagina usted, estimado lector, que alguien escribiera así en las páginas de La Razón, o de cualquier otra publicación semejante? Las burlas que harían de esa persona en Twitter lo convertirían en un trending topic. En cambio, nadie se queja de que salpiquemos nuestros textos con palabrejas en inglés, como las que acabo de emplear para darme a entender.

Algunos amigos españoles nos reprochan que nuestro sistema de posesivos, ligado al uso generalizado del “usted”, puede prestarse a confusiones embarazosas. Es conocida la historia de un empresario que quería averiguar lo que hacía uno de sus empleados cuando se ausentaba de la oficina. El empresario contrata un detective y le pide un informe. Éste le comunica: “descubrí que cuando él sale se va para su casa, se acuesta con su mujer y bebe de su mejor whisky”. El empresario le responde: “¡pues nada malo hay en ello!”. El detective cae en cuenta del malentendido y le pregunta: “señor, ¿me permite hablarle de tú? Lo que te dije es que cuando él sale de la oficina va a tu casa, se acuesta con tu mujer y bebe de tu mejor whisky”. El chiste es rancio, pero su moraleja no acaba de resultar contundente. Casi siempre –99.9 por ciento de los casos, yo diría– se entiende perfectamente de quién hablamos.

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