El sacerdote violador

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bibiana Belsasso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

“Tú estás muerto, pero mi voz y mi testimonio no”, así reaccionó Analu Salazar tras enterarse de la muerte del sacerdote Fernando Martínez, quien era el director del Instituto Cumbres entre 1991 y 1993 —donde asistía de niña en Cancún—, y también quien abusó sexualmente de ella y otras alumnas cuando apenas tenían 8 años.

“¡Murió impune!, encubierto hasta el último día de su vida”, publicó Salazar, tras enterarse de que su agresor sexual murió de una enfermedad pulmonar a los 84 años en un asilo en Italia.

Analu contó su historia para que se le hiciera justicia. En los años en que fue abusada, el delito tenía prescripción, por eso el sacerdote nunca recibió una sentencia. Tras denunciar a su agresor, esto le inspiró confianza a otras víctimas quienes aseguraron haber vivido la misma tragedia.

Platicamos con Analu cuando hizo público el abuso al cual fue sometida y nos contó que la prefecta la sacaba del salón para que el sacerdote la violara.

Analu Salazar (AS): Hablar de la pederastia clerical es difícil, no sólo como víctima, sino que no hay foros muy abiertos para este tema. Cuando yo tenía ocho años estudiaba en el Instituto Cumbres, de Cancún, antes Instituto del Caribe, junto con otras generaciones inauguramos ese colegio.

El sacerdote Fernando Martínez era el director del colegio y, bueno, él tenía prácticamente todo el poder dentro de la institución; yo acababa de llegar de Monterrey y no tenía muchos amigos. Entonces fui con Fernando Martínez en varias ocasiones a los confesionarios y por la Eucaristía, porque hacían como una especie de misa exprés antes de los recreos y ahí es donde comenzamos a hablar, creo yo.

Es como más o menos la reconstrucción que tengo, ya que exactamente en el momento en que todo comenzó no podría explicártelo, ¿por qué?, porque es difícil discernir el momento en que se empieza a dar la situación, porque fue muy sutil, o sea, este tipo de violaciones no se dan desde la violencia, en general, sino que se dan con sutileza y te van llevando hasta que de pronto disocias, no entiendes exactamente lo que pasa y te violan, y eso sucedió durante aproximadamente un año, que es lo que yo más o menos pude reconstruir.

Bibiana Belsasso (BB): ¿Puedes recordar la cantidad de veces que fuiste violada?

AS: No, no todas, tengo algunas, o sea, tengo memoria de unas cinco veces, pero yo sé perfectamente que empezó cuando yo cumplí ocho años. Y después de un año le dije a mi mamá: “Mamá, no me gusta lo que me hace el padre”.

BB: ¿Qué pasó?

AS: Había una maestra, Aurora Morales, que era prefecta de disciplina y aparte daba moral, y ella se encargaba de sacarme del salón y llevarme con Fernando Martínez para que él me violara en las confesiones o en la oficina.

Yo hablo de esto y aproximadamente seis meses después sale un grupo de niñas que también están siendo abusadas sexualmente. Claro, en el colegio sufrí muchísimo acoso escolar, muchísimo señalamiento social.

Después de la denuncia de estas niñas, que robustecen también la mía, mueven al sacerdote de lugar, como es típico, lo mandan a Salamanca, España, a que reincida, y las niñas nos quedamos ahí. Evidentemente, en ese entonces yo no conocía a las niñas, ya que a mí me violaban de forma solitaria y a ellas las violaban en forma grupal. Entonces, años después, cuando yo hago la denuncia pública, me contactan estas niñas y en total juntamos ocho.

“Por favor, escuchen a los niños”, dice víctima 

Gráfico
Gráfico ı Foto: larazondemexico

BB: Y el padre hoy está en Roma…

AS: Está en Roma, en la casa de los Legionarios. Con el poder de estas instituciones eclesiásticas, por ejemplo, en mi caso, de los Legionarios de Cristo, y el poder que tienen estas instituciones y que infringen y que aparte avasallan todo su poderío en contra de las víctimas, aunque sean niños, de familias completas que no tienen los mismos amigos que tienen ellos, resguardan, remueven a sus pederastas, los recolocan y después de eso, cuando ya por fin una víctima se atreve a hablar, aparte de que te dicen: “No es cierto” o “Vamos a investigar, porque eso no puede ser posible”, porque ellos siempre dicen que  van a investigar. Siempre van a investigar, lo principal es que los resguardan en la opulencia, porque los Legionarios de Cristo son millonarios.

Por favor, escuchen a los niños, de verdad, ellos no tienen esta complejidad de mentir, ellos recomponen las cosas como ellos las entienden, pero lo que dicen es y lo que dicen que pasa está pasando, debemos hacernos responsables de los niños.

Pasó tiempo después de esta primera plática con Analu, hasta que recibió una carta del secretario general de los Legionarios de Cristo, quien aseguraba que el Santo Padre había aceptado la salida de Martínez del estado clerical, por el bien de la Iglesia.

También recibió una carta de su violador, que dijo: “Quiero asegurarte de que todos los días desde aquel entonces en mi oración pido por ti y por tu familia. Lo que yo no puedo resarcir, espero que el Dios bueno lo sane y consuele”.

Una carta y dejando al sacerdote que abusó sexualmente de Analu y otras niñas no resarce el daño a las víctimas. Este hombre murió en un asilo en Italia, nunca enfrentó a la justicia. El castigo para un sacerdote violador no puede ser simplemente que deje el servicio clerical, la pena tendría que ser incluso mayor que a la de cualquier otro violador, porque estos tipos están jugando con fe de las niñas y sus padres.

Un caso similar al del padre Marcial Maciel, quien fue acusado de abusar sexualmente de por lo menos 60 menores de edad, y quien murió tranquilamente en una lujosa residencia en Jacksonville en el estado de la Florida a los 87 años.

México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil según la OCDE. Se calcula que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren violación antes de cumplir la mayoría de edad. Los principales agresores sexuales de los menores son familiares, luego maestros y después sacerdotes.

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Montserrat Salomón